Pueblo de Bubión, provincia de Graanada (España
Fuentes y flores en Bubión
Después de recorrer el pueblo de Bubión por sus calles empedradas, contemplando sus fuentes, sus flores y sus casas de piedra, sentí el deseo de conocer las personas y hechos más importantes de un pueblo tan desparramado que casi todas las viviendas tienen espacio suficiente de terreno para jardín y huerto donde cultivar hortalizas, verduras y frutas, me dirigí al domicilio de D. José Cabrera; Octogenario que, junto a su padre primero y en solitario después, quizá sea la persona o una de ellas que más veces haya realizado el recorrido entre Bubión y Pampaneira, unas veces por el camino y otras por la carretera. Pero cual fue mi sorpresa durante la conversación con él, que una vez tras otra desviaba los comentarios de sus recuerdos hacia Pampaneira, contrariamente a lo que yo pretendía que era información sobre Bubión y sus gentes.
Se recreó contándome como él y su padre vivieron la época de la posguerra, aportando datos precisos de personas que colaboraban y ayudaban a los maquis o “hombres de la sierra” como se les llamaba por aquí, aunque prefiero que sus nombres no salgan a la luz porque podían disgustar a hijos y nietos de alguna persona.
Y, forzado por mi insistencia habló del protagonismo de la familia de los Sargentos, (Manuel, Rafael y Paco) hombres de Bubión, que durante la construcción de las centrales eléctricas de Pampaneira, Las Cebadillas y el Duque, se mostraron valientes y decididos para hacer inversiones en camiones, cuyos servicios ofrecían a empresas como Agroman y la propia Sevillana de Electricidad. Por cierto que yo recuerdo algunas anécdotas relacionadas con el tal Manuel Martín y sus camiones (Manuel Sargento como todos le decían).
Pues bien, este señor un buen día entró al estanco de Pampaneira, depositó sobre el mostrador un taco de billetes algo más voluminoso que una caja de fichas de dominó atados con una cuerda, lo que hizo que cuantos presenciábamos la acción quedáramos impresionados. Y preguntado para qué tanto dinero, respondió que era para pagar la compra de un camión.
Por cierto que aquellos camiones transportaban fundamentalmente arena para la construcción de estructuras de hormigón y Pampaneira era paso obligado por lo que los mozalbetes aprovechábamos para colgarnos de algunos de aquellos camiones que subían algo lentos por la pesada carga que transportaban. Pero una de las noches equivocamos el camión y en vez de subir en un Ford nos colgamos de un Dodge que subía a una velocidad superior y ello fue motivo para que yo no me atreviera a saltar en el momento adecuado, teniendo que esperar hasta la primera parada del camión que por suerte fue en Bubión y no en Las Cebadillas que muy bien pudiera haber sido.
Al termino de la entrevista quede bastante decepcionado porque no había conseguido la información que yo deseaba por lo que un recorrido por las calles y rincones que aún no había visitado contemplando lo que les muestro a continuación.
Como se hacía tarde marche para Pampaneira con la intención de volver otro día para completar la información: .no había encontrado la información:
Solo unos días después volví a Bubón y me dirigí al hostal del Puga y empujando la puerta de entrada un hombre de mediana edad me preguntó:
¿Qué busca por aquí?
- Desearía poder hablar con el señor Puga padre -le respondí-
Pues ahí lo tiene en el huerto. Puede bajar por aquí mismo -me dijo aquel hombre, mientras señalaba el camino a seguir-
Unos segundos después encontraba a Manuel Puga entre las hortalizas de un huerto que parecía recordarle parte de la realización de su obra. Y es que las personas que hemos pasado por dificultades y situaciones insatisfactorias y tuvimos la inquietud y decisión para hurgar en lo desconocido, buscando otras actividades generadoras de ingresos; que vivimos el presente sin dejar de mirar hacia un pasado que nos recuerda que la búsqueda con insistencia y constancia casi siempre produce buenos resultados.
Después de los saludos y los comentarios de rigor la conversación se deslizó sobre la situación actual de ambos, comentándome él que vivía bastante entretenido junto a su esposa, cultivando aquel huerto, desplazándose al cortijo de "La Canal" algunos días y viendo a sus hijos seguir la obra final de su agitada y cambiante vida profesional.
Yo después de hablarle de mi esposa y hermanos que él recordaba bien, le comenté sobre mi afición por la escritura concretada en un libro sobre el pasado y presente de Pampaneira, pero que era reflejo también de los otros pueblos de La Alpujarra Alta, nos sentarnos en la terraza del Hostal que había sido un gran éxito en el pasado reciente y lo sigue siendo, aunque menos por los efectos negativos de la crisis actual.
Le entregué un ejemplar firmado del libro “Pampaneira en la Alpujarra” y le hablé del proyecto de escribir otro libro en el que habían de aparecer personas que, como él, habían realizado acciones que contribuyeron al cambio y engrandecimiento de La Alpujarra.
Mis palabras tuvieron la virtud de hacer de contraseña para abrir el disco duro de las neuronas del cerebro del amigo Puga que, comenzó a mostrar la información acumulada durante años y años de una vida profesional cambiante, complicada y difícil en los más de los casos, pero exitosa al final.
