CONFLICTO GENERACIONAL, Y DE GÉNERO
Los Villabuena eran una familia muy conocida en el mundo
empresarial, no en vano eran propietarios de las “Industrias Villabuena”que
regentaba el mayor de la familia, el señor José Villabuena quien, a sus sesenta
y cinco años, seguía dedicando su tiempo a dirigir la Compañía, como habían
hecho anteriormente su padre y su abuelo; pero la competencia apretaba y en
aquella situación no faltaban los que, por lo bajo, reclamaban el relevo
generacional en la dirección.
Los que pensaban así argumentaban que Jordi, que así se
llamaba el hijo mayor, estaba mejor preparado para afrontar los nuevos retos,
pero una cosa es pensar y otra muy distinta llevar los pensamientos a la
práctica, por lo que nadie osaba decir al señor Villabuena que su tiempo al
frente de la Empresa se estaba acabando.
También la señora Josefa, su esposa, pensaba que su marido
debería delegar responsabilidades y tenía la corazonada que la celebración del
66 cumpleaños de éste, sería la ocasión adecuada para plantear esta situación,
por lo que ella misma se ocupaba de los preparativos de la fiesta.
Cuando llegó el día esperado, se reunió la familia para celebrar el cumpleaños con
toda solemnidad y después de la comida de rigor, en la sobremesa se bromeaba sobre la edad de cada uno y los
más contentos con la suya eran los jóvenes: Ricardo que, a sus 17 años y Paula
a los 15, se preparaban para participar en unas jornadas sobre "convivencia
y deporte" en una estación de esquí.
A la abuela no le parecía bien que asistieran chicas y chicos
juntos sin la compañía de sus padres, por lo que decía que los jóvenes de hoy tenían demasiadas libertades.
Abuela. Que estás muy antigua –dijo Paula- ¿Qué tenemos
nosotras menos que los chicos?
No es que tengáis menos, es que siempre las chicas seguirán
siendo chicas y no me gusta que estéis tan libres por esos mundos de Dios.
Mamá las cosas han cambiado y las jovencitas de hoy están más
preparadas para todo -decía Mercedes hija y madre al mismo tiempo-
Aunque sea así, a mi me gusta que las chicas vayan con sus
madres. Donde se ponga una chica acompañada y arropada por su familia que se
quiten todas las jóvenes que corren sueltas por ahí.
Los hombres hablaban de fútbol, enzarzados en la discusión
sobre el equipo que ganaría el campeonato de liga. El abuelo insistía que este
año era el año de los suyos: o sea "el Barcelona", a lo que replicaba
su yerno que el “Real Madrid” estaba muy
fuerte era el favorito.
El Real Madrid sólo gana si cuenta con la ayuda de los
árbitros, como ha ocurrido otras veces, pero este año ni con eso –dijo el
abuelo con voz potente-
Eso no es cierto. Los árbitros se equivocan mucho y más a
favor de los grandes; pero los del Barcelona no se pueden quejar. Con el penalti que le
pitaron a Mesi y el defensa ni le había tocado.
Bueno, bueno, dejemos lo del fútbol que fue creado para
diversión de la gente y se está convirtiendo en fomento de la discordia
–intervino Jordi el hijo del Sr. Villabuena -
Si te parece hablaremos de política que eso no enfrenta a la
gente -dijo el señor Villabuena-
Los empresarios y los comerciantes deberíamos hablar de
nuestras empresas y del comercio que es lo nuestro. Los enfrentamientos son
innecesarios y negativos y, más aun cuando nos hacen levantar la voz y nos
llevan a los insultos que, quizá tengan su origen en otras causas; pero salen a
la luz con el fútbol –continúo diciendo Jordi-
Haber si me quieres quitar las tradiciones de nuestros padres
y abuelos. Y de los empresarios y los políticos habría mucho que hablar; pero
es mejor callar.
Y ¿Por qué no hablamos de “Industrias Villabuena”? No estaría
nada mal. El abuelo podía contarnos como se lo pasa en la fábrica. Y mi papá
que hablara de sus viajes –dijo la Montse-
El abuelo aprovechó las palabras de la nieta para decir: No creáis
que dirigir la fábrica es una diversión. Tantas horas en el despacho
solucionando problemas. Vosotros no os podéis imaginar las cosas que hay que
hacer para que la Empresa siga adelante. Recuerdo en el año 1.978, cuando se
declaró una huelga. El jefe de personal estaba asustado, le quemaron el coche y
yo tuve que jugarme la vida para defenderlo.
Veis como yo tengo razón –dijo la señora Josefa- el abuelo ha
trabajado mucho toda su vida y ya se merece un descanso. Unos años para ver
como la fábrica puede seguir sin él. Y Jordi debe hacerse cargo de la dirección
como heredero principal, aunque el abuelo siga yendo; pero sólo cuando él
quiera. No por obligación.
