viernes, diciembre 19, 2014

COMIENZO DE VACACIONES DEVERANO


COMIENZO DE VACACIONES DE VERANO
Después de varios aplazamientos el Señor Roca (persona con quien yo hacía de conductor)  decidió marchar de vacaciones a Salou, por lo que salimos en coche por la autopista dirección Tarragona, realizando el viaje con normalidad, allí nos esperaba “el Jaime”, un hombre sencillo que, siendo jubilado, se gana unos dineros haciendo de conductor del Sr. Roca, el tiempo que permanece en aquella población.
Después de las salutaciones de rigor, una vez acomodado el equipaje en el apartamento del Sr., hemos iniciamos un pequeño paseo para acabar en el Rte. Felip, con la intención de suministrar a nuestro organismo los nutrientes que necesitaba de la forma más agradable.
En el Restaurante, nos recibió un camarero, el cual  nos ofreció las mesas que había disponibles, decidiendo que utilizaríamos una, en la  terraza, donde nos acomodamos después de pasar por los lavabos para asearnos. Una vez acomodados alrededor de la mesa, se nos acercó el dueño del establecimiento para saludarnos y hacernos entrega de los libretos con los apuntes de las comidas, entre las que se  podían elegir. Los invitados hojeábamos aquellos listados de comida con sus correspondientes precios, que nos parecían muy caros, esa es la verdad, y por tanto pasaba  el tiempo sin que nos decidiéramos por una u otra cosa. Quizás esperábamos oír lo que pedía el Sr.  Roca, pero cual fue nuestro asombro al escucharle decir: para mí una ración de almejas y otra de caracoles de mar. La Consuelo, (que es la señora que le cuida) le insistió unas cuantas veces que aquello no era comida suficiente, a lo que contestó él. Cada uno pida lo que quiera que yo bien se lo que he de pedir. Yo, otras muchas veces me había guiado por lo que pedía el Sr., y  no me había ido mal, pero hoy no me servían como referencia unas almejas y unos caracoles de mar. Nosotros volvimos a releer la carta y escogimos unos platos de nuestro agrado y que no eran de los más caros. El resultado fue bueno y creo que todos quedamos satisfechos por las 12.020 pesetas que pagó el Sr. Roca.
 Terminado nuestro cometido en el restaurante nos dirigimos al apartamento pasando antes por la estación del ferrocarril donde compramos el billete para mi regreso a Barcelona. Estuve con ellos   hasta que se acercaba la hora que  había de subir al tren y, en aquel  ambiente tranquilo nos despedimos, deseándonos unos a otros un verano agradable y sin  complicaciones.
En la estación observaba como los viajeros se movían de un lado para otro, inquietos la mayoría de ellos, preguntando para aclarar sus dudas hasta que al acercarse un nuevo tren  comunicaban por los micrófonos que este se dirigía a  Barcelona, por lo que un poco atropellados, subimos al mismo cuantos esperábamos y enseguida me vino a la memoria aquel otro tren que el año anterior, me había trasladó también a Barcelona. Ese tren era más moderno y todas las ventanas permanecían cerradas, al contrario de aquel otro en   que todas ellas estaban abiertas, aunque  en este hacía mucho calor. Por suerte llegó pronto el revisor y nos informó que, en aquel vagón, el aire acondicionado estaba averiado, pero podíamos pasarnos a otros vagones donde iríamos más frescos. Así lo hice pero, para que todo no saliera perfecto me acomodé en un departamento de ocho plazas, el cual compartía con una señora con muy poquitas ganas de hablar en contraste con las señoritas del vagón del calor, que se suponía habrían ido a acomodarse en otro departamento.   
De todos modos, el viaje en tren sigue siendo romántico: se puede descansar, leer o escribir, acercarse  a la ventana y contemplar el paisaje o  pasear por el interior y,  si se tiene la fortuna de coincidir con unos vecinos de asiento algo más agradables que la señora de hoy, se puede conversar y hasta hacer amistades. Deberíamos viajar más en tren: es un transporte bastante tranquilo y seguro.

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