COMIENZO
DE VACACIONES DE VERANO
Después
de varios aplazamientos el Señor Roca (persona con quien yo hacía de conductor)
decidió marchar de vacaciones a Salou,
por lo que salimos en coche por la autopista dirección Tarragona, realizando el
viaje con normalidad, allí nos esperaba “el Jaime”, un hombre sencillo que,
siendo jubilado, se gana unos dineros haciendo de conductor del Sr. Roca, el
tiempo que permanece en aquella población.
Después
de las salutaciones de rigor, una vez acomodado el equipaje en el apartamento
del Sr., hemos iniciamos un pequeño paseo para acabar en el Rte. Felip, con la
intención de suministrar a nuestro organismo los nutrientes que necesitaba de
la forma más agradable.
En
el Restaurante, nos recibió un camarero, el cual nos ofreció las mesas que había disponibles,
decidiendo que utilizaríamos una, en la
terraza, donde nos acomodamos después de pasar por los lavabos para
asearnos. Una vez acomodados alrededor de la mesa, se nos acercó el dueño del
establecimiento para saludarnos y hacernos entrega de los libretos con los
apuntes de las comidas, entre las que se
podían elegir. Los invitados hojeábamos aquellos listados de comida con
sus correspondientes precios, que nos parecían muy caros, esa es la verdad, y
por tanto pasaba el tiempo sin que nos
decidiéramos por una u otra cosa. Quizás esperábamos oír lo que pedía el Sr. Roca, pero cual fue nuestro asombro al
escucharle decir: para mí una ración de almejas y otra de caracoles de mar. La
Consuelo, (que es la señora que le cuida) le insistió unas cuantas veces que
aquello no era comida suficiente, a lo que contestó él. Cada uno pida lo que
quiera que yo bien se lo que he de pedir. Yo, otras muchas veces me había
guiado por lo que pedía el Sr., y no me
había ido mal, pero hoy no me servían como referencia unas almejas y unos
caracoles de mar. Nosotros volvimos a releer la carta y escogimos unos platos
de nuestro agrado y que no eran de los más caros. El resultado fue bueno y creo
que todos quedamos satisfechos por las 12.020 pesetas que pagó el Sr. Roca.
Terminado nuestro cometido en el restaurante
nos dirigimos al apartamento pasando antes por la estación del ferrocarril
donde compramos el billete para mi regreso a Barcelona. Estuve con ellos hasta
que se acercaba la hora que había de
subir al tren y, en aquel ambiente tranquilo
nos despedimos, deseándonos unos a otros un verano agradable y sin complicaciones.
En
la estación observaba como los viajeros se movían de un lado para otro,
inquietos la mayoría de ellos, preguntando para aclarar sus dudas hasta que al
acercarse un nuevo tren comunicaban por
los micrófonos que este se dirigía a
Barcelona, por lo que un poco atropellados, subimos al mismo cuantos
esperábamos y enseguida me vino a la memoria aquel otro tren que el año anterior,
me había trasladó también a Barcelona. Ese tren era más moderno y todas las
ventanas permanecían cerradas, al contrario de aquel otro en que
todas ellas estaban abiertas, aunque en
este hacía mucho calor. Por suerte llegó pronto el revisor y nos informó que,
en aquel vagón, el aire acondicionado estaba averiado, pero podíamos pasarnos a
otros vagones donde iríamos más frescos. Así lo hice pero, para que todo no
saliera perfecto me acomodé en un departamento de ocho plazas, el cual
compartía con una señora con muy poquitas ganas de hablar en contraste con las
señoritas del vagón del calor, que se suponía habrían ido a acomodarse en otro
departamento.
De
todos modos, el viaje en tren sigue siendo romántico: se puede descansar, leer
o escribir, acercarse a la ventana y
contemplar el paisaje o pasear por el
interior y, si se tiene la fortuna de
coincidir con unos vecinos de asiento algo más agradables que la señora de hoy,
se puede conversar y hasta hacer amistades. Deberíamos viajar más en tren: es
un transporte bastante tranquilo y seguro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario