sábado, septiembre 12, 2015

VISITA AL CENTRO BUDISTA DE LA ALPUJARRA

VISITA AL CENTRO BUDISTA DE LA ALPUJARRA


Escribe Tomás M. C.

Pueblo de Pampaneira


Como viene sucediendo los últimos años me propongo visitar el Centro Budista de La Atalaya (en esta ocasión acompañado por mi sobrina Montse, una pediatra que vive en Girona y trabaja en Figueres y mi hijo que vive y trabaja en Barcelona)  que  pasan las vacaciones  en Pampaneira igual que hago yo, aunque lo mío se alarga  por aquello de pertenecer al colectivo de jubilados.

Aunque se trata del mes de agosto, tanto la Montse como yo no nos ocupamos de de llevar ningún tipo de aprovisionamiento, ni siquiera agua, aunque Antonio, mi hijo, llevara algo de de bebida.
Iniciamos el recorrido por el Camino Real dirección a Soportújar  a las 8  con el fin de librarnos, en lo posible, de la fuerza del sol hete aquí que la llegar al Barranco de Los Corrales hubimos de tomar el carril de vehículos porque  el verdadero camino está invadido  por matorrales, encinas y otros vegetales que impiden poder poderlo utilizar.

Así llegamos al Cortijo del Menchón donde otras veces se podía beber agua, pero en la actualidad eso no es posible porque la fuente ha sido canalizada para regar unos cultivos.
Por ese motivo compartimos el agua que llevaba Antonio.
Cuando llegamos  al Recinto  Budista encontramos un cartel prohibiendo continuar.





 










Al pasar junto a la fuente que en otras ocasiones habíamos saciado la sed, no pudimos hacerlo  por la canalización de la misma que lo impedía. Antes de salir del recinto encontramos un hombre que nos recordó la prohibición de entrar  allí, a lo que contesté que estábamos de paso.

Continuamos el camino campo a través, ya que el camino de la antigua labranza ha desaparecido por las pezuñas de ovejas y cabras y la proliferación de matorral y arbustos.  A causa de ello sufríamos  arañazos en las piernas desprotegidas por los pantalones cortos y resbalones en la bajada que era lo que tocaba.

En estas pasamos por unas corralizas de cabras que se utilizan para vender la leche a una empresa de láctea que la recoge cada día en la Ermita  del Padre Eterno.
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Seguimos el carril de vehículos todo terreno hasta el Paraje de Los Quemaos, padeciendo el fuerte calor de un verano de los más calorosos con la esperanza de poder beber agua en la fuente de Los Quemaos, pero esta vez nuestro deseo tampoco pudo ser satisfecho por los motivos anteriores, o sea la canalización del agua con mangueras de goma.

Ante ese contratiempo hubimos de seguir caminando a campo a través porque el camino esté desaparecido.
Con aquel calor que a mí, sobre todos me hacía sudar llegamos al paraje de La Joya donde esperábamos encontrar una figura con sus frutos maduros, pero aun estaban verdes.
Por fin llegamos al cortijo que fuera de un tal Manuel Záes, abandonado y en ruinas, donde el camino    volvía a ser transitable cosa que agradecimos y aceleramos el paso hasta otro cortijo en ruinas que fuera de Antonio Esteban donde una pequeña higuera nos ofrecía su frutos maduros de los que comimos algunos.


Aquellos higos no nos aliviaron la sed por lo que seguimos descendiendo pasando por la Acequia de Cachariche hasta el río. 

Puente sobre el río Poqueira

Desde allí nos dirigimos a Pampaneira entre llano y subida.

Una vez en casa me di un buen baño, pero como seguía el cansancio me tomé las pulsaciones que estaban a 105, lo cual me preocupó un poco y pregunté a la Montse. Ella me tranquilizó diciendo que el organismo es muy sabio, por lo que estaba recuperando las energías perdidas durante la excursión.
Finalmente supimos que había sufrido una hidratación por el esfuerzo, el calor y sudor y no haber   
bebido el agua necesaria.

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