Yo no creo que sea necesario, en este momento, que papá deje
una dirección que está llevando bien, y por otra parte yo sigo trabajando en la
ampliación de la red comercial que en la actualidad no tiene límites. Lo que si
me parecería bien es que tuviera a su lado alguien de confianza que le ayudara -dijo Jordi-
Y ¿Quién será esa persona? Tu padre quiere que tu hermano Jaime
continúe en sus investigaciones de laboratorio y la Mercedes no puede dejar su
casa y sus hijos.
Yo creo que tenemos la persona adecuada, aunque es necesario
contar con su aceptación y la aprobación de todos –dijo Jordi-
¿De quien se trata? –preguntaron los demás-
Sería la Montse, que tenemos entre nosotros.
Haber si lo entiendo. Queréis ponerme de secretaria a mi nieta. Y
¿Qué haremos con la secretaria que lleva 25 años trabajando conmigo?
Papá que no es eso. La Montse –como todos sabemos- tiene la
carrera de empresariales y un master sobre dirección de empresas. Se
incorporaría para acompañarte y ayudarte.
Ya sabéis lo que yo pienso sobre las mujeres en la dirección.
Además esta Empresa la ha dirigido desde su fundación el hombre mayor de la
familia y no veo ningún motivo para cambiar.
La repetición no hace las cosas justas –replicó Ramón, el
yerno-
Ni tampoco cambiar por cambiar –contestó el señor Villabuena,
un poco alterado-
Parece que se me ha interpretado mal –dijo Jordi- Aquí no se
trata de cambiar nada. Sólo queremos que alguien ayude a papá. Nada más.
Si eso es lo que queréis todos, yo también lo acepto; pero no
creo que salga bien y, aún no hemos escuchado lo que tiene que decir la Montse
a la propuesta de su padre.
La joven tomó la palabra para decir: Mi sueño ha sido siempre
trabajar en “Industrias Villabuena”; pero de todos es sabido lo que piensa el
abuelo sobre las mujeres en cargos de dirección. Así que deberíais pensarlo
bien antes de tomar una decisión.
Todos queremos lo mejor para quien, a sus sesenta y seis años,
dirige la Empresa con acierto; pero también queremos que tenga más ayuda y no
se sienta agobiado, sobre todo pensando en lo que está por llegar –dijo Julián-
Ayudas no me faltan ¿Acaso no tengo los jefes de departamento
y los asesores? -respondió el Sr. José Villabuena- Pero bueno, sea lo que
proponéis y que Dios nos ayude.
Que sí papá, que tienes tus colaboradores; pero se trata de
ayuda familiar y de confianza la que te
aportará la Montse –volvió a decir Jordi-
Bueno pues no se hable más, que mi nieta se incorpore como
adjunta a dirección y los contenidos de su trabajo ya los iremos definiendo.
Esto se merece un brindis. Brindemos todos por la armonía de
la familia y la felicidad de este cumpleaños –dijo la abuela, levantando la
copa de cava que fue seguida por todos los presentes-
Otro brindis por Ricardo y Paula para que lo pasen bien en la
estación de esquí –dijo Montserrat-
Esa es otra –dijo el abuelo- Estos jovencitos se marchan a una
estación de esquí y que se las arreglen como puedan. Es otro de los cambios que
la modernidad demanda. Mientras que la libertad no se convierta en libertinaje
las cosas irán tirando, aunque sea a trancas y barrancas, pero yo quiero que
mis nietos sigan las tradiciones de siempre que no nos han ido tan mal.
Que no abuelo. Si nosotros somos como tú. Aunque los tiempos
sean otros esta familia seguirá siendo la familia Villabuena de siempre. Las
cosas no son como parecen y los jóvenes
de hoy no somos tan malos como se dice por ahí –dijo Paula, mientras se
acercaba a besar a su abuelo-
Tienes razón hija mía -apostilló su madre- vosotros sabréis
diferenciar lo bueno y lo importante, de lo que no lo es, aunque haya quienes
quieran deciros lo contrario. La buena apariencia de las cosas no garantiza su
bondad, y pensar que serán muchas las
veces que tendréis que decir No, a pesar de la insistencia de los mensajes.
Habéis de saber que con estos cursos se pretende que aumente
la concordia y la tolerancia y que aprendamos a ver lo bueno que hay en los otros,
sin olvidar que para trasmitir algo es necesario la existencia de ese algo, y
disponer de canales adecuados de distribución -comento Ricardito-
Caramba con estos chicos –dijo el abuelo- Si sois tan sensatos
como vuestras explicaciones, la continuidad y grandeza de la familia está
garantizada.
La conversación terminó sosegada a pesar de haber tratado
temas como el relevo generacional, el papel
de la mujer y la situación de los jóvenes.