Empezó por decir que lo que había allí en los años de la posguerra ya se conocía y por consiguiente siempre se podría volver a ello si los intentos por penetrar en lo desconocido no ofrecían cosas mejores.
La primera observación que hizo fue que, en los años cincuenta y sesenta, el transporte oficial de viajeros en los pueblos de La Alpujarra era muy deficiente ya que la "Alsina Graell" solo realizaba un viaje al día con unos horarios que obligaban a las personas o familias que se habían de desplazar a Granada a quedarse al menos una noche en la capital, hecho que beneficiaba a las pensiones pero originaba gastos adicionales a los que se desplazaban.
Con esta premisa el Puga decidió comprar un coche para ofrecer a las personas de los pueblos la posibilidad de hacer los viajes que les fueran necesarios por enfermedad grave u otras causas, mejorando el servicio oficial, aunque enseguida comprendió que aquel tipo de transporte no proporcionaba trabajo suficiente para la subsistencia de una familia, por lo que se vio obligado a establecer un recorrido diario de ida y vuelta a Granada.
Aquel servicio fue muy bien aceptado por los pasajeros que salían temprano y después de realizar las gestiones objeto de su desplazamiento volvían a sus casas el mismo día, evitando pernotar en Granda con lo que ello comportaba de gastos y molestias. Ni que decir tiene que aquello funcionaba bien, pero como otras personas empezaron a imitarle, comenzaron las reclamaciones de los dirigentes de la "Alsina Graell" al comprobar que muchos viajeros se pasaban a los servicios alternativos.
Hemos de recordar que la empresa “Alsina Graell” tenía unos contratos de transporte en exclusividad para viajeros y valijas de correo en aquellos años.
El resultado de todo aquello fue una persecución de la Guardia Civil hacia el servicio de los coches que era un bien para la gente, pero ilegal desde el punto de vista de la Administración.
Así la guardia civil no solo los denunciaba por establecer servicios diarios de ida y vuelta a Granada recogiendo pasajeros por el camino, sino que estaban atentos a cualquier infracción de tráfico que pudieran cometer para endosarles la correspondiente receta sancionadora.
En aquella situación el trabajo del Puga se hacía muy difícil, aunque él resistía el acoso de los guardias, alternando los servicios urgentes a médicos y hospitales con los de llevar y traer viajeros en el itinerario fijo de ida y vuelta a Granado por lo que era perseguido y sancionado.
Me cuenta que una noche le llamó una señora de Pampaneira, llamada Clementina, para que trasladara al Hospital a su hija que estaba con los dolores de un parto que parecía presentarse mal. Y cual sería la fijación que los agentes de la Benemérita tenían con él, que le persiguieron mientras la joven sufría tremendos dolores de parto, hasta tal punto, que hubo de desviarse en el Empalme de las Acequias porque el niño comenzaba a salir.
Hasta el desvío le siguieron los agentes que con ironía le comentaron: ¡Escondiéndose de nosotros!
A los que contestó el Puga:
Ya ven lo que estamos haciendo.
Por cierto que cuando los guardias vieron a una criatura recién nacida en aquellas condiciones se dieron la vuelta y marcharon por donde habían venido sin preguntar siquiera si necesitaban ayuda. Y ciertamente que la necesitaban ya que la abuela de la criatura hubo de utilizar una navaja del propio Puga para cortar el cordón umbilical. Y para limpiar lo imprescindible se hubo de sacar agua caliente del radiador del coche. Y realizado lo más urgente regresaron a Pampaneira con un ciudadano más.
En otra ocasión le llamaron también de Pampaneira para que trasladara al hospital a un hombre que había quedado malherido por el derrumbe de una pared de su propia casa y el traslado salió con tan mala fortuna que antes de llegar a Granada el herido había fallecía. Y a la muerte le seguían los trámites burocráticos para el regreso y el pago de las tasas correspondientes, ya que en aquellos tiempos se había de pagar por cada municipio que se pasara con un cadáver; y para evitar todo aquello allí estaba el Puga para retornar el difunto bien tapado y con advertencia a la viuda que no se podía derramar ni una sola lágrima durante el recorrido de vuelta.
Hay una anécdota relacionada conmigo, el Puga y su coche, ya que el que les escribe tenía una pretendienta en Busquístar y la relación con ella no pasaba por la mejor situación, por lo que organicé un viaje con dos amigos más, y otras tantas chicas, al pueblo de la joven, la que quedó impresionada viéndonos con un coche a nuestra disposición y en aquel día nuestras desavenencias quedaron solventadas, aunque posteriormente el noviazgo terminaría rompiéndose definitivamente.
Es curioso que buscando información de Bubión siempre me topaba con anécdotas relacionadas con Pampaneira, pero que se le va hacer: sabido es que las más de las veces no se consigue aquello que se desea y hemos de conformarnos con la dura realidad como le ocurrió al amigo Puga cuando su viejo coche empezó a tener avería tras avería y hubo de sustituirlo por otro de estructura más grande y equipado con un motor de camión con tanta potencia que muy bien podía haber hecho los recorridos sin cambiar de marcha.
