CONSECUENCIAS DE UN VIAJE
Rafael de 28 años, contrajo matrimonia en la Iglesia de su pueblo (Guardiola de Verga) con una Joven, llamada Lucía. Y, entre los muchos invitados que asistieron a la boda, se encontraban sus dos primos, Liberto y Amalia, que se habían desplazado desde Barcelona.
Terminados los actos, comida y baile incluidos, aquellos primos se despedían invitando a los nuevos esposos a visitarles en su domicilio de la Ciudad Condal, cuando lo creyeran oportuno, entregándoles una tarjeta con su dirección y correo electrónico por si querían contactar con ellos.
Una semana después, cuando Rafael y Lucía pasaban por Barcelona como parte del viaje de novios, recordaron la invitación de sus primos, aunque se trataba de un viernes por lo que creyeron conveniente esperar hasta el sábado para visitarlos, por aquello que el fin de semana estarían libres de trabajo.
Al día siguiente hicieron la visita y sus primos los recibieron de forma afectuosa, proponiéndoles a comer y después salir a contemplar algunas cosas de Barcelona, lo que aceptaron con agrado.
La comida trascurrió con toda normalidad y fue tiempo suficiente para comprobar como afloraban coincidencias, deseos y sentimientos comunes a pesar de haber vivido en ambientes tan distinto. Por la tarde recorrían la plaza de Cataluña, las Ramblas, el Maremagno...,comentado cuanto veían y conversando de forma amigable sobre actualidad y cultura, lo que demuestra que, gracias a los medios de información los conocimientos y opiniones de la gente pueden ser coincidente a pesar de vivir en ambientes tan diferentes. Al final de la tarde se toma ron unas pizzas y se metieron al cine, no sólo para ver la película que sí, pero también descansar y seguir en compañía.
A la salida, Liberto y Amalia, los acompañaron hasta el hotel, quedaban en volverse a ver al día siguiente. Por lo que el domingo volvían a compartir comida más y paseo confirmándose la buena sintonía que se habían producido el día anterior.
A la nueva pareja, Barcelona comenzaba a gustarles y todo cuanto veían les trasmitía sensaciones agradables, por lo que la proposición de sus primos de que se vinieran a vivir y trabajar no les desagradaba en absoluto, pero la consecución de vivienda representaba un escollo difícil de superar, aunque provisionalmente quedaba solventado con el ofrecimiento de sus primos para que compartieran vivienda con ellos. Todo fue tan rápido que unos días después, Rafael comenzaba a trabajar en una empresa embotelladora y comercializadora de bebidas refrescantes, situada en el distrito de Pueblo Nuevo y Lucía como dependienta de una zapatería situada en la calle Pelayo.
Rafael, además de hacer su trabajo como mejor sabía, prestaba atención a las demás personas con las que compartía ocupación, comprobando que la camaradería era “Santo y Seña”de todos ellos, y fruto del trato cordial y la camaradería se producían amistades, noviazgos y matrimonios. Pero quien llamaba mayormente la atención de Rafael era Martín, un joven que se ocupaba de reparar las abolladuras que se producían en los vehículos de la Planta. Un chapista para entendernos. Era Martín un hombre que gustaba de contar las cosas, magnificándolas y dándoles una importancia de la que carecían. Por poner un ejemplo diremos que si iba a pescar contaba que había capturado cubos de peces y nécoras de medio kilo.
Pero aquella manera de contar las cosas se hizo más evidente cuando las fantasías se situaron en un tema como la enfermedad de su esposa, dándole tanto dramatismo que terminaba haciendo partícipes a los demás.
Todos hubieron de oír sobre resultados desfavorables de los análisis. Y no digamos cuando una biopsia aconsejaba una intervención quirúrgica. Pero lo más de lo más llegaría cuando la escasez de sangre hacía peligrar la operación.
Sensibilizados por el sentimiento que Martín transmitía, la reacción de los compañeros no se hizo esperar, expresando su opinión favorable a la donación de sangre.
Interpretando la opinión generalizada, el director hizo las gestiones para que un equipo móvil de extracción se trasladara al centro de trabajo, al que todos acudieron para hacer posible la operación de la esposa de Martín, que ya era como de la familia.
Algo bueno había tenido el comportamiento extrovertido de Martín, ya que algunos de los que pensaban en la donación de sangre como una cosa temida y dolorosa, supieron que sólo se trataba de una acción generosa que podía contribuir a que personas enfermas o accidentadas pudieran recuperar la salud y hasta salvar la vida.
