sábado, octubre 29, 2011

EL CÍRCULO DEL 99

EL CÍRCULO DEL 99
Había Una vez un rey muy triste que tenía un sirviente y éste sirviente era muy feliz. El rey estaba como loco. No conseguía explicarse cómo el paje estaba feliz viviendo de prestado, vistiéndose con ropa usada y alimentándose con los restos de comida de los cortesanos.
Cuando se calmó, llamó al más sabio de sus asesores y le contó lo que sucedía para preguntarle después.
-¿Porqué él es feliz?
Majestad, lo que sucede es que él está fuera del círculo.
-¿Fuera del círculo?
Así es.
-¿Y eso le hace feliz?
No. Majestad, eso lo que no le hace es infeliz.
-A ver si entiendo. ¿Estar en el círculo hace infeliz?
Así es, y él no está.
-¿Y cómo salió?
Nunca entró.
-¿Qué círculo es ese?
El círculo del 99
-Verdaderamente no entiendo nada.
La única manera de que lo entienda ha de ser mostrárselo con hechos.
-¿Cómo?
Haciendo entrar al paje en el círculo.
-Eso, obliguémosle a entrar.
No hace falta, su Majestad. Si le damos la oportunidad, entrará solito, solito.
-¿Pero él no se dará cuenta de que eso es su infelicidad?
Sí. Se dará cuenta.
-Entonces no entrará.
No lo podrá evitar.
-¿Dices que él se dará cuenta de la infelicidad que le causará entrar en ese círculo y, a pesar de ello, entrará en él?
Tal cual Majestad. ¿Está dispuesto a perder un excelente sirviente para poder entender la estructura del círculo?
-Sí.
Bien, esta noche le pasaré a buscar Majestad. Debe tener preparada una bolsa de cuero con 99 monedas de oro; ni una más, ni una menos, 99!!!
-¿Qué más? ¿Llevo a los guardias por si acaso?
Nada más que la bolsa de cuero. Majestad, hasta la noche.
-Hasta la noche.
Así fue. Esa noche, el sabio pasó a buscar al rey. Juntos se desplazaron hasta los patios del palacio y se ocultaron cerca de la casa del paje. Allí esperaron hasta el alba. Cuando dentro de la casa se encendió la primera vela, el hombre sabio cogió la bolsa y le pinchó un papel que decía: “ESTE TESORO ES TUYO. ES EL PREMIO POR SER UN BUEN HOMBRE. DISFRUTALOY NO CUENTES A NADIE COMO LO HAS ENCONTRADO”y lo dejó en la puerta del sirviente.
El sirviente, cuando se disponía a salir, vio la bolsa, la sacudió y al escuchar el sonido metálico se estremeció, apretó la bolsa contra el pecho, miró hacia todos lados y volvió a entrar en su casa.

Él, que no había tocado una de esas monedas, tenía hoy una cantidad de ellas para él. El paje las tocaba y amontonaba, hacía pilas de monedas: una pila de diez, dos pilas de diez, tres pilas, cuatro, cinco, seis… mientras sumaba 10, 20, 30, 40, 50, 60… hasta que formó la última pila: 9 monedas!!!.Su mirada recorrió la mesa primero, buscando una moneda más. Luego el piso y finalmente la bolsa. “No puede ser”, pensó. ¡Me robaron! gritó. Me robaron, malditos!!. 99 monedas. ¡Es mucho dinero!, pensó. Pero me falta una moneda. Noventa y nueve no es un número completo. Cien es un número completo, pero noventa y nueve no.

El rey y su asesor miraban la escena por la ventana. La cara del paje ya no era la misma, estaba con el ceño fruncido y los rasgos tiesos, los ojos se le habían vuelto pequeños y arrugados y la boca mostraba un horrible rictus, por el que se asomaban sus dientes. El sirviente guardó las monedas en la bolsa, la escondió entre la leña y se sentó a hacer cálculos. ¿Cuánto tiempo tendré que ahorrar para comprar la moneda número cien?. Todo el tiempo hablaba solo, en voz alta. Estaba dispuesto a trabajar duro para conseguirla. Después quizás no necesitaría trabajar más. Con cien monedas sería un hombre rico. Con cien monedas se puede vivir tranquilo. Sacó el cálculo.
Si trabajaba y ahorraba su salario y algún dinero extra que recibiera, en 11 ó 12 años juntaría lo necesario. Quizás pudiera pedirle a su esposa que buscara trabajo en el pueblo por un tiempo. Él mismo, después de terminada su tarea en palacio a las cinco de la tarde, podría trabajar hasta la noche. Sacó las cuentas sumando esas extras, en siete u ocho años reuniría el dinero. Y así siguió durante horas haciendo cálculos.

El rey y el sabio volvieron al palacio.
El paje había entrado en el círculo del 99.
Durante los siguientes meses, el sirviente siguió sus planes como se le ocurrieron aquella noche.
Una mañana, el paje entró en la alcoba real golpeando las puertas, refunfuñando y de malas pulgas.
- ¿Qué te pasa?- preguntó el re de buen modo.
Nada me pasa, nada me pasa.
-.Antes reías y cantabas todo el día.
Hago mi trabajo, ¿no? ¿Qué querría su Alteza, que fuera su bufón y su juglar también?

El mal humor y el nerviosismo, del sirviente, proporcionó argumentos al rey para ordenar su despido ya que no le resultaba agradable un sirviente con mal humor.

Siempre nos falta algo para estar completos, y pensamos que sólo completos se puede gozar de lo que se tiene. La felicidad deberá esperar a que completemos lo que nos falta. Y como siempre nos falta algo, la idea retoma el comienzo y nunca se puede gozar de la vida.
Pero ¿que pasaría si nos diéramos cuenta, así de golpe, que nuestras 99 monedas son el son el cien por cien del tesoro, que no nos falta nada, que nadie se quedó con lo nuestro, que nada tiene de más redondo cien que noventa y nueve, que ésta es una trampa, una zanahoria puesta frente a nosotros para que seamos estúpidos, para que estemos todo el día dale que te pego, cansados, malhumorados, infelices o resignados?
¡Cuantas cosas cambiarían si pudiéramos disfrutar de de lo que tenemos tal como está.
Porque ACEPTAR es una cosa y RESIGNARSE es otra. Pero eso es parte de otro cuento.
(Adaptación libre de un antiguo cuento popular)

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