Lo que no varió fue la persecución de la Guardia Civil y los días que pasaba en Granada por la placeta de la Trinidad y sus alrededores tratando de conseguir viajeros de regreso para los pueblos. Y uno de aquellos días se le presentó un hombre llorando y diciéndo que tenía a un niño muerto en una posada de la calle Las Tablas, sin dinero y sin saber como lo iba a regresar al pueblo (después supo el bueno del Puga que otros se habían negado a llevarlo), pero él que hacía cuanto podía por la gente ayudó a aquel hombre a meter el niño en el coche envuelto en una manta, con la consabida consigna de no llorar y asumiendo el riesgo de que una pareja de guardias lo descubriera para endosarles las oportunas denuncias. El caso fue que bien entrada la noche llegaron a Busquístar y a la entrada del pueblo dejó al padre con su hijo muerto en los brazos y cuatro o cinco días después, aquel hombre, se presentó en Bubión para preguntarle cuanto le iba a cobrar.
Los viajes a Busquistar terminaron enamorándole de una chica de allí que terminó siendo la esposa que le ha acompañado en lo malo, en lo bueno y en lo regular y le sigue acompañando durante la edad de la merecida jubilación.
Pero siguiendo con lo del coche hemos de decir que en ocasiones le hablaban de hacer un viaje a Barcelona, aunque los pasajeros eran insuficientes, lo cual le obligaba a merodear por la estación del tren y sus alrededores (enGranada) con el objetivo de completar viaje robando viajeros al ferrocarril, con el aliciente de precios más bajos; y es que en los años sesenta llevaba las personas a Barcelona y su comarca por 400 pesetas.
Y a pesar de tantas triquiñuelas llegó el momento que los viajes a Granada se hicieron inviables por el poco personal que quedaba en los pueblos debido a la masiva emigración.
Fue el momento de emigrar a Alemania, como tantos otros lo habían hecho, aunque tampoco resultó la solución buscada teniendo que volver al pueblo y al cultivo de la tierra que había quedado temporalmente interrumpido.
La verdad era que en aquellos años se daba una circunstancia favorable como el aumento del consumo de judías verdes, tanto en España como en los países desarrollos de Europa, y en las costas de Granada y Almería se dedicaban a su siembra y cultivo para lo que necesitaban las semillas adecuadas y éstas podían criarse en los pueblos de la Alpujarra Alta y Bubión era uno de de ellos.
Así, Manuel Puga comenzó a sembrar de las habichuelas que requerían los agricultores de la costa para semillas de sus campos. Siempre con la condición impuesta por ellos que fueran de las variedades que deseaban, fundamentalmente Coras y Mochas.
Pero como ha sucedido tantas veces la picaresca entra en las actividades normales y complica las cosas. Y así sucedió con la semilla de las judías; especialmente la semilla de las habichuelas Mochas que sus semillas eran idénticas a otra variedad llamada de Gancho de Romana. Y claro, cuando en la costa sembraban pensando en unas habichuelas sin hebra y le nacían otras que crecían y crecían sin límite o quizá revueltas de unas y de otras les causaban muchísimas molestias y tener que arrancar las de la variedad inesperada como si de malas hierbas se tratara, pero si las no deseadas eran tantas que al arrancarlas quedaban los campos despoblados resultaba siendo una verdadera desgracia.
Aquella situación creó la desconfianza entre los compradores de semillas que necesitaban la seguridad de que las que compraban era de la variedad que querían sembrar, sin mezclas, y ello propició el nacimiento de unos intermediarios que ofrecían garantías a los agricultores de la costa y seguridad de venta a los de La Alpujarra. De esta manera aquellos intermediarios aportaban la semilla a los agricultores de la Alpujarra primero (incluido nuestro hombre) garantizándoles precio para la compra de toda la cosecha que consiguieran, con la condición de poder inspeccionar sus cultivos y la recolección de los mismos sin limitación alguna, para cerciorarse que se trataba de la variedad que habían garantizado a los agricultores de la costa.
Aquello empezó a funcionar bien hasta que los intermediarios se fueron haciendo fuertes y cada vez pagaban menos a los labradores de la Sierra y cobraban más a los de la Costa.
El resultado final de aquello fue que Manuel Puga cansado, como otros agricultores, del manejo y las imposiciones de los intermediarios, pero menos resignado que los demás, puso en marcha el coche todo-terreno y se marchó a las poblaciones de la costa granadina para comprobar la situación sobre el terreno y averiguar que pensaban los compradores de la situación.
El resultado fue que el coche quedó aparcado en Carchuna y se dirigió a Asturias, Via Madrid, con la compañía de uno de aquellos productores de judías verdes. Pero una vez en Oviedo pudieron comprobar que habían llegado al lugar inadecuado, ya que allí de habichuelas nada, al menos de las que ellos buscaban.
Algo decepcionados, pero decididos a seguir preguntando, consiguieron la información de que habían dirigirse a San Martín del Camino.
Sin pensarlo dos veces, utilizando un pequeño coche alquilado por nuestro hombre se desplazaron hasta el pueblo que les habían indicado y una vez allí sucedió una cosa imprevista para el Puga, que su acompañante encontró a un amigo que tenía una Corría de verduras y hortalizas en el propio Carchuna. El resultado de aquel encuentro fue una propuesta por parte de aquel señor de salir a tomar unas copas. Pero El Puga, listo donde los hubiera, declinó la invitación con la excusa de que estaba muy cansado y necesita meterse en la cama enseguida.
