LA INCOSCIENCIA
Si a cualquiera de nosotros nos llamaran
inconsciente, seguramente nos molestaría, pero si estudiáramos el hecho con un
mínimo de atención podríamos convenir que la palabra inconsciente es la más
adecuada a nuestra manara de vivir y pensar ya que, según estudios científicos,
más del 95% de las cosas que hacemos se desarrollan de forma inconsciente; por
un sistema automático que nos permite ir atendiendo necesidades sin tener que
fijar la atención en lo que estamos haciendo. Es algo que nuestro cerebro ha
grabado y convertido en programación a realizar con el mínimo de atención y
desgaste de energía.
Esa forma automatizada de actuar permite
atender una serie de necesidades personales, de trabajo o atención a los demás
con el mínimo desgaste de energía, aunque sería bueno aumentar ese raquítico 5%
de cosas que hacemos aplicando el consciente para ser más dueños de nuestra vida
y responsables de lo que decimos y hacemos.
De este modo la atención consciente nos
permitiría disfrutar más de las cosas buenas como: aquella comida que nos
gusta, las cosas bellas que entran por nuestros ojos y los sonidos agradable
que perciben nuestros oídos y, sobre todo, para liberarnos de los hábitos
perjudiciales que se han esquematizado en nuestro yo particular y gobiernan las
acciones de un presente doblegando nuestra voluntad.
Pongamos un ejemplo: el Jueves Santo que,
como cristianos practicantes hemos de asistir a la misa conmemorativa de la
Cena del Señor con sus apóstoles, pero al mismo tiempo somos seguidores, del
Fútbol Club Barcelona unos y del Real Madrid otros, y se celebra un partido
decisivo entre ambas secciones de baloncesto y, aquí entra aquello que llamaba
Krisnarmurti la frazmentación. Queremos prestar atención a ambos
acontecimientos, aunque decidimos asistir a la Iglesia que es más importante
para nosotros, aunque por nuestro cerebro revolotean jugadas de balón que
interfieren en lo que vivimos sobre Jesucristo y su amor hacia todos los
hombres.
Nosotros tratamos de desterrar los
pensamientos perturbadores y casi lo conseguimos, aunque perdura cierta emoción
por saber cual de los dos, Madrid o Barca, ha ganado el partido y en aquel
momento logras elevarte y ver desde cierta altura como unos aficionados están
alegres y hasta eufóricos y otros están tristes porque después de tantos
balones encestados en una y otra canasta, sólo vale el tiro final de uno de los
jugadores que deshizo el empate y produjo alegría en unos y tristeza en otros.
No sabemos cual equipo se ha llevado la victoria lo que mantiene una tensión
que podría ser alegre o triste si hubiéramos consultado el resultado.
La situación continúa, pero utilizando la
atención consciente podríamos haber
delegado la capacidad de manejar nuestro estado de ánimo a un balón que entra
en una de las dos canastas o pasa rozando el aro por la parte exterior de una
de ellas.
Y ello se produce porque se había
instalado en nosotros el hábito de pertenencia a uno de los grupos y deseamos
que el nuestro gane siempre.
Igualmente que en el fútbol, baloncesto u
otros deportes se han acomodado en nosotros una serie de hábitos perjudiciales
que nos llevan a contraer emociones perturbadoras, hasta que un día decidimos
aplicarle el reflector de la atención consciente y hacerles frente con la
fuerza de voluntad, para posteriormente sustituirlos por hábitos saludables y
placenteros que nos aporten bien y serenidad.
No será una tarea fácil liberarnos de
tantos hábitos y rutinas engañosas que manejan nuestras vidas, pero si
fortalecemos nuestra voluntad y decidimos hacerles frente podríamos ser
liberados.
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