Y como suele suceder con muchos de los miedos que toda persona soporta sólo por el hecho de ser persona, cuando se dieron cuenta que el temor a la donación de sangre no era más que un sentimiento negativo y que el pinchazo no era nada doloroso; se mostraron dispuestos a repetir la donación y ello se demostró cuando posteriormente fueron requeridos para desplazarse a la clínica “La Sagrada Familia”, donde el señor Gustavo (ejecutivo de la oficina central), esperaba una operación que no podía realizarse por falta de sangre compatible, ya que la disposición fue tal que se ofrecieron muchos más de los que podían trasladarse en el coche puesto a disposición. Pero Rafael, uno de los que se desplazó, se quedó con la agradable sensación de haber cumplido con un deber y participado por segunda vez de la experiencia positiva de dar su sangre a quien la necesitaba, lo que le animó a hacerse donante habitual.
Y en cuanto a la esposa de Martín, este se encargaba de repetir lo bien que se encontraba con la dosis de aumento que, suponemos, él veía en ello.
El ejecutivo de la oficina central, también recuperado de sus dolencias, fue reciclado a profesor del equipo comercial para ayudarles en la mejora de la difícil faena de vender.
También Rafael fue promocionado a encargado, con el correspondiente aumento de los ingresos que, con la aportación de su esposa, les permitió reunir la entrada de un piso que era lo que más deseaban, y sumarse a los muchos españoles que pagaban hipoteca.
Gustavo se mostraba agradecido a Rafael que un día le había entregado de forma directa, es decir de persona a persona, la porción de sangre estipulada para una donación, y también a cuantos habían acudido en su ayuda cuando lo necesitaba.
Aquellas acciones, aumentaron más en un ambiente distendido, al tiempo que la eficiencia productiva permitía la implantación de mejoras laborales y retributivas que hacían más llevadero el esfuerzo.
Y como un suma y sigue, se seguía fomentado la camaradería y colaboración por parte de la dirección que no desaprovechaba ocasión para inculcar la idea de trabajo en equipo y decir que la Empresa no saldría adelante con la acción individual de unas cuantas personas por muy espectaculares que fueran, sino por la aportación de todos.
Para mejorar el ambiente en el trabajo, se organizó una excursión a Montserrat y en el viaje se hizo una parada en Abrera para almorzar, donde los más atrevidos bebían vino gratis de unos porrones gigantes, situados sobre unas mesas, aunque la mayoría de ellos terminaba con una la remojada de los delanteros de la camisa.
También fue muy agradable la contemplación de la Montaña, la visita al Santuario y posterior comida en un restaurante de la zona. Todo salió bien aquel día en el que se disfrutó de compañerismo y camaradería, con un regreso tan distendido que cualquiera se atrevía con un chiste o una canción.
Terminados los actos, comida y baile incluidos, aquellos primos se despedían invitando a los nuevos esposos a visitarles en su domicilio de la Ciudad Condal, cuando lo creyeran oportuno, entregándoles una tarjeta con su dirección y correo electrónico por si querían contactar con ellos.
Una semana después, cuando Rafael y Lucía pasaban por Barcelona como parte del viaje de novios, recordaron la invitación de sus primos, aunque se trataba de un viernes por lo que creyeron conveniente esperar hasta el sábado para visitarlos, por aquello que el fin de semana estarían libres de trabajo.
Al día siguiente hicieron la visita y sus primos los recibieron de forma afectuosa, proponiéndoles a comer y después salir a contemplar algunas cosas de Barcelona, lo que aceptaron con agrado.
La comida trascurrió con toda normalidad y fue tiempo suficiente para comprobar como afloraban coincidencias, deseos y sentimientos comunes a pesar de haber vivido en ambientes tan distinto. Por la tarde recorrían la plaza de Cataluña, las Ramblas, el Maremagno...,comentado cuanto veían y conversando de forma amigable sobre actualidad y cultura, lo que demuestra que, gracias a los medios de información los conocimientos y opiniones de la gente pueden ser coincidente a pesar de vivir en ambientes tan diferentes. Al final de la tarde se toma ron unas pizzas y se metieron al cine, no sólo para ver la película que sí, pero también descansar y seguir en compañía.
A la salida, Liberto y Amalia, los acompañaron hasta el hotel, quedaban en volverse a ver al día siguiente. Por lo que el domingo volvían a compartir comida más y paseo confirmándose la buena sintonía que se habían producido el día anterior.
A la nueva pareja, Barcelona comenzaba a gustarles y todo cuanto veían les trasmitía sensaciones agradables, por lo que la proposición de sus primos de que se vinieran a vivir y trabajar no les desagradaba en absoluto, pero la consecución de vivienda representaba un escollo difícil de superar, aunque provisionalmente quedaba solventado con el ofrecimiento de sus primos para que compartieran vivienda con ellos. Todo fue tan rápido que unos días después, Rafael comenzaba a trabajar en una empresa embotelladora y comercializadora de bebidas refrescantes, situada en el distrito de Pueblo Nuevo y Lucía como dependienta de una zapatería situada en la calle Pelayo.
