LOS MEDIOS Y LOS FINES
La dedicación sin medida al trabajo llegaba a convertirse para pedro en obsesión, cegado por las altas retribuciones que conseguía, además de los premios y elogios de sus jefes.Los éxitos y la progresión le teñían el cerebro de los productos de su catálogo de tal forma que no le permitía pensar en otra cosa que no fuera vender y vender.En aquella situación, una tarde al final del trabajo, el Director Comercial lo llamó a su despacho y tras ofrecerle asiento le dijo:- Necesitamos de sus servicios en Las Islas Baleares para que se haga cargo de la dirección de las ventas en aquella Comunidad por lo que hemos decidido promocionarle a Jefe de Área y que ocupe el despacho principal en la delegación de Mallorca, aunque tendrá autonomía para desplazarse a cualquiera de las otras Islas.No es necesario decir que incorporado a su nuevo destino, con lo que suponía de alejamiento y responsabilidad, se siguió deteriorando la relación con su familia, al quedar la esposa e hijo en Barcelona mientras él se dedicaba en cuerpo y alma a reorganizar las ventas en las Islas.Fue una prueba dura para Pedro, ya que al querer imponer la forma e intensidad de trabajo que había realizado, como vendedor y como encargado, encontró la resistencia de unos empleados acostumbrados a trabajar en un ambiente de “vive y deja vivir”. Por lo que hubo de prescindir de las personas que no aceptaban el ritmo que quería imponer para incorporar a otros nuevos.Se trataba de trasmitir una filosofía basada en trabajar más para conseguir las cuotas de ventas asignadas y recibir los incentivos económicos que llevaba consigo. Todo ello con la oposición de unos representantes sindicales que le hablaban de legalidad sin imposiciones.Como no se llegaba a acuerdos sobre sus proposiciones, Pedro tomó la decisión de aplicarlas por decreto, modificando horarios de trabajo y realizando cambios de destino y de ruta; y allí se armó la marimorena.Los conflictos se hacían cada día más tensos para terminar en una huelga que fue seguida por el noventa por ciento del personal. La consecuencia del conflicto fue una disminución de las ventas, mucho dinero en despidos, resultados económicos catastróficos y llamada de la dirección.
Pedro acudió a Barcelona pensando que allí encontraría la comprensión que le había faltado en las Islas, pero se equivocó ya que ni siquiera era recibido por los dirigentes que tanto lo habían alabado anteriormente, haciéndole pasar directamente al despacho del Jefe de Personal que le entregó un talón por el finiquito y una carta agradeciéndole los servicios prestados.Con una enorme decepción al verse despedido de la Empresa a la que había dedicado su vida y que los directivos que tanto lo habían alabado ni siquiera tuvieran la decencia de recibirlo.En aquellos momentos, con los colores del catálogo que le acababan de quitar removiéndose de forma convulsiva por su cerebro, salía del despacho de personal pensando en irrumpir en los otros despachos, volcar las mesas y decir a los que habían sido sus jefes lo falsos y mezquinos que eran. Pero finalmente decidió dirigirse a la calle esquivando a cuantos se cruzaran en su camino, ya que se daba la circunstancia que no encontraría ni una sola persona amiga.Una vez en la calle vio un día de grises nubarrones que no había advertido antes de entrar por lo que se quedó mirando el oscuro cielo sin saber que hacer hasta que una voz desde su interior le decía:--Hermano Pedro, creo que por primera vez en muchos años estás en disposición de oírme. Sabes que te ha tocado la lotería?- ¿La lotería del despido querrás decir?--Si. A esa me refiero. ¿Sabes que hoy no tienes nada que hacer? Y cuando no se tiene nada que hacer que es lo que se hace?- Qué se hace? Dímelo tú.-- Visitar a tu hijo.- Visitar a mi hijo. Eso es lo que haré.