LAS
NORMAS Y LAS LEYES
Toda
organización, sea del tipo que sea pequeña o grande, ha de tener unas normas
que deberían respetar quienes pertenezcan a ella. Los juegos, desde los más
sencillos hasta los más populares, incluyendo los que se han convertido en
competiciones deportivas, disponen de unas reglas que han de cumplir los que
los practican. Y no digamos las poblaciones y los Estados, donde las normas han
adquirido el rango de leyes. En los juegos para distracción, las normas, las
interpretan los mismos que los practican, lo cual lleva consigo, algunas
discusiones con resultados no siempre agradables.
En
el caso de las competiciones deportivas se dispone de árbitros que, durante el
desarrollo de las mismas, sancionan el incumplimiento de las reglas o normas,
informan a instancias superiores para que apliquen, si procede, sanciones por las
infracciones más graves.
En
lo concerniente a las normas que intervienen en la convivencia de las personas,
y por consiguiente de la sociedad, elevadas al rango de leyes, son los jueces y
tribunales ayudados por abogados, fiscales y testigos, los encargados de su
interpretación y sanción.
Y
lo referente a la seguridad (prevención de delitos graves contra las personas,
protección del Estado, y cuanto lo compone y para el normal desarrollo de
organizaciones legítimas), existen las leyes, más los agentes para hacerlas
cumplir, e instancias superiores para confirmar y hacer pagar la cuantía de las
sanciones y, si la cosa llega a mayores, se dispone de los jueces, de las
fuerzas armadas y de las cárceles; para mantener el orden, evitar el vandalismo
y ayudar a las personas y organizaciones a desarrollarse con normalidad. Dicho
esto, y quedando claro que las normas y las leyes son necesarias y que se han
de tener medios para hacerlas cumplir. Porque, como dijo Cervantes: Las leyes
que no se cumplen son como la biga rey de las ranas que al principio las asustó
y después tomaban el sol sobre ella. Sin embargo hemos de reseñar que no se
debe abusar en la imposición de normas y leyes, creando sólo las que sean
necesarias y justas y, teniendo en cuenta la premisa de no cargar con
obligaciones excesivas a los que dependan de nosotros, procurando utilizar las
de más fácil cumplimiento, porque si los mandatos e imposiciones son muchos y
difíciles de cumplir nos haremos desagradables, y terminaremos perdiendo la
autoridad; porque, agobiados con tantas normas, se pensará que, algunas de
ellas, son innecesarias e injustas, y por tanto, se sentirá el deseo y la
predisposición a no cumplirlas y hasta revelarse contra los que las hacen
respetar. Seamos por tanto cumplidores de las normas y leyes justas y no
impongamos a los demás aquellas que no estemos dispuestos a cumplir nosotros en
situación similar, aplicando siempre las de más fácil cumplimiento y utilizando
para hacerlas cumplir la persuasión, la fuerza moral, la fuerza de la razón y,
en último termino, la imposición y, si no hubiese otro remedio, la fuerza, sin
olvidar, que el esfuerzo para hacerlas cumplir, no debe acarrear conflictos
superiores a las ventajas que la norma persigue.
Como
ejemplo de lo difícil que es hacer cumplir ciertas normas, cuando hay colisión
de derechos y deberes, quiero exponer como un grupo de vecinos entusiastas
conseguimos transformar un terreno abandonado en un esplendido jardín, en cuya
realización nos sentimos más unidos que lo habíamos estado nunca, aportando
cada uno su propio esfuerzo y otras cosas de las que disponíamos. Para su
conservación se contrató una persona que
puso tanto empeño e ilusión en su cometido que le llevó a olvidar que aquello
se había hecho para el disfrute de los vecinos, regañando a los niños y
jóvenes, cuando estos andaban sobre la hierba o deterioraban alguna flor. Esto
desató tales conflictos, entre vecinos y disgustó tanto al jardinero, que le
llevó a dejar el trabajo que había realizado con tanta ilusión.
Afloraron
las diferencias entre vecinos, recordando su aportación los que más habían
colaborado, en tanto que otros les recriminaban que se creían dueños de lo que
no era suyo. Tantas discrepancias hizo imposible un acuerdo para contratar otra
persona, quedando el jardín a voluntad de algunos vecinos que lo regaban cuando
podían; hasta que, poco a poco, terminó abandonado, al no haberse podido
compaginar el sosiego de los mayores y los juegos de los niños y jóvenes, con
la ilusión de aquel jardinero que quiso hacer y conservar, más que un jardín,
una obra de arte.
Igual
pasa con otras muchas cosas: yo he visto jardines municipales concebidos para
no ser pisados, que la gente y los perros juegan sobre ellos y, en vez de
regaños y castigos, se aplica tolerancia con mejores resultados. Pensemos, por
ejemplo en una iglesia, donde una persona informara que la parte de atrás de
los bancos es para que se arrodillen las personas de los asientos de atrás y no
para mancharlos con la suela del calzado, cosa dificilísima de conseguir,
porque muchos terminarían situando la suela del calzado en aquel lugar, ya que sencillamente resulta más cómodo.
Por
eso yo digo que las normas de difícil cumplimiento se han de abolir, a no ser
que sean absolutamente imprescindibles.
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