A la mañana siguiente, mientras el Puga preguntaba y preguntaba por las semillas que les habían llevado hasta allí, su acompañante y amigos estaban borrachos y habían de dormir la mona.
El trabajo de búsqueda y preguntas de nuestro hombre dio como resultado el descubrimiento de un almacén de venta al mayor situado en un polígono industrial con una serie de naves adosadas que ocupaban una extensión inmensa, con máquinas para apilar los diferentes productos, ya que los agricultores llevaban allí sus cosechas para su venta y le compraban los fertilizantes y semillas.
A la entrada del almacén, el Puga, vio a un empleado al que preguntó por el jefe y recibió por respuesta que no sabía si el dueño se encontraba allí tan temprano. Pero espere aquí -le dijo- que ahora voy a comprobar si ha llegado. Y unos minutos después volvía para decirle:
Pase para adentro y en la puerta de la izquierda le recibirá el dueño.
Unos minutos después se encontraba sentado frente a un hombre que saludó para comentarle a continuación que necesitaba semilla de habichuelas para la siembre de judías verdes. El dueño y responsable del almacén le informó que disponía de cuanta semilla de alubias necesitara al tiempo que salía del despacho invitándole a seguirle por una serie de pasillos y laberintos hasta llegar a una nave donde estaban las habichuelas que el Puga buscaba (alubias le llamaba el almacenista). A nuestro hombre se le pusieron los ojos como platos al ver tantas habichuelas juntas, diciéndose para sus adentros ¡Aquí está lo que yo busco!
Confirmado por parte del Puga que era aquello lo que él buscaba, regresaron al despacho donde comentó al dueño del almacén. Yo tengo muchísimos clientes para que les proporcione las semillas de alubias para sus campos de producción de judía verdes con una condición, que la semilla ha de ser pura y sin ningún tipo de mezcla y como garantía exigen dejar de pagar una parte hasta que se vea el resultado de la siembra.
Por eso no habrá problema porque estas alubias si no fueran puras no estarían en este almacén.
Ya solo faltaba hablar sobre el precio que resultó ser de 150 pesetas por kilo. (Otra sorpresa tremenda ya que en la costa se estaban pagando a 600).
Hablaron de garantías, acordando que los pedidos se harían por teléfono, forma de pago y como hacer llegar las alubias a los productores de la Costa de Granada y Almería. Y el Puga ingresaría el pago correspondiente en una cuenta bancaria.
Aclarados todos los puntos, se escribió un documento que firmaron ambos y se despidieron con el propósito de que el acuerdo comercial a que habían llegado les proporcionara años y años de leal colaboración.
Cuando el Puga salió del almacén y se vio acomodado el coche que le esperaba, respiró profundo y se dijo: Aquí puede estar lo que se me ha estado resistiendo durante años y años.
Como su acompañante estaba más interesado en pasarse unos días en lo que para él eran unas divertidas vacaciones, nuestro hombre regresó a Carchuna subió a su coche y se dirigió a contactar con los compradores de semilla. Y no fueron pocos los agricultores que confiaron en él y formalizaron los pedidos.
El resultado fue espectacular, ya que llegó el tiempo que él solo manejaba teléfonos y cuentas bancarias, y la suya subía como la espuma.
Viéndose con cierta cantidad de dinero acumulado en el banco empezó a pensar en algo con proyección a más largo plazo, por lo que comenzó a mirar algunos huertos de su pueblo viendo en ello el futuro de un turismo rural que comenzaba despertar.
Comentado con Juan Robles López, cuñado del que les escribe, que hizo de intermediario para la compra del deseado huerto en un lugar excelente de Bubión, por lo que recibió una comisión de 10.000 pesetas, donde el Puga hizo construir un Hostal que fue un acierto pleno, compartiendo con su esposa el funcionamiento del establecimiento mientras criaban unos hijos que finalmente terminaron haciéndose cargo de el, mientas mi amigo Manuel Puga pasa los días de jubilación cultivando hortalizas el los terrenos sobrantes de la construcción, algunos de los días sube al cortijo de la Canal. Y cuando les parece se van a pasar unos días en la segunda vivienda de Almuñécar.
Y ya que, el Puga ha sacado el nombre de Juan Robles, justo es decir que éste fue uno de los hombres sobresalientes de Bubión, puesto que también supo ver posibilidades fuera de la agricultura por lo que fue alternado la ganadería de ovejas y vacas, aprovechando su habilidad de negociador para conseguir financiación de ahorradores particulares y pastos, tanto en la Sierra como en la Costa, cuyos propietarios le arrendaban con preferencia. Un pastor de Capileira llamado Román que pastoreara durante años las ovejas . Un hombre con la inteligencia suficiente para decir lo que convenía en cada momento y hasta se atrevía con los chistes en los días de matanza u alguna otra celebración como el siguiente:
“Una caravana de gitanos pasaba por Bubión al tiempo que una mujer hacía un recuento de sus gallinas que campaban libres por las calles, y por más que miraba no veía por ninguna parte a su pava preferida, por lo que pregunto a un gitano con un gran bigote y que cerraba la expedición:
¿Ha visto por aquí una pava que me falta?
El gitano muy serio y respetuoso le contestó
Yo no la he visto, pero preguntaré a mi Tapalá.