--No está mal hermanito, aunque las visitas a los hijos se deberían compaginar también con los otros quehaceres de la vida.- No me hables ahora de esas otras cosas que quiero ver a mi hijo. Por cierto ¿no sabrás tú donde está?--Estará con su madre o tal vez en el colegio.- Claro, claro lo mejor será hablar con su madre. Por cierto ¿donde está su madre?--Mal andamos si no sabemos donde está tu hijo, ni tampoco donde está su madre.- Deben de estar en la casa.--¿Pues que esperas?Pedro se encaminó a lo que había sido casa de la familia y una vez frente a la puerta pulsó el timbre aunque nadie respondía a su llamada, hasta que oyó la voz de su otro yo que le decía:-- Podrías preguntar en casa de los vecinos.Pedro se acercó a la puerta de al lado y llamó con cierta timidez. Pero la gran sorpresa fue cuando al abrirse la puerta apareció su esposa para exclamar:¡Mira quien se presenta aquí ahora! para continuar diciendo:-- Emilio ven y verás a quien tenemos aquí.El vecino se acercó a la puerta para exclamar:¡Pero si es el señor Pedro! Pase y tome asiento que ahí está su hijo que tendrá deseos de verle.Pedro se adentró en la vivienda sin pensar porque lo hacía y que hacían allí su familia.Tomó el asiento que se le ofrecía a la espera que hubiera una explicación de lo que sucedía, aunque contrariamente a lo que esperaba escuchó decir a su esposa:- Yo no se a que se debe esta visita después de tanto tiempo sin ningún tipo de comunicación con nosotros, pero has de saber que la vivienda de al lado ya no es nuestra vivienda y tu hijo y yo vivimos con Emilio.Era la segunda bofetada que recibía en el mismo día y para no ponerse a llorar allí mismo prefirió no decir lo del despido y sólo preguntar:- Si la vivienda de al lado ya no es nuestra casa, donde me alojo yo?-- Por esta noche te podrías quedar aquí en el sofá, si a Emilio no le parece mal-dijo su esposa que tenía por nombre Consuelo-Pues claro que se puede quedar aquí el señor Pedro. No faltaría más- contestó Emilio-- De acuerdo me quedaré aquí, pero antes tengo que salir a solucionar unas cosas. Así que marcho y después vuelvo.Momento que aprovechó para salir por la puerta y dirigirse a la calle donde empezó a caminar sin saber a donde ir, hasta que unos minutos después empezó a recordar que tendría que volver a Mallorca para recoger cuanto tenía allí y cancelar el contrato de la habitación del hotel.- Es curioso-se dijo- En este momento no tengo trabajo, mi esposa está viviendo con otro y a mi hijo le da igual verme o dejarme de ver.- No te preocupes -oyó que le decía su otro yo- ahora tendrás todo el tiempo del mundo para reflexionar y darte la vida padre.- Pues esa vida que dices habrá que pensarla. ¡Pues no faltaría más que yo me quedara en la casa del amante de mi mujer!- Yo creo que sería más correcto que te instalarás en un hotel- le aconsejó la vocecilla de su interior-- Pues sabes que tienes razón. Ahora sé que lo que tenía que hacer es buscar habitación para quedarme. Pues no quedaría otra cosa que presentarme a dormir en el sofá del vecino.Con aquella decisión no hubo de volver a donde estaba instalada su esposa y pudo reflexionar sobre el cambio que había experimentado su vida en tan solo unos días.Después se desplazó a Mallorca y realizadas las gestiones que le desligaban de Las Baleares volvió a Barcelona donde alquiló una vivienda en la que pasaba los días en un estado de soñolencia casi continua, puesto que no paraba de pensar lo mal que le habían pagado su dedicación sin límites al trabajo.En una de las pocas salidas que realizaba vio como unos niños jugaban en un jardín público y comenzó a pensar en sus hijos con los que siquiera había convivido, ni con Ricardito que se había llevado una maldita enfermedad y Pablo que estaba viviendo bajo el techo del compañero de su esposa.En aquel estado se le acercó un señor preguntando:-- Puedo compartir el banco con usted?- Pues claro. No faltaría más.El hombre, se sentó junto a él y después de unos minutos de silencio preguntó:Es usted del Barrio? Le pregunto porque no lo había visto nunca por aquí.- Es que he estado trabajando fuera.Y ahora ha dejado de trabajar?- De momento sí, aunque no se por cuanto tiempo.Pues mientras esté por aquí estos jardines son un buen sitio para pasar el tiempo y también podría pasarse por el Casal de la Gent Grant de Sant Andreu, por las mañanas o por las tardes. Allí se puede bailar, jugar a cartas, al domino, al billar, participar en actividades de pintura, de informática, de yoga... Yo soy Jaime para que al menos sepa con quien comparte banco.- Y yo Pedro. Pero ha de saber que yo aun no estoy jubilado y la palabra Casal me suena a la tercera edad.Puede ser, aunque allí no se averigua la edad de las personas ni se pide el DNI. Así que si le parece bien mañana nos encontramos en la puerta a las diez, que es cuando abren, y yo lo presento a mis amigos y verá como se lo pasa bien. La vida en solitario es muy aburrida.- No se si podré, pero le prometo que a poco que pueda estaré allí mañana –dijo Pedro-Pues allí nos veremos. No lo olvide, a las diez.Con estas palabras se despedía aquel abuelo tan entusiasta, cuyas palabras hicieron que Pedro al día siguiente se sintiera impresionado al ver a tantas personas esperando la apertura del Casal.- Qué les darán aquí a estas personas para que estén esperando la apertura?- se preguntó-Minutos después llegaba el hombre con quien había compartido banco el día anterior, el cual lo saludaba con unos buenos días a los que Pedro respondía con el popular hola.Poco después recorrían el recinto del Casal y Jaime le iba presentando a sus compañeros de juegos y tertulias y terminal jugando al domino con unos amigos de Jaime.A partir de aquel día, Pedro no faltaba a la partida de domino por las mañanas y a otras actividades por las tardes. Unas semanas después Pedro era conocido por las personas del Casal, incluyendo a la presidenta con la que bailaba algunas tardes.Unos meses después cuando regresaba a su domicilio se encontró frente a frente con su esposa a la que saludó y acompañó hasta su casa, dándose la circunstancia que no era la vivienda del vecino, por lo que se atrevió a preguntar:- Cómo es que no vas a la casa de Emilio?--Pues no voy a la casa de Emilio porque vivo sola en el 2º 2ª de esta escalera, ya que Pablo también se ha independizado hace unos meses.Pedro no creyó discreto preguntar por los motivos de la ruptura con Emilio, pero los días siguientes se dedicó a vigilar las salidas de Consuelo, haciéndose el encontradizo y procurando que pareciera que la casualidad intervenía en ello, hasta que consiguió el compromiso de su esposa (aun no habían rescindido su matrimonio) de asistir una tarde al Casal, tarde que coincidía con el día de la semana que se hacía baile.Fue una tarde de reencuentro, en la que bailaron y recordaron los años de su noviazgo y la sonrisa volvió a los labios de ambos.Después, Pedro la acompañó hasta la puerta de su domicilio donde se quedaron un ratito hablando para despedirse después con un hasta pronto y un beso en la mejilla.Viéndose cada vez más a menudo fue pasando el tiempo hasta que uno de los días Consuelo lo invitó a subir a su domicilio donde compartieron una cena íntima, una sobremesa de manitas y finalmente algo más. Habían recuperado el buen ánimo y las ganas de vivir; sus encuentros cada vez eran más frecuentes y un día a la semana bailaban en el Casal. De esta manera, gracias al fracaso de su gestión en Mallorca, la participación en las actividades del Casal y la compañía de los demás usuarios del mismo, vivieron felices el resto de sus vidas.