Rafael, además de hacer su trabajo como mejor sabía, prestaba atención a las demás personas con las que compartía ocupación, comprobando que la camaradería era “Santo y Seña”de todos ellos, y fruto del trato cordial y la camaradería se producían amistades, noviazgos y matrimonios. Pero quien llamaba mayormente la atención de Rafael era Martín, un joven que se ocupaba de reparar las abolladuras que se producían en los vehículos de la Planta. Un chapista para entendernos. Era Martín un hombre que gustaba de contar las cosas, magnificándolas y dándoles una importancia de la que carecían. Por poner un ejemplo diremos que si iba a pescar contaba que había capturado cubos de peces y nécoras de medio kilo.
Pero aquella manera de contar las cosas se hizo más evidente cuando las fantasías se situaron en un tema como la enfermedad de su esposa, dándole tanto dramatismo que terminaba haciendo partícipes a los demás.
Todos hubieron de oír sobre resultados desfavorables de los análisis. Y no digamos cuando una biopsia aconsejaba una intervención quirúrgica. Pero lo más de lo más llegaría cuando la escasez de sangre hacía peligrar la operación.
Sensibilizados por el sentimiento que Martín transmitía, la reacción de los compañeros no se hizo esperar, expresando su opinión favorable a la donación de sangre.
Interpretando la opinión generalizada, el director hizo las gestiones para que un equipo móvil de extracción se trasladara al centro de trabajo, al que todos acudieron para hacer posible la operación de la esposa de Martín, que ya era como de la familia.
Algo bueno había tenido el comportamiento extrovertido de Martín, ya que algunos de los que pensaban en la donación de sangre como una cosa temida y dolorosa, supieron que sólo se trataba de una acción generosa que podía contribuir a que personas enfermas o accidentadas pudieran recuperar la salud y hasta salvar la vida.
Y como suele suceder con muchos de los miedos que toda persona soporta sólo por el hecho de ser persona, cuando se dieron cuenta que el temor a la donación de sangre no era más que un sentimiento negativo y que el pinchazo no era nada doloroso; se mostraron dispuestos a repetir la donación y ello se demostró cuando posteriormente fueron requeridos para desplazarse a la clínica “La Sagrada Familia”, donde el señor Gustavo (ejecutivo de la oficina central), esperaba una operación que no podía realizarse por falta de sangre compatible, ya que la disposición fue tal que se ofrecieron muchos más de los que podían trasladarse en el coche puesto a disposición. Pero Rafael, uno de los que se desplazó, se quedó con la agradable sensación de haber cumplido con un deber y participado por segunda vez de la experiencia positiva de dar su sangre a quien la necesitaba, lo que le animó a hacerse donante habitual.
Y en cuanto a la esposa de Martín, este se encargaba de repetir lo bien que se encontraba con la dosis de aumento que, suponemos, él veía en ello.
El ejecutivo de la oficina central, también recuperado de sus dolencias, fue reciclado a profesor del equipo comercial para ayudarles en la mejora de la difícil faena de vender.
También Rafael fue promocionado a encargado, con el correspondiente aumento de los ingresos que, con la aportación de su esposa, les permitió reunir la entrada de un piso que era lo que más deseaban, y sumarse a los muchos españoles que pagaban hipoteca.
Gustavo se mostraba agradecido a Rafael que un día le había entregado de forma directa, es decir de persona a persona, la porción de sangre estipulada para una donación, y también a cuantos habían acudido en su ayuda cuando lo necesitaba.
Aquellas acciones, aumentaron más en un ambiente distendido, al tiempo que la eficiencia productiva permitía la implantación de mejoras laborales y retributivas que hacían más llevadero el esfuerzo.
Y como un suma y sigue, se seguía fomentado la camaradería y colaboración por parte de la dirección que no desaprovechaba ocasión para inculcar la idea de trabajo en equipo y decir que la Empresa no saldría adelante con la acción individual de unas cuantas personas por muy espectaculares que fueran, sino por la aportación de todos.
Para mejorar el ambiente en el trabajo, se organizó una excursión a Montserrat y en el viaje se hizo una parada en Abrera para almorzar, donde los más atrevidos bebían vino gratis de unos porrones gigantes, situados sobre unas mesas, aunque la mayoría de ellos terminaba con una la remojada de los delanteros de la camisa.
También fue muy agradable la contemplación de la Montaña, la visita al Santuario y posterior comida en un restaurante de la zona. Todo salió bien aquel día en el que se disfrutó de compañerismo y camaradería, con un regreso tan distendido que cualquiera se atrevía con un chiste o una canción.
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