Y dirigiéndose a su compañera y esposa que improvisadamente bautizó con el nombre de Tapalá (para recomendarle que había de tapar la pava que llevaba bajo sus amplía y largas enaguas) le dijo:
Tapalá ¿has visto una pava?
Y siguiendo con algunos de los hermanos Robles de Bubión, podemos decir que fueron unos adelantados en comprar ganado y tierras, utilizando la financiación de los ahorradores.
Y para resaltar el hecho, Sebastián Robles solía decir que había aprendido a escribir firmando recibos de deuda.
Terminados los comentarios e información regresé por el sendero del monte pasando por un negocio de caballos para su monta y paseos por los senderos y caminos.
Caminantes por el sendero
Y, forzado por mi insistencia habló del protagonismo de la familia de los Sargentos, (Manuel, Rafael y Paco) hombres de Bubión, que durante la construcción de las centrales eléctricas de Pampaneira, Las Cebadillas y el Duque, se mostraron valientes y decididos para hacer inversiones en camiones, cuyos servicios ofrecían a empresas como Agroman y la propia Sevillana de Electricidad. Por cierto que yo recuerdo algunas anécdotas relacionadas con el tal Manuel Martín y sus camiones (Manuel Sargento como todos le decían).
Pues bien, este señor un buen día entró al estanco de Pampaneira, depositó sobre el mostrador un taco de billetes algo más voluminoso que una caja de fichas de dominó atados con una cuerda, lo que hizo que cuantos presenciábamos la acción quedáramos impresionados. Y preguntado para qué tanto dinero, respondió que era para pagar la compra de un camión.
Por cierto que aquellos camiones transportaban fundamentalmente arena para la construcción de estructuras de hormigón y Pampaneira era paso obligado por lo que los mozalbetes aprovechábamos para colgarnos de algunos de aquellos camiones que subían algo lentos por la pesada carga que transportaban. Pero una de las noches equivocamos el camión y en vez de subir en un Ford nos colgamos de un Dodge que subía a una velocidad superior y ello fue motivo para que yo no me atreviera a saltar en el momento adecuado, teniendo que esperar hasta la primera parada del camión que por suerte fue en Bubión y no en Las Cebadillas que muy bien pudiera haber sido.
Al termino de la entrevista quede bastante decepcionado porque no había conseguido la información que yo deseaba por lo que un recorrido por las calles y rincones que aún no había visitado contemplando lo que les muestro a continuación.
Fuente en la plaza de la iglesia
Fuentes en Bubión
Tina sobre la calle
Como se hacía tarde marche para Pampaneira con la intención de volver otro día para completar la información: .no había encontrado la información:
Solo unos días después volví a Bubón y me dirigí al hostal del Puga y empujando la puerta de entrada un hombre de mediana edad me preguntó:
¿Qué busca por aquí?
- Desearía poder hablar con el señor Puga padre -le respondí-
Pues ahí lo tiene en el huerto. Puede bajar por aquí mismo -me dijo aquel hombre, mientras señalaba el camino a seguir-
Unos segundos después encontraba a Manuel Puga entre las hortalizas de un huerto que parecía recordarle parte de la realización de su obra. Y es que las personas que hemos pasado por dificultades y situaciones insatisfactorias y tuvimos la inquietud y decisión para hurgar en lo desconocido, buscando otras actividades generadoras de ingresos; que vivimos el presente sin dejar de mirar hacia un pasado que nos recuerda que la búsqueda con insistencia y constancia casi siempre produce buenos resultados.
Después de los saludos y los comentarios de rigor la conversación se deslizó sobre la situación actual de ambos, comentándome él que vivía bastante entretenido junto a su esposa, cultivando aquel huerto, desplazándose al cortijo de "La Canal" algunos días y viendo a sus hijos seguir la obra final de su agitada y cambiante vida profesional.
Yo después de hablarle de mi esposa y hermanos que él recordaba bien, le comenté sobre mi afición por la escritura concretada en un libro sobre el pasado y presente de Pampaneira, pero que era reflejo también de los otros pueblos de La Alpujarra Alta, nos sentarnos en la terraza del Hostal que había sido un gran éxito en el pasado reciente y lo sigue siendo, aunque menos por los efectos negativos de la crisis actual.
Le entregué un ejemplar firmado del libro “Pampaneira en la Alpujarra” y le hablé del proyecto de escribir otro libro en el que habían de aparecer personas que, como él, habían realizado acciones que contribuyeron al cambio y engrandecimiento de La Alpujarra.
Mis palabras tuvieron la virtud de hacer de contraseña para abrir el disco duro de las neuronas del cerebro del amigo Puga que, comenzó a mostrar la información acumulada durante años y años de una vida profesional cambiante, complicada y difícil en los más de los casos, pero exitosa al final.
Empezó por decir que lo que había allí en los años de la posguerra ya se conocía y por consiguiente siempre se podría volver a ello si los intentos por penetrar en lo desconocido no ofrecían cosas mejores.
La primera observación que hizo fue que, en los años cincuenta y sesenta, el transporte oficial de viajeros en los pueblos de La Alpujarra era muy deficiente ya que la "Alsina Graell" solo realizaba un viaje al día con unos horarios que obligaban a las personas o familias que se habían de desplazar a Granada a quedarse al menos una noche en la capital, hecho que beneficiaba a las pensiones pero originaba gastos adicionales a los que se desplazaban.