La dedicación sin medida al trabajo llegaba a convertirse para pedro en obsesión, cegado por las altas retribuciones que conseguía, además de los premios y elogios de sus jefes.Los éxitos y la progresión le teñían el cerebro de los productos de su catálogo de tal forma que no le permitía pensar en otra cosa que no fuera vender y vender.En aquella situación, una tarde al final del trabajo, el Director Comercial lo llamó a su despacho y tras ofrecerle asiento le dijo:- Necesitamos de sus servicios en Las Islas Baleares para que se haga cargo de la dirección de las ventas en aquella Comunidad por lo que hemos decidido promocionarle a Jefe de Área y que ocupe el despacho principal en la delegación de Mallorca, aunque tendrá autonomía para desplazarse a cualquiera de las otras Islas.No es necesario decir que incorporado a su nuevo destino, con lo que suponía de alejamiento y responsabilidad, se siguió deteriorando la relación con su familia, al quedar la esposa e hijo en Barcelona mientras él se dedicaba en cuerpo y alma a reorganizar las ventas en las Islas.Fue una prueba dura para Pedro, ya que al querer imponer la forma e intensidad de trabajo que había realizado, como vendedor y como encargado, encontró la resistencia de unos empleados acostumbrados a trabajar en un ambiente de “vive y deja vivir”. Por lo que hubo de prescindir de las personas que no aceptaban el ritmo que quería imponer para incorporar a otros nuevos.Se trataba de trasmitir una filosofía basada en trabajar más para conseguir las cuotas de ventas asignadas y recibir los incentivos económicos que llevaba consigo. Todo ello con la oposición de unos representantes sindicales que le hablaban de legalidad sin imposiciones.Como no se llegaba a acuerdos sobre sus proposiciones, Pedro tomó la decisión de aplicarlas por decreto, modificando horarios de trabajo y realizando cambios de destino y de ruta; y allí se armó la marimorena.Los conflictos se hacían cada día más tensos para terminar en una huelga que fue seguida por el noventa por ciento del personal. La consecuencia del conflicto fue una disminución de las ventas, mucho dinero en despidos, resultados económicos catastróficos y llamada de la dirección.
Pedro acudió a Barcelona pensando que allí encontraría la comprensión que le había faltado en las Islas, pero se equivocó ya que ni siquiera era recibido por los dirigentes que tanto lo habían alabado anteriormente, haciéndole pasar directamente al despacho del Jefe de Personal que le entregó un talón por el finiquito y una carta agradeciéndole los servicios prestados.Con una enorme decepción al verse despedido de la Empresa a la que había dedicado su vida y que los directivos que tanto lo habían alabado ni siquiera tuvieran la decencia de recibirlo.En aquellos momentos, con los colores del catálogo que le acababan de quitar removiéndose de forma convulsiva por su cerebro, salía del despacho de personal pensando en irrumpir en los otros despachos, volcar las mesas y decir a los que habían sido sus jefes lo falsos y mezquinos que eran. Pero finalmente decidió dirigirse a la calle esquivando a cuantos se cruzaran en su camino, ya que se daba la circunstancia que no encontraría ni una sola persona amiga.Una vez en la calle vio un día de grises nubarrones que no había advertido antes de entrar por lo que se quedó mirando el oscuro cielo sin saber que hacer hasta que una voz desde su interior le decía:--Hermano Pedro, creo que por primera vez en muchos años estás en disposición de oírme. Sabes que te ha tocado la lotería?- ¿La lotería del despido querrás decir?--Si. A esa me refiero. ¿Sabes que hoy no tienes nada que hacer? Y cuando no se tiene nada que hacer que es lo que se hace?- Qué se hace? Dímelo tú.-- Visitar a tu hijo.- Visitar a mi hijo. Eso es lo que haré.