Unos días después la incorporación de Montserrat a la Empresa
era un hecho, ocupando un despacho contiguo al de su abuelo; pero los primeros
días, el señor Villabuena estaba más nervioso que de costumbre, no sólo
rehusaba la ayuda de su nieta, sino que ni le permitía participar en las
reuniones de los mandos intermedios; pero la joven no se desanimaba por ello.
Ya le habían advertido sus profesores que las barreras que encontraría por ser
mujer sólo podrían vencerse con grandes dosis de preparación, paciencia y
constancia.
Así pasaban los días sin que su abuelo le encomendará gestiones
a realizar pero la joven Montse no quería tirar la toalla, aunque su situación
era incómoda. Los jefes de departamento ni siquiera le hablaban. Éstos habían
oído de su abuelo que ella estaba allí para sustituirle en la dirección, y
empezaban a pensar que una mujer rompería la cadena de mandos que siempre
habían sido y eran hombres.
Entre ellos comentaban: Las mujeres lo quieren todo. El señor
Villabuena tiene razón en que no están preparadas para dirigir una fábrica.
Dios nos libre de una mujer en el mando. Nuestros cargos
serían ocupados de inmediato por otras jovencitas de cuello blanco. Las mujeres
son muy solidarias las unas con las otras.
La joven Montse comprendió que por el único camino que podía
ir familiarizándose con el trabajo era hacer amistad con la secretaria de su
abuelo y todos los días trabajaba para ello.
Por aquellos días Ricardito y Paula ya estaban en la estación de esquí para
participar de las actividades del curso de convivencia y deporte.
Hemos de decir que los chicos y chicas que participaban en
aquella experiencia, procedían de varias comunidades autónomas y el primero de
los objetivos era convivir y descubrir que las diferencias no
son tantas como se pretendía dar a entender desde algunos medios de comunicación
y ciertos dirigentes políticos.
En su alocución de bienvenida, el director de relaciones
públicas de la estación de esquí, les había dicho:
Nos sentimos orgullosos de que esta estación haya sido elegida
para iniciar los programas de "convivencia y deporte", en los que el
ministerio de asuntos sociales tiene puestas grandes esperanzas para un futuro
de concordia.
A continuación les habló el responsable del curso con unas
palabras de salutación para seguir diciendo: Quiero que sepáis que nos sentimos
responsables de vosotros ante vuestros padres y ante la sociedad, al tiempo que
os decimos que estos cursos serán un éxito en la medida en que vosotros
prestéis la necesaria colaboración. Empezando por creeros de verdad que son
necesarios para entender las diferentes sensibilidades de los distintos pueblos
que configuran España.
Nosotros creemos en la persona. Una persona que en lo esencial
y fundamental es igual a los demás. Ciertamente que existen diferencias; pero
estas no son lo más importante. Las diferencias entre seres humanos suelen ser
de color, de cultura, de sexo, de estatura, de forma de entender la vida… y
muchas veces nos quedamos en las cosas visibles, olvidando que el envoltorio de
un regalo, por muy bonito y coloreado que sea, no sustituirá nunca el regalo
que lleva dentro.
Quisiéramos que os fijéis en la pureza y blancura de la nieve
que nos rodea, disfrutéis con su presencia. Que aprendáis a ver en los demás lo
esencial de la persona, sin querer averiguar cuanto peso inservible llevamos
acuestas cada uno. Olvidémonos, por estos días, de los grupos a que estamos
afiliados. Veamos en los demás, personas como nosotros. No tengáis reparo en
deciros que queréis verlo así. Saber que para conseguir cualquier cosa, lo
primero es querer hacerlo.
En el programa que os entregaremos por escrito de las
actividades a realizar, se ha procurado compaginar ejercicio, deporte,
entretenimiento y enseñanzas teóricas y prácticas. Si algo no lo entendéis
preguntar. Y ahora a cenar y a la cama que mañana hay muchas cosas que hacer.
Al día siguiente les despertaron muy temprano para la gimnasia
que, sería seguida de aseo personal y desayuno. Después una amena charla sobre
lo que habría sido de cada uno, si su nacimiento se hubiera producido en otro
lugar y con circunstancias socioeconómicas diferentes. A continuación,
equipados con los esquís a tomar contacto con la nieve.
De regreso, una vez dejados los esquís en su lugar, pasaron a
la sala de conferencias, donde les proyectaron un reportaje sobre la capacidad
de las personas para adaptarse a diferentes formar de vida y sacar el mejor
resultado posible de las situaciones difíciles.
A continuación comida y siesta. Fue entonces cuando Paula se
fijó en el joven que ocupaba la cama del lado derecho, que no era otro que el
chico más rubio y más guapo de cuantos asistían a la convivencia. En aquel
momento el corazón le comenzó a latir bastante rápido, mientras ella se tapaba
la cabeza para ocultar los rojos colores de sus mejillas.