Con esta premisa el Puga decidió comprar un coche para ofrecer a las personas de los pueblos la posibilidad de hacer los viajes que les fueran necesarios por enfermedad grave u otras causas, mejorando el servicio oficial, aunque enseguida comprendió que aquel tipo de transporte no proporcionaba trabajo suficiente para la subsistencia de una familia, por lo que se vio obligado a establecer un recorrido diario de ida y vuelta a Granada.
Aquel servicio fue muy bien aceptado por los pasajeros que salían temprano y después de realizar las gestiones objeto de su desplazamiento volvían a sus casas el mismo día, evitando pernotar en Granda con lo que ello comportaba de gastos y molestias. Ni que decir tiene que aquello funcionaba bien, pero como otras personas empezaron a imitarle, comenzaron las reclamaciones de los dirigentes de la "Alsina Graell" al comprobar que muchos viajeros se pasaban a los servicios alternativos.
Hemos de recordar que la empresa “Alsina Graell” tenía unos contratos de transporte en exclusividad para viajeros y valijas de correo en aquellos años.
El resultado de todo aquello fue una persecución de la Guardia Civil hacia el servicio de los coches que era un bien para la gente, pero ilegal desde el punto de vista de la Administración.
Así la guardia civil no solo los denunciaba por establecer servicios diarios de ida y vuelta a Granada recogiendo pasajeros por el camino, sino que estaban atentos a cualquier infracción de tráfico que pudieran cometer para endosarles la correspondiente receta sancionadora.
En aquella situación el trabajo del Puga se hacía muy difícil, aunque él resistía el acoso de los guardias, alternando los servicios urgentes a médicos y hospitales con los de llevar y traer viajeros en el itinerario fijo de ida y vuelta a Granado por lo que era perseguido y sancionado.
Me cuenta que una noche le llamó una señora de Pampaneira, llamada Clementina, para que trasladara al Hospital a su hija que estaba con los dolores de un parto que parecía presentarse mal. Y cual sería la fijación que los agentes de la Benemérita tenían con él, que le persiguieron mientras la joven sufría tremendos dolores de parto, hasta tal punto, que hubo de desviarse en el Empalme de las Acequias porque el niño comenzaba a salir.
Hasta el desvío le siguieron los agentes que con ironía le comentaron: ¡Escondiéndose de nosotros!
A los que contestó el Puga:
Ya ven lo que estamos haciendo.
Por cierto que cuando los guardias vieron a una criatura recién nacida en aquellas condiciones se dieron la vuelta y marcharon por donde habían venido sin preguntar siquiera si necesitaban ayuda. Y ciertamente que la necesitaban ya que la abuela de la criatura hubo de utilizar una navaja del propio Puga para cortar el cordón umbilical. Y para limpiar lo imprescindible se hubo de sacar agua caliente del radiador del coche. Y realizado lo más urgente regresaron a Pampaneira con un ciudadano más.
En otra ocasión le llamaron también de Pampaneira para que trasladara al hospital a un hombre que había quedado malherido por el derrumbe de una pared de su propia casa y el traslado salió con tan mala fortuna que antes de llegar a Granada el herido había fallecía. Y a la muerte le seguían los trámites burocráticos para el regreso y el pago de las tasas correspondientes, ya que en aquellos tiempos se había de pagar por cada municipio que se pasara con un cadáver; y para evitar todo aquello allí estaba el Puga para retornar el difunto bien tapado y con advertencia a la viuda que no se podía derramar ni una sola lágrima durante el recorrido de vuelta.
Hay una anécdota relacionada conmigo, el Puga y su coche, ya que el que les escribe tenía una pretendienta en Busquístar y la relación con ella no pasaba por la mejor situación, por lo que organicé un viaje con dos amigos más, y otras tantas chicas, al pueblo de la joven, la que quedó impresionada viéndonos con un coche a nuestra disposición y en aquel día nuestras desavenencias quedaron solventadas, aunque posteriormente el noviazgo terminaría rompiéndose definitivamente.
Es curioso que buscando información de Bubión siempre me topaba con anécdotas relacionadas con Pampaneira, pero que se le va hacer: sabido es que las más de las veces no se consigue aquello que se desea y hemos de conformarnos con la dura realidad como le ocurrió al amigo Puga cuando su viejo coche empezó a tener avería tras avería y hubo de sustituirlo por otro de estructura más grande y equipado con un motor de camión con tanta potencia que muy bien podía haber hecho los recorridos sin cambiar de marcha.
Lo que no varió fue la persecución de la Guardia Civil y los días que pasaba en Granada por la placeta de la Trinidad y sus alrededores tratando de conseguir viajeros de regreso para los pueblos. Y uno de aquellos días se le presentó un hombre llorando y diciéndo que tenía a un niño muerto en una posada de la calle Las Tablas, sin dinero y sin saber como lo iba a regresar al pueblo (después supo el bueno del Puga que otros se habían negado a llevarlo), pero él que hacía cuanto podía por la gente ayudó a aquel hombre a meter el niño en el coche envuelto en una manta, con la consabida consigna de no llorar y asumiendo el riesgo de que una pareja de guardias lo descubriera para endosarles las oportunas denuncias. El caso fue que bien entrada la noche llegaron a Busquístar y a la entrada del pueblo dejó al padre con su hijo muerto en los brazos y cuatro o cinco días después, aquel hombre, se presentó en Bubión para preguntarle cuanto le iba a cobrar.