--No está mal hermanito, aunque las visitas a los hijos se deberían compaginar también con los otros quehaceres de la vida.- No me hables ahora de esas otras cosas que quiero ver a mi hijo. Por cierto ¿no sabrás tú donde está?--Estará con su madre o tal vez en el colegio.- Claro, claro lo mejor será hablar con su madre. Por cierto ¿donde está su madre?--Mal andamos si no sabemos donde está tu hijo, ni tampoco donde está su madre.- Deben de estar en la casa.--¿Pues que esperas?Pedro se encaminó a lo que había sido casa de la familia y una vez frente a la puerta pulsó el timbre aunque nadie respondía a su llamada, hasta que oyó la voz de su otro yo que le decía:-- Podrías preguntar en casa de los vecinos.Pedro se acercó a la puerta de al lado y llamó con cierta timidez. Pero la gran sorpresa fue cuando al abrirse la puerta apareció su esposa para exclamar:¡Mira quien se presenta aquí ahora! para continuar diciendo:-- Emilio ven y verás a quien tenemos aquí.El vecino se acercó a la puerta para exclamar:¡Pero si es el señor Pedro! Pase y tome asiento que ahí está su hijo que tendrá deseos de verle.Pedro se adentró en la vivienda sin pensar porque lo hacía y que hacían allí su familia.Tomó el asiento que se le ofrecía a la espera que hubiera una explicación de lo que sucedía, aunque contrariamente a lo que esperaba escuchó decir a su esposa:- Yo no se a que se debe esta visita después de tanto tiempo sin ningún tipo de comunicación con nosotros, pero has de saber que la vivienda de al lado ya no es nuestra vivienda y tu hijo y yo vivimos con Emilio.Era la segunda bofetada que recibía en el mismo día y para no ponerse a llorar allí mismo prefirió no decir lo del despido y sólo preguntar:- Si la vivienda de al lado ya no es nuestra casa, donde me alojo yo?-- Por esta noche te podrías quedar aquí en el sofá, si a Emilio no le parece mal-dijo su esposa que tenía por nombre Consuelo-Pues claro que se puede quedar aquí el señor Pedro. No faltaría más- contestó Emilio-- De acuerdo me quedaré aquí, pero antes tengo que salir a solucionar unas cosas. Así que marcho y después vuelvo.Momento que aprovechó para salir por la puerta y dirigirse a la calle donde empezó a caminar sin saber a donde ir, hasta que unos minutos después empezó a recordar que tendría que volver a Mallorca para recoger cuanto tenía allí y cancelar el contrato de la habitación del hotel.- Es curioso-se dijo- En este momento no tengo trabajo, mi esposa está viviendo con otro y a mi hijo le da igual verme o dejarme de ver.- No te preocupes -oyó que le decía su otro yo- ahora tendrás todo el tiempo del mundo para reflexionar y darte la vida padre.- Pues esa vida que dices habrá que pensarla. ¡Pues no faltaría más que yo me quedara en la casa del amante de mi mujer!- Yo creo que sería más correcto que te instalarás en un hotel- le aconsejó la vocecilla de su interior-- Pues sabes que tienes razón. Ahora sé que lo que tenía que hacer es buscar habitación para quedarme. Pues no quedaría otra cosa que presentarme a dormir en el sofá del vecino.Con aquella decisión no hubo de volver a donde estaba instalada su esposa y pudo reflexionar sobre el cambio que había experimentado su vida en tan solo unos días.Después se desplazó a Mallorca y realizadas las gestiones que le desligaban de Las Baleares volvió a Barcelona donde alquiló una vivienda en la que pasaba los días en un estado de soñolencia casi continua, puesto que no paraba de pensar lo mal que le habían pagado su dedicación sin límites al trabajo.En una de las pocas salidas que realizaba vio como unos niños jugaban en un jardín público y comenzó a pensar en sus hijos con los que siquiera había convivido, ni con Ricardito que se había llevado una maldita enfermedad y Pablo que estaba viviendo bajo el techo del compañero de su esposa.En aquel estado se le acercó un señor preguntando:-- Puedo compartir el banco con usted?