EL VALOR DE LAS PERSONAS
El día 13 junio de 1.987
visitamos unos familiares que, en la urbanización “Can Prunera” de Vallirana tenían
unas viviendas, construidas para descanso de los fines de semana, días festivos
y, por supuesto, vacaciones.
La abundante información
recibida al contemplar lo que este grupo familiar había realizado, me hizo
pensar sobre la teoría de que el principal capital de las personas está en
nosotros mismos: la inteligencia, que se nos es dada gratuitamente y el
posterior desarrollo de la misma; La fuerza física y la voluntad que podemos ir
fortaleciendo con constancia en el ejercicio de hacer lo mejor, prescindiendo
de lo malo que nos sintamos empujados a realizar.
Esa fuerza personal de
tantos hombres y mujeres importantes y que, algunos de ellos, han quedado
reflejados en la historia avala esa creencia.
Cuando las personas forman
un grupo con ideales compartidos y ponen empeño en la consecución de un
objetivo los resultados, en la mayoría de los casos, han de ser buenos, aún
contando con las cosas que no se pueden controlar.
Al entrar en la urbanización
me pareció poco atractiva, por su emplazamiento y las pocas viviendas
construidas, hasta que llegamos a las parcelas adquiridas, hace unos 12 años,
por el grupo de familias que íbamos a visitar y es motivo de mis reflexiones.
¿Como ha sido posible que en un suelo
pedregoso, donde hasta los pinos les cuesta sobrevivir, ahora se mezclen frutas,
hortalizas y flores?
La
respuesta es sencilla si se repasa la trayectoria de las hermanas Montoso, artífices principales de
las realizaciones del grupo. Desde el comienzo en Pampaneira, pueblo de La
Alpujarra granadina, pasando por Motril, hasta su llegada a Hospitalet de
Llobregat a principios de los años 60, junto a sus esposos e hijos las que los
tenían, donde empezaron a poner en práctica lo aprendido en aquel ambiente
familiar de unidad y trabajo.
Unidad
y trabajo, estos son los pilares fundamentales donde se asientan las
realizaciones del grupo.
En aquellos años el
desarrollo industrial necesitaba abundante mano de obra en Barcelona y los
pueblos que la circundan y, por tanto, Hospitalet era un buen lugar para poner
en práctica su capacidad y constancia, trabajando en diferentes empleos y, en
cuanto los recursos económicos se lo permitieron crear su propia empresa, a la
que se fueron incorporando ellas y sus respectivos esposos, aportando su
trabajo y los recursos económicos de que disponían. Como no podía ser de otra
manera las cosas marchaban bien y esto les animó a montar nuevos talleres que
les obligaba a contratar personal de fuera de la familia, haciéndose más
complicado el control, dirección y relaciones con estas otras personas, así
como la contabilidad y las aportaciones fiscales, pero pudo más su esfuerzo personal y la firme voluntad para
salir adelante con éxito y acometer nuevos retos como la creación del lugar de
descanso que estamos visitando y que nos suscita agradables sensaciones e
importantes reflexiones al contemplar el diseño, la construcción de las
viviendas y el acondicionamiento del terreno.
A la entrada
ya se aprecia la comunión de ideas entre las familias que componen el clan; una
entrada para coches bordeada por huertos de patatas, pimientos, tomates,
lechugas…, le siguen frutales diferentes: manzanos, albaricoques,
melocotoneros, nísperos, caquis, cerezos (cargados de abundantes cerezas
maduras); más adelante y siguiendo a la derecha arbustos de jardín, destacando
los rosales en plena floración. Las casas siguen reflejando ideas comunes,
aunque con matices que parecen responder más a la capacidad económica de cada
familia que a diferencias de diseño y gusto personal. Y a continuación sigue
terreno de matorrales y pinos que recuerda la situación de las parcelas en el
momento de su adquisición.
A partir de
aquí se pueden desarrollar diferentes conjeturas e hipótesis: ¿Que pasaría si
los inmensos eriales existentes en el Mundo se transformaran en zonas
productivas? Desde luego no habría el hambre que todavía padecen tantas
personas en La Tierra, aunque habría algún problema de excedentes en los países
desarrollados.
Se sabe que se consiguen
cosechas en terrenos casi desérticos, aplicando el riego por goteo, invernaderos; utilizando cortavientos,
herbicidas, fertilizantes y seleccionando las semillas adecuadas.
Para progresar es necesario,
como en el grupo visitado, esfuerzo al servicio de un objetivo bien
seleccionado. Yo añadiría que el resultado será mejor si hemos desarrollado
bien las cualidades potenciales que traemos consigo al nacer y utilizado esa
capacidad en la adquisición de conocimientos y fortalecido nuestra voluntad
para que sea más eficaz nuestro esfuerzo.
Yo siempre he creído que la
unión hace la fuerza y para confirmarlo quiero recordar el ejemplo de un viñador que ordenó a uno tras otro de sus
hijos que rompieran una gavilla de sarmientos agrupados, resultando del todo imposible,
por lo que mandó desatar los sarmientos y romperlos uno a uno lo que resultó
muy fácil.