Los viajes a Busquistar terminaron enamorándole de una chica de allí que terminó siendo la esposa que le ha acompañado en lo malo, en lo bueno y en lo regular y le sigue acompañando durante la edad de la merecida jubilación.
Pero siguiendo con lo del coche hemos de decir que en ocasiones le hablaban de hacer un viaje a Barcelona, aunque los pasajeros eran insuficientes, lo cual le obligaba a merodear por la estación del tren y sus alrededores (enGranada) con el objetivo de completar viaje robando viajeros al ferrocarril, con el aliciente de precios más bajos; y es que en los años sesenta llevaba las personas a Barcelona y su comarca por 400 pesetas.
Y a pesar de tantas triquiñuelas llegó el momento que los viajes a Granada se hicieron inviables por el poco personal que quedaba en los pueblos debido a la masiva emigración.
Fue el momento de emigrar a Alemania, como tantos otros lo habían hecho, aunque tampoco resultó la solución buscada teniendo que volver al pueblo y al cultivo de la tierra que había quedado temporalmente interrumpido.
La verdad era que en aquellos años se daba una circunstancia favorable como el aumento del consumo de judías verdes, tanto en España como en los países desarrollos de Europa, y en las costas de Granada y Almería se dedicaban a su siembra y cultivo para lo que necesitaban las semillas adecuadas y éstas podían criarse en los pueblos de la Alpujarra Alta y Bubión era uno de de ellos.
Así, Manuel Puga comenzó a sembrar de las habichuelas que requerían los agricultores de la costa para semillas de sus campos. Siempre con la condición impuesta por ellos que fueran de las variedades que deseaban, fundamentalmente Coras y Mochas.
Pero como ha sucedido tantas veces la picaresca entra en las actividades normales y complica las cosas. Y así sucedió con la semilla de las judías; especialmente la semilla de las habichuelas Mochas que sus semillas eran idénticas a otra variedad llamada de Gancho de Romana. Y claro, cuando en la costa sembraban pensando en unas habichuelas sin hebra y le nacían otras que crecían y crecían sin límite o quizá revueltas de unas y de otras les causaban muchísimas molestias y tener que arrancar las de la variedad inesperada como si de malas hierbas se tratara, pero si las no deseadas eran tantas que al arrancarlas quedaban los campos despoblados resultaba siendo una verdadera desgracia.
Aquella situación creó la desconfianza entre los compradores de semillas que necesitaban la seguridad de que las que compraban era de la variedad que querían sembrar, sin mezclas, y ello propició el nacimiento de unos intermediarios que ofrecían garantías a los agricultores de la costa y seguridad de venta a los de La Alpujarra. De esta manera aquellos intermediarios aportaban la semilla a los agricultores de la Alpujarra primero (incluido nuestro hombre) garantizándoles precio para la compra de toda la cosecha que consiguieran, con la condición de poder inspeccionar sus cultivos y la recolección de los mismos sin limitación alguna, para cerciorarse que se trataba de la variedad que habían garantizado a los agricultores de la costa.
Aquello empezó a funcionar bien hasta que los intermediarios se fueron haciendo fuertes y cada vez pagaban menos a los labradores de la Sierra y cobraban más a los de la Costa.
El resultado final de aquello fue que Manuel Puga cansado, como otros agricultores, del manejo y las imposiciones de los intermediarios, pero menos resignado que los demás, puso en marcha el coche todo-terreno y se marchó a las poblaciones de la costa granadina para comprobar la situación sobre el terreno y averiguar que pensaban los compradores de la situación.
El resultado fue que el coche quedó aparcado en Carchuna y se dirigió a Asturias, Via Madrid, con la compañía de uno de aquellos productores de judías verdes. Pero una vez en Oviedo pudieron comprobar que habían llegado al lugar inadecuado, ya que allí de habichuelas nada, al menos de las que ellos buscaban.
Algo decepcionados, pero decididos a seguir preguntando, consiguieron la información de que habían dirigirse a San Martín del Camino.
Sin pensarlo dos veces, utilizando un pequeño coche alquilado por nuestro hombre se desplazaron hasta el pueblo que les habían indicado y una vez allí sucedió una cosa imprevista para el Puga, que su acompañante encontró a un amigo que tenía una Corría de verduras y hortalizas en el propio Carchuna. El resultado de aquel encuentro fue una propuesta por parte de aquel señor de salir a tomar unas copas. Pero El Puga, listo donde los hubiera, declinó la invitación con la excusa de que estaba muy cansado y necesita meterse en la cama enseguida.
A la mañana siguiente, mientras el Puga preguntaba y preguntaba por las semillas que les habían llevado hasta allí, su acompañante y amigos estaban borrachos y habían de dormir la mona.
El trabajo de búsqueda y preguntas de nuestro hombre dio como resultado el descubrimiento de un almacén de venta al mayor situado en un polígono industrial con una serie de naves adosadas que ocupaban una extensión inmensa, con máquinas para apilar los diferentes productos, ya que los agricultores llevaban allí sus cosechas para su venta y le compraban los fertilizantes y semillas.