A la mañana siguiente aquel chico se mostraba tan cariñoso que
le hizo pensar que se trataba de un ligón, que veía en ella una pieza más que
sumar a su colección.
Tengo que mantenerme serena y fría -se dijo-. Pues no faltaría más que yo diera
la nota. Así que le contestaba con si y no a cuanto el joven le decía, mientras
pensaba. A este no me acerco nada más que a la hora de dormir y si se propasa
lo digo a los monitores.
El segundo día, el joven apuesto que alteraba el corazón de
Paula, sufrió una aparatosa caída cuando esquiaba. Ella paro para auxiliarle;
pero Alberto –que así se llamaba el joven- viendo la preocupación de la chica,
aparentaba una conmoción que no existía para recibir los mimos de aquella
jovencita que le gustaba como ninguna otra. Cuando llegaron las asistencias el
joven comenzaba a recuperarse de la fingida conmoción diciendo: Ya ha pasado.
No ha sido nada. Estoy bien, en serio; pero de todos modos le llevaron al
botiquín donde le diagnosticaron unas magulladuras sin importancia.
La caída favoreció el acercamiento entre Paula y Alberto, que unos días después
se les veía sentados juntos en el pase de un reportaje sobre otra convivencia en los Alpes Suizos.
Los días posteriores el joven Alberto sentía las molestias de
la caída pero, fiel a la conducta de cualquier enamorado, disimulaba cuanto
podía y más, sobre todo cuando estaba cerca de Paula la que no disimulaba su
atracción por aquel príncipe rubio que había aparecido entre la nieve de las
montañas.
Dejamos a los jóvenes el la estación de esquí para volver a la
fábrica, donde el señor Villabuena sufría un ataque de fiebre que le obligaba a
permanecer en cama varios días, en los que la su nieta Montserrat hubo de
ocuparse de los asuntos urgentes.
La ausencia del abuelo fue bien aprovechada por Montse que,
con su saber y habilidad, se ganó la estima y confianza de la secretaria y de
cuantas personas se vieron obligadas a realizar trámites con ella. Pero el
espaldarazo definitivo se produjo cuando los médicos confirmaron al abuelo una
hepatitis, que le había de tener en reposo al menos tres meses.
Se suele decir que la necesidad hace milagros y la enfermedad
de su abuelo fue poco menos que eso para Montse, porque le permitió disponer de
tiempo suficiente para derribar la creencia negativa sobre las mujeres en la
dirección, a base de pragmatismo y eficacia. Cuantos tuvieron la oportunidad de
colaborar con ella, quedaron maravillados de la maestría con que tomaba las
decisiones y su habilidad para resolver los asuntos.
Y volviendo a la estación de esquí, encontramos a los jóvenes
debatiendo sobre el modo de compaginar deporte, trabajo y sentimientos.
Determinar en su justa medida lo que somos y creemos que nos pertenece, con lo
que son y creen les pertenece a los demás.
En su alocución de despedida el director de la estación les preguntaba:
¿Qué ha cambiado entre vosotros al conoceros? Aparentemente nada. Vosotros sois
los mismos que erais; pero se os ha dicho que las rivalidades no nos han de
llevar al enfrentamiento. Los enfrentamientos proceden de la inseguridad y el
miedo; son una trampa que nos impide disfrutar de nuestras cosas por temor a
que los otros sean mejores. Si nosotros procuramos entrenarnos para la vida
como se debe entrenar para el deporte, nos sentiremos conformes con lo que
somos y que los demás sean como sean.
Montserrat seguía dirigiendo las “Industrias Villabuena” y, su
abuelo se incorporaba como presidente de honor, una vez restablecido de su
enfermedad, uniéndose al coro de voces que alababan la impecable gestión de una
joven que continuaría haciendo historias entre la saga de los Villabuena.
Paula y Ricardo continuaron sus estudios, desplazándose a
esquiar siempre que la nieve y su tiempo se lo permitían, muchas de las veces
acompañados por amigos de la convivencia, entre los que no faltaba Alberto, con
quien Paula aumentaba su amistad. Así pasaban los años en los que Paula pudo
saber que aquel chico rubio tan guapo de quien se había enamorado sin remedio
pertenecía a una familia de la aristocracia, aficionados futbolísticamente hablando,
al equipo del Real Madrid que tantos disgustos proporcionaba a su abuelo, por
la rivalidad con El Barcelona. Pero Paula había aprendido que aquel chico era
esencialmente una persona. Sí. Una persona guapísima, pero persona al fin, con
el que pasados los años formó una familia, en la que los hijos alegraban más
aun a Alberto y Paula que vivían felices.