LA CIGARRA Y LA HORMIGA
Era un verano muy caluroso y, como suele suceder cuando el calor aprieta, por los cortijos del cerro las cigarras disfrutaban cantando y cantando al sol que es su ocupación favorita, poniéndose cada día más negras y divirtiéndose con sus conciertos de canto, aunque algunos dicen que a quien divierten es en realidad es al pasajero, no faltando los que discrepan de tal afirmación argumentando que su canto molesta antes que produce placer. No nos vamos a enredar en descubrir cual de las afirmaciones es más o menos cierta, pero lo que no admite discusión es que las cigarras pasan el día cantando y hasta algunas horas en aquellas noches que nosotros no podemos dormir por el exceso de calor.
Había un arbusto en el que cantaba una cigarra llamada Alegría y, justo debajo de éste una colonia de hormigas habían cavado un hormiguero para almacenar toda clase de alimentos para los días de invierno.
Alegría en su canto y diversión se reía del esfuerzo de las hormigas diciendo:
Que vida más dura la de estas hormigas. Siempre caminar y caminar y, casi siempre, cargadas.
Las hormigas seguían su trabajo, no sabemos si divertidas con el canto de la cigarra o quizá aburridas por la repetición del mismo, pero satisfechas a pesar del esfuerzo al comprobar como su almacén se iba llenando de sabrosas semillas. Así pasaron todo el verano y parte del otoño hasta que la temperatura comenzó a descender, el viento a soplar y unos nubarrones amenazaban con lluvia. Las previsoras hormigas se metieron en el hormiguero para resguardarse de la climatología adversa, sabiendo que tenían abundante comida para todo el invierno.
Las cigarras desorientadas volaban de un lado para otro sin saber que hacer. Alegría se acordó de las hormigas que veía trabajar mientras ella cantaba.
Lo mejor será pedirles consejo asomándome a su hormiguero, lo que hizo enseguida preguntándoles:
Vosotras que sois tan listas decirme ¿que debo hacer para soportar el mal tiempo que se avecina?
Se asomó a la entrada del hormiguero la portavoz de ellas para decirle:
Es tarde para pedir consejos y, como no cabes en nuestro hormiguero y tampoco te serviría nuestra comida, debes emprender el vuelo hacia tierras más templadas inmediatamente.
La cigarra de nuestro cuento, se marchó volando hacia la costa pero no pudo llegar a su destino, porque un viento huracanado acompañado de granizos, la lanzó contra el suelo donde pereció.
La historia de las hormigas y las cigarras nos enseña a ser previsores y trabajar con el pensamiento en el futuro, renunciando, muchas veces, al bienestar inmediato y posponer la el disfrute y la satisfacción siempre que sea necesario en bien de los días venideros tanto, para nosotros como para otros seres que se puedan beneficiar de nuestra correcta actuación.
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