A la entrada del almacén, el Puga, vio a un empleado al que preguntó por el jefe y recibió por respuesta que no sabía si el dueño se encontraba allí tan temprano. Pero espere aquí -le dijo- que ahora voy a comprobar si ha llegado. Y unos minutos después volvía para decirle:
Pase para adentro y en la puerta de la izquierda le recibirá el dueño.
Unos minutos después se encontraba sentado frente a un hombre que saludó para comentarle a continuación que necesitaba semilla de habichuelas para la siembre de judías verdes. El dueño y responsable del almacén le informó que disponía de cuanta semilla de alubias necesitara al tiempo que salía del despacho invitándole a seguirle por una serie de pasillos y laberintos hasta llegar a una nave donde estaban las habichuelas que el Puga buscaba (alubias le llamaba el almacenista). A nuestro hombre se le pusieron los ojos como platos al ver tantas habichuelas juntas, diciéndose para sus adentros ¡Aquí está lo que yo busco!
Confirmado por parte del Puga que era aquello lo que él buscaba, regresaron al despacho donde comentó al dueño del almacén. Yo tengo muchísimos clientes para que les proporcione las semillas de alubias para sus campos de producción de judía verdes con una condición, que la semilla ha de ser pura y sin ningún tipo de mezcla y como garantía exigen dejar de pagar una parte hasta que se vea el resultado de la siembra.
Por eso no habrá problema porque estas alubias si no fueran puras no estarían en este almacén.
Ya solo faltaba hablar sobre el precio que resultó ser de 150 pesetas por kilo. (Otra sorpresa tremenda ya que en la costa se estaban pagando a 600).
Hablaron de garantías, acordando que los pedidos se harían por teléfono, forma de pago y como hacer llegar las alubias a los productores de la Costa de Granada y Almería. Y el Puga ingresaría el pago correspondiente en una cuenta bancaria.
Aclarados todos los puntos, se escribió un documento que firmaron ambos y se despidieron con el propósito de que el acuerdo comercial a que habían llegado les proporcionara años y años de leal colaboración.
Cuando el Puga salió del almacén y se vio acomodado el coche que le esperaba, respiró profundo y se dijo: Aquí puede estar lo que se me ha estado resistiendo durante años y años.
Como su acompañante estaba más interesado en pasarse unos días en lo que para él eran unas divertidas vacaciones, nuestro hombre regresó a Carchuna subió a su coche y se dirigió a contactar con los compradores de semilla. Y no fueron pocos los agricultores que confiaron en él y formalizaron los pedidos.
El resultado fue espectacular, ya que llegó el tiempo que él solo manejaba teléfonos y cuentas bancarias, y la suya subía como la espuma.
Viéndose con cierta cantidad de dinero acumulado en el banco empezó a pensar en algo con proyección a más largo plazo, por lo que comenzó a mirar algunos huertos de su pueblo viendo en ello el futuro de un turismo rural que comenzaba despertar.
Comentado con Juan Robles López, cuñado del que les escribe, que hizo de intermediario para la compra del deseado huerto en un lugar excelente de Bubión, por lo que recibió una comisión de 10.000 pesetas, donde el Puga hizo construir un Hostal que fue un acierto pleno, compartiendo con su esposa el funcionamiento del establecimiento mientras criaban unos hijos que finalmente terminaron haciéndose cargo de el, mientas mi amigo Manuel Puga pasa los días de jubilación cultivando hortalizas el los terrenos sobrantes de la construcción, algunos de los días sube al cortijo de la Canal. Y cuando les parece se van a pasar unos días en la segunda vivienda de Almuñécar.
Y ya que, el Puga ha sacado el nombre de Juan Robles, justo es decir que éste fue uno de los hombres sobresalientes de Bubión, puesto que también supo ver posibilidades fuera de la agricultura por lo que fue alternado la ganadería de ovejas y vacas, aprovechando su habilidad de negociador para conseguir financiación de ahorradores particulares y pastos, tanto en la Sierra como en la Costa, cuyos propietarios le arrendaban con preferencia. Un pastor de Capileira llamado Román que pastoreara durante años las ovejas . Un hombre con la inteligencia suficiente para decir lo que convenía en cada momento y hasta se atrevía con los chistes en los días de matanza u alguna otra celebración como el siguiente:
“Una caravana de gitanos pasaba por Bubión al tiempo que una mujer hacía un recuento de sus gallinas que campaban libres por las calles, y por más que miraba no veía por ninguna parte a su pava preferida, por lo que pregunto a un gitano con un gran bigote y que cerraba la expedición:
¿Ha visto por aquí una pava que me falta?
El gitano muy serio y respetuoso le contestó
Yo no la he visto, pero preguntaré a mi Tapalá.
Y dirigiéndose a su compañera y esposa que improvisadamente bautizó con el nombre de Tapalá (para recomendarle que había de tapar la pava que llevaba bajo sus amplía y largas enaguas) le dijo:
Tapalá ¿has visto una pava?
Y siguiendo con algunos de los hermanos Robles de Bubión, podemos decir que fueron unos adelantados en comprar ganado y tierras, utilizando la financiación de los ahorradores.
Y para resaltar el hecho, Sebastián Robles solía decir que había aprendido a escribir firmando recibos de deuda.
Terminados los comentarios e información regresé por el sendero del monte pasando por un negocio de caballos para su monta y paseos por los senderos y caminos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario