SOBRE MIS LECTURAS
Es curioso que ahora esté haciendo apuntes sobre lo que leo, cuando la mayor parte de mi vida no he leído casi nada a, excepción de periódicos deportivos por entretenimiento. También en ciertos años, para reforzar el aprendizaje del catalán, leía libros y diarios en el idioma que aprendía en el “Colegio Pegaso” del barrio de San Andrés de Barcelona. Por cierto que no quiero pasar sin mostrar mi agradecimiento a La Genalalitat de Catalunya por la creación y financiación de estos cursos que permitían y permiten que las personas que hemos venido de otros lugares completemos nuestra integración, con el conocimiento del idioma.
Tengo que decir que mi equivocación consistía en decirme a mi mismo y a los demás que no me gustaba leer, yo que he reiterado que una persona normal no debería decir que no lo le gusta tal o cual comida, ateniéndonos a que la principal finalidad de los alimentos es nutrir nuestro organismo de los componentes necesarios para el correcto funcionamiento de nuestro cuerpo y mente, antes que aportarnos el placer gustativo de los mismos y que, como persona habladora, me gustaba escribir para contar, como a tantos otros, lo que en mi cerebro se revuelve. Gran error el mío durante años y años de mi vida, pretender decir a los demás lo que está bien o mal sin preocuparme de escuchar a quienes a través de sus libros nos ofrecen sus conocimientos y experiencias.
No me puede servir de consuelo que la inmensa mayoría de personas estén más interesadas en hablar que escuchar. Yo creo que es una necesidad del ser humano transmitir a otros las propias alegrías, tristezas, miedos, ilusiones… Fíjense en lo que sucede en cualquier reunión o fiesta: en el comienzo reina la calma y apenas habla el personaje principal, pero, poco a poco, la reunión se va fragmentando en grupitos cada vez más pequeños para tener más posibilidades de hablar, que no escuchar. Y piensen en aquellas personas que nos cuentan sus enfermedades, sus vivencias en guerras, pobrezas, situaciones favorables o desfavorables...
Así pues me conformaba diciendo que no leía pero escribía, ya que esto ayudaba a tapar el sentimiento de ignorancia que me aquejaba. Sabido es que en épocas pasadas los que escribían, libros se entiende, eran pocos y se tenían por personas leídas, cultas y con importantes cosas que decir a los demás.
A mí me ha llegado tarde la afición por la lectura, y ésta, contrariamente a lo que debería ser, me llegó a través de mi hijo. En una lógica normalidad debería ser yo el que hubiera transmitido a él mis hábitos de comportamiento, pero no fue así en el caso de la lectura.
De cualquier manera bienvenidos sean los buenos hábitos, independientemente del conducto por el que nos hayan llegado. Por que en cada persona o individuo se van acumulando hábitos, buenos y malos, que nos impelen ha realizar, como por rutina, unas actividades u otras.
De todos modos, para mi y en lo que a la lectura se refiere, “más vale tarde que nunca” y olvidando aquel argumento de que “leer es bueno si lo que se lee trata de hacernos mejores”, superado por los que dijeron que “no hay ningún libro tan malo que no contenga algo bueno”, me dedico a leer y anotar algunas cosas que me parecen dignas de recordar. También escribiré algunos renglones para aclarar algunas cosas y, porque no, para decir algunas cosas de mi cosecha particular.
A todo lector que le lleguen a sus manos estas páginas no debe esperar escritura bien coordinada, al tratarse de apuntes de los libros que vaya leyendo, ni tampoco una sucesión de hechos cronológicamente producidos, ya que los apuntes se irán escribiendo en el orden que los libros sean leídos por mí, prescindiendo de si fueron escritos antes o después, unos de otros. También encontrarán pocas anotaciones para decir en que página de que libro se pueden encontrar y, en algunos casos faltará hasta el nombre de la persona que dijo tal o cual cosas y quien la escribió.
Sé muy bien que se debería aportar documentación de quien proceden y donde se han publicado las cosas, porque escribiendo como lo hago yo, que es presentar los hechos y las cosas que he llegado a saber, sin preocuparme de que vayan a ser rebatidas y ni siquiera puestas en duda aunque no dispongan del apoyo, con citas, de quienes lo afirmaron antes que yo y cuyo testimonio se pueda consultar en cierto libro o tal archivo, no será bien aceptado, sobre todo por los profesionales de este negocio de la escritura.
Trataré de aportar datos, aunque no muchos, porque para mí eso son pérdidas de tiempo y eso es lo que a mi me falta, ya que con los 74 años vividos, contando los nueve meses que estuve en el vientre de mi madre que, no lo duden, éramos dos vidas aunque unidas por el cordón umbilical: Y como escribió Josep, M. Espinnàs en “Temps afegit”, la edad que sobrepasa los 73 años es un añadido como el que los árbitros de fútbol aumentan al final, para compensar las pérdidas de tiempo durante el juego. Aunque yo no estoy por cuantificar mi tiempo perdido que, debe haber sido mucho.
Así que mi principal preocupación no ha sido ni será el aportar testimonios que confirmen que lo que digo es verdad, o al menos mi verdad, procurando, eso sí, ser lo más imparcial posible y confiando en que los que decidan leer algo de lo que yo escriba, lo hagan confiando en que me guía el propósito de que les predisponga a hacer el bien y detectar el mal. Se trata de una forma atrevida la de escribir esperando credibilidad.
Así, como escribió Don Miguel de Unamunu en “El “Sentimiento trágico de la vida”, “voy a pescar la atención del lector a anzuelo desnudo, sin cebo; el que quiera que lea, mas yo a nadie engaño”. Pero doy gracias a aquellas personas que se atrevan a leer mis escritos sabiendo que les van a faltar notas aclaratorias de quien, cuando y como se dijeron o escribieron.
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