sábado, octubre 29, 2011

MAS VALEN MAÑAS QUE FUERZAS




MAS VALEN MAÑAS QUE FUERZAS
Dos mirlos recorrían unos campos de olivos buscando aceitunas, pero éstas eran escasas por lo que tardaron largo tiempo en llenar sus buches.
Las horas transcurridas, las arrugadas y resecas aceitunas que habían tragado, unido al intenso calor que hacía, les producía una sed intensa, por lo que uno de ellos dijo: Tengo mucha sed y no tenemos agua.
Pues yo siento lo mismo -dijo el otro- y estoy seguro que si no logramos beber no podré regresar a la alameda.
Podríamos buscar agua antes de regresar-apuntó el primero-
Me parece bien -contestó el otro- y, para encontrarla más pronto iremos uno por cada lado.

Así lo hicieron, quedando de acuerdo que el que hallase primero el deseado líquido avisaría al otro para compartirlo y regresar juntos después.
Uno de ellos se dirigió al cortijo más próximo, se paró sobre una de las cornisas y empezó a mirar los recipientes que había en el patio y, como desde allí no podía ver el contenido de los diferentes recipientes decidió mirarlos uno por uno revoloteando sobre ellos comprobando que en un jarrón había agua suficiente
Pero estaba tan baja que no podía llegar con su pico por mucho que lo intentaba. El esfuerzo que realizaba para intentar llegar hasta el agua le dejaba cada vez más exhausto. En uno de los intentos se volcó el jarrón, con tan mala fortuna que cayó sobre él dejándole herido de un ala y, no solo eso, también el agua se derramó y en el instante fue absorbida por en suelo.
El mirlo se sintió morir: sin agua para beber, incapacitado para volar y con un cansancio y una sed que ni siquiera le permitía pedir auxilio.
En tanto el otro sediento pájaro recorría, uno tras otro, todos los cortijos que había por aquellos campos hasta que su constancia lo premió viendo agua en un caserío abandonado, aunque con la dificultad de que el agua estaba en un pequeño cántaro y su pico no podía llegar hasta ella. Y mientras pensaba como hacerlo, y gritaba a su compañero para que viniera a ayudar y disfrutar del preciado líquido, se le ocurrió una idea genial: introducir dentro del cántaro, una tras otra, las piedrecillas que encontraba por allí.
Así comenzó a trabajar con entusiasmo y, se fue animando al comprobar que el agua subía cada vez que aumentaba el volumen de las piedras dentro del cántaro, hasta que le permitió beber todo cuanto necesitaba. Después de descansar un poco volvió a llamar con insistencia a su compañero, obteniendo una débil respuesta que apenas pudo entender, por lo que decidió regresar al lugar donde se separaron y decirle que ya tenían agua para los dos. Así lo hizo y conforme se acercaba iba llamando a su compañero de aventuras, oyendo por fin una respuesta clara que decía:
Estoy aquí. Ven a socorrerme.
Al escuchar la solicitud de ayuda, el buen mirlo dio tal impulso al movimiento de sus alas que, le permitió plantarse junto al compañero en poquísimo tiempo. Al llegar junto a él le vio tendido en el suelo, sediento y sin poder volar.
¿Que te ha pasado? Te he llamado muchas veces.
Es que se me volcó el jarrón y me cayó encima derramándose el agua, y aquí me tienes sediento y sin poder moverme.
No te preocupes. Ya tenemos agua para beber.
El buen compañero le ayudó a llegar hasta el botijo y, después de saciarse y descansar un poco, se puso sobre sus alas al mirlo lesionado hasta regresar a la alameda donde convivían felices junto a los demás componentes de la banda –
El mirlo bueno se sentía feliz por haber regresado con el compañero herido y recibir el aplauso de los componentes de la banda.

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