- Pues claro. No faltaría más.El hombre, se sentó junto a él y después de unos minutos de silencio preguntó:Es usted del Barrio? Le pregunto porque no lo había visto nunca por aquí.- Es que he estado trabajando fuera.Y ahora ha dejado de trabajar?- De momento sí, aunque no se por cuanto tiempo.Pues mientras esté por aquí estos jardines son un buen sitio para pasar el tiempo y también podría pasarse por el Casal de la Gent Grant de Sant Andreu, por las mañanas o por las tardes. Allí se puede bailar, jugar a cartas, al domino, al billar, participar en actividades de pintura, de informática, de yoga... Yo soy Jaime para que al menos sepa con quien comparte banco.- Y yo Pedro. Pero ha de saber que yo aun no estoy jubilado y la palabra Casal me suena a la tercera edad.Puede ser, aunque allí no se averigua la edad de las personas ni se pide el DNI. Así que si le parece bien mañana nos encontramos en la puerta a las diez, que es cuando abren, y yo lo presento a mis amigos y verá como se lo pasa bien. La vida en solitario es muy aburrida.- No se si podré, pero le prometo que a poco que pueda estaré allí mañana –dijo Pedro-Pues allí nos veremos. No lo olvide, a las diez.Con estas palabras se despedía aquel abuelo tan entusiasta, cuyas palabras hicieron que Pedro al día siguiente se sintiera impresionado al ver a tantas personas esperando la apertura del Casal.- Qué les darán aquí a estas personas para que estén esperando la apertura?- se preguntó-Minutos después llegaba el hombre con quien había compartido banco el día anterior, el cual lo saludaba con unos buenos días a los que Pedro respondía con el popular hola.Poco después recorrían el recinto del Casal y Jaime le iba presentando a sus compañeros de juegos y tertulias y terminal jugando al domino con unos amigos de Jaime.A partir de aquel día, Pedro no faltaba a la partida de domino por las mañanas y a otras actividades por las tardes. Unas semanas después Pedro era conocido por las personas del Casal, incluyendo a la presidenta con la que bailaba algunas tardes.Unos meses después cuando regresaba a su domicilio se encontró frente a frente con su esposa a la que saludó y acompañó hasta su casa, dándose la circunstancia que no era la vivienda del vecino, por lo que se atrevió a preguntar:- Cómo es que no vas a la casa de Emilio?--Pues no voy a la casa de Emilio porque vivo sola en el 2º 2ª de esta escalera, ya que Pablo también se ha independizado hace unos meses.Pedro no creyó discreto preguntar por los motivos de la ruptura con Emilio, pero los días siguientes se dedicó a vigilar las salidas de Consuelo, haciéndose el encontradizo y procurando que pareciera que la casualidad intervenía en ello, hasta que consiguió el compromiso de su esposa (aun no habían rescindido su matrimonio) de asistir una tarde al Casal, tarde que coincidía con el día de la semana que se hacía baile.Fue una tarde de reencuentro, en la que bailaron y recordaron los años de su noviazgo y la sonrisa volvió a los labios de ambos.Después, Pedro la acompañó hasta la puerta de su domicilio donde se quedaron un ratito hablando para despedirse después con un hasta pronto y un beso en la mejilla.Viéndose cada vez más a menudo fue pasando el tiempo hasta que uno de los días Consuelo lo invitó a subir a su domicilio donde compartieron una cena íntima, una sobremesa de manitas y finalmente algo más. Habían recuperado el buen ánimo y las ganas de vivir; sus encuentros cada vez eran más frecuentes y un día a la semana bailaban en el Casal. De esta manera, gracias al fracaso de su gestión en Mallorca, la participación en las actividades del Casal y la compañía de los demás usuarios del mismo, vivieron felices el resto de sus vidas.
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