MARGARITA Y SUS PAJARILLOS
En un pueblo muy olvidado, los niños tenían la costumbre
de buscar nidos.
Un día de junio, Margarita y Manolito, salieron a buscar nidos por arbolados distintos.
Margarita empezó por visitar sus tres nidos: Uno de ellos tenía huevos, otro estaban encubando y en el otro había pajarillos.
Manolito había visto todos sus nidos y, como no
encontraba ninguno más, volvió al pueblo. Pero Margarita seguía buscando sin darse cuenta
que se estaba alejando demasiado.
Sus padres, cuando llegaba la hora de la cena y aun no había
regresado, fueron a la casa de Manolito
para preguntarle, pero Manolito les dijo que ella se había ido por otro camino y no
la volvió a ver.
Los padres de Margarita, muy preocupados, acudieron a la
Iglesia para que el campanero repicara las campanas pidiendo ayuda a los vecinos.
Todo el pueblo salió a la plaza y enterados que Margarita no
había regresado, salieron a buscarla con
faroles y linternas.
Pero unas horas después volvieron sin haber encontrado a
Margarita y la preocupación aumentaba en todos y más en los padres que no
paraban de lamentarse.
Al día siguiente llegó
al pueblo un hombre vestido de harapos diciendo
que había oído llantos en el bosque.
Los vecinos salieron de nuevo a buscar a Margarita y, cuando
se adentraron en el monte del pueblo de al lado, escucharon los llantos de que
había hablado el hombre de los harapos y aquello fue la pista para encontrarla
atrapada en una trampa para cazar zorros.
Margarita había llorado tanto, en aquel foso, que tenía
empapado de lágrimas todo el vestido y los calcetines. Pero sólo tenía un golpe
en la cabeza de la caída en la trampa y el cansancio de toda una noche y parte
del día llorando y llorando.
Después que la sacaron de la trampa regresó al pueblo con sus
padres que se pusieron muy contentos por haberla encontrado.
Recordando lo que había pasado
a ninguno de los niños les permitían ir al monte hasta que un día
Margarita y otros niños y niñas fueron a ver sus nidos acompañados por sus
padres. Los padres de Margarita al ver los pajarillos tan bonitos cogieron dos de ellos y los metieron una jaula.
Las pajarillos se pusieron tan tristes que no comían nada de lo que los padres de Margarita les
ponían y sólo pensaban en sus hermanitos y sus padres.
Pasaban los días y los pajarillos se estaban quedando muy
delgados por no comer, pero un gorrión que los veía tan tristes emprendió el
vuelo hasta el monte donde los padres tenían sus nidos. Y volando y volando no tardó en llegar a donde estaban los
padres de los pajarillos lamentándose porque habían desaparecido sus hijitos.
El gorrión les contó donde estaban sus hijos encerrados, muy tristes
y sin comer. Los padres se llenaron el pico de saltamontes y emprendieron el vuelo
junto al gorrión. Y en poco tiempo estaban dando de comer a sus hijitos.
A partir de aquel día todas las mañanas, los padres, volaban
hasta el pueblo con comida para sus pequeños que crecían y crecían, aunque
seguían muy tristes por no poder salir de
aquella cárcel.
Margarita se sentía también triste, recordando que
por su culpa, sus pajarillos estaban encerrados.
Los días pasaban con la rutina de los pájaros trayendo comida
a sus hijos y Margarita triste por lo que estaba sucediendo.
Una noche, que no podía dormir pensando en sus pajarillos,
decidió levantarse para liberarlos pero cuando estaba a punto de hacerlo se presentó su padre gritando a
Margarita por haberse levantado aquella hora de la noche y por querer abrir la
jaula de los pájaros.
A partir de aquel día Margarita dejó que comer y por las noches no podía dormir.
Su padre se puso duro con ella, pero la decisión de Margarita
era que estaba dispuesta a morir por salvar a los pajarillos.
Pasaron diez día sin que margarita probara bocado y se estaba
quedando muy flaca.
La maestra vino a ver por qué llevaba tantos días sin aparecer
por la escuela y los padres le dijeron que Margarita estaba pasando un tiempo
en casa de una prima suya.
La maestra contó a las demás niñas lo que le habían dichos los
padres de Margarita, pero algunos de ellos no se lo creyeron.
Y al final del colegio, Carmelita, una de las amigas de Margarita rondaba la casa y tubo
la suerte de ver a Margarita la por la ventana llorando y avisó a la maestra que volvió diciendo que
tenía que hablar con Margarita aquella tarde.
El padre de Margarita viendo que su hija podía morir por no comer y que la maestra podría denunciarlo, prometió que el día
siguiente, soltaría a los pájaros.
A pesar de la promesa de su padre Margarita siguió sin comer
hasta que los pajarillos fueron liberados y se despidió de ellos con tanta alegría como los sus amigos que marcharon
volando y cantando.
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