sábado, abril 04, 2015

MIS RECUERDOS (Sobre la lectura de Lluvia Amarilla)


 

Al leer el libro  “Lluvia Amarilla” se suscitan en mí muchos recuerdos:
Cuando Andrés, el hijo del protagonista de se marchó, su padre ni siquiera se levantó para despedirle; Ya le había dicho que si los abandonaba,  y abandonaba su destino, nunca más volvería a entrar en aquella casa ni volvería a ser mirado como hijo.
Duras palabras para un joven que sólo buscaba  un entorno  mejor donde formar una familia y, en cualquier caso, no hacía otra cosa que seguir el camino de todos los vecinos del pueblo. Sin embargo su madre, que sentía su marcha tanto o más que su padre, le hizo la maleta y le preparó la comida para el viaje. Y es que las madres son lo más grande de este mundo.
Los padres, aunque también quieren, acostumbran a imponer sus decisiones. Y cuando el padre es un sicópata que no quiere ni puede entender las circunstancias y el tiempo que le ha tocado vivir y, cerrado en su proyecto, renuncia al diálogo y la comunicación, viendo sólo enemigos en cuantos pretenden cambiar el rumbo de sus vidas.
Y piensen ustedes a donde había llegado la cerrazón del protagonista cuando utilizaba  la escopeta para impedir que unos propietarios pudieran llevarse utensilios y herramientas que les pertenecían. Y es que en su sin razón,  obcecación y sentimientos maniaco-depresivos había llegado a creer  que todo el pueblo le pertenecía y él era el vigilante  que había de mantener su existencia contra viento y marea.
Yo también nací y me crié en un pueblo de alta montaña de la Alpujarra granadina y a primeros de los años 1.960 sentí la necesidad de abandonar el pueblo (Pampaneira se llama) para buscar en Barcelona otra forma de vida que ofrecían los nuevos tiempos.  Pero se ha de saber que lo necesario no siempre coincide con lo deseado por lo que a mí me hubiera gustado seguir viviendo en el pueblo y por supuesto cerca de mi querida madre. Y no digamos a ella que sentía la separación con toda su alma.
Ambos entendimos que era lo que el tiempo aconsejaba y nos volveríamos a encontrar siempre que fuera posible. El cariño y el entendimiento predominó sobre los sentimientos, en el convencimiento que la separación traería consigo una vida mejor para mí y mi futura familia.
Y tantas eran las posibilidades que Barcelona ofrecía que, unos meses después, me atrevía a pedirles dinero para completar la entrada de un piso, (dinero que recibí en el menor tiempo posible)  
Después por vacaciones regresaba al pueblo de Pampaneira con mi familia donde lo pasábamos felices y regresábamos cargados de cariño y frutos de la tierra.

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