lunes, abril 13, 2015

LAS NORMAS Y LAS LEYES(Opinión de Tomás Martín Cifuentes)


LAS NORMAS Y LAS LEYES

Toda organización, sea del tipo que sea pequeña o grande, ha de tener unas normas que deberían respetar quienes pertenezcan a ella. Los juegos, desde los más sencillos hasta los más populares, incluyendo los que se han convertido en competiciones deportivas, disponen de unas reglas que han de cumplir los que los practican. Y no digamos las poblaciones y los Estados, donde las normas han adquirido el rango de leyes. En los juegos para distracción, las normas, las interpretan los mismos que los practican, lo cual lleva consigo, algunas discusiones con resultados no siempre agradables.

En el caso de las competiciones deportivas se dispone de árbitros que, durante el desarrollo de las mismas, sancionan el incumplimiento de las reglas o normas, informan a instancias superiores para que apliquen, si procede, sanciones por las infracciones más graves.

En lo concerniente a las normas que intervienen en la convivencia de las personas, y por consiguiente de la sociedad, elevadas al rango de leyes, son los jueces y tribunales ayudados por abogados, fiscales y testigos, los encargados de su interpretación y sanción.

Y lo referente a la seguridad (prevención de delitos graves contra las personas, protección del Estado, y cuanto lo compone y para el normal desarrollo de organizaciones legítimas), existen las leyes, más los agentes para hacerlas cumplir, e instancias superiores para confirmar y hacer pagar la cuantía de las sanciones y, si la cosa llega a mayores, se dispone de los jueces, de las fuerzas armadas y de las cárceles; para mantener el orden, evitar el vandalismo y ayudar a las personas y organizaciones a desarrollarse con normalidad. Dicho esto, y quedando claro que las normas y las leyes son necesarias y que se han de tener medios para hacerlas cumplir. Porque, como dijo Cervantes: Las leyes que no se cumplen son como la biga rey de las ranas que al principio las asustó y después tomaban el sol sobre ella. Sin embargo hemos de reseñar que no se debe abusar en la imposición de normas y leyes, creando sólo las que sean necesarias y justas y, teniendo en cuenta la premisa de no cargar con obligaciones excesivas a los que dependan de nosotros, procurando utilizar las de más fácil cumplimiento, porque si los mandatos e imposiciones son muchos y difíciles de cumplir nos haremos desagradables, y terminaremos perdiendo la autoridad; porque, agobiados con tantas normas, se pensará que, algunas de ellas, son innecesarias e injustas, y por tanto, se sentirá el deseo y la predisposición a no cumplirlas y hasta revelarse contra los que las hacen respetar. Seamos por tanto cumplidores de las normas y leyes justas y no impongamos a los demás aquellas que no estemos dispuestos a cumplir nosotros en situación similar, aplicando siempre las de más fácil cumplimiento y utilizando para hacerlas cumplir la persuasión, la fuerza moral, la fuerza de la razón y, en último termino, la imposición y, si no hubiese otro remedio, la fuerza, sin olvidar, que el esfuerzo para hacerlas cumplir, no debe acarrear conflictos superiores a las ventajas que la norma persigue.

Como ejemplo de lo difícil que es hacer cumplir ciertas normas, cuando hay colisión de derechos y deberes, quiero exponer como un grupo de vecinos entusiastas conseguimos transformar un terreno abandonado en un esplendido jardín, en cuya realización nos sentimos más unidos que lo habíamos estado nunca, aportando cada uno su propio esfuerzo y otras cosas de las que disponíamos. Para su conservación se  contrató una persona que puso tanto empeño e ilusión en su cometido que le llevó a olvidar que aquello se había hecho para el disfrute de los vecinos, regañando a los niños y jóvenes, cuando estos andaban sobre la hierba o deterioraban alguna flor. Esto desató tales conflictos, entre vecinos y disgustó tanto al jardinero, que le llevó a dejar el trabajo que había realizado con tanta ilusión.

Afloraron las diferencias entre vecinos, recordando su aportación los que más habían colaborado, en tanto que otros les recriminaban que se creían dueños de lo que no era suyo. Tantas discrepancias hizo imposible un acuerdo para contratar otra persona, quedando el jardín a voluntad de algunos vecinos que lo regaban cuando podían; hasta que, poco a poco, terminó abandonado, al no haberse podido compaginar el sosiego de los mayores y los juegos de los niños y jóvenes, con la ilusión de aquel jardinero que quiso hacer y conservar, más que un jardín, una obra de arte.

Igual pasa con otras muchas cosas: yo he visto jardines municipales concebidos para no ser pisados, que la gente y los perros juegan sobre ellos y, en vez de regaños y castigos, se aplica tolerancia con mejores resultados. Pensemos, por ejemplo en una iglesia, donde una persona informara que la parte de atrás de los bancos es para que se arrodillen las personas de los asientos de atrás y no para mancharlos con la suela del calzado, cosa dificilísima de conseguir, porque muchos terminarían situando la suela del calzado en aquel lugar, ya que  sencillamente resulta más cómodo.

Por eso yo digo que las normas de difícil cumplimiento se han de abolir, a no ser que sean absolutamente imprescindibles.

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