PEDRITO Y JUANITA
vivía una familia formada por el
señor Enrique, su esposa Joaquina
y dos hijos, Pedrito el niño y Juanita su hermana.
señor Enrique, su esposa Joaquina
y dos hijos, Pedrito el niño y Juanita su hermana.
Todos las mañanas el
padre marchaba a realizar las faenas del campo en un cortijo cercano, un poco
más tarde los hermanos se iban a la escuela y la madre se quedaba haciendo las
faenas de la casa. Y cuando los niños regresaban del colegio, su madre, tenía preparada la comida, una parte en una cesta para que Pedrito la llevara y compartiera con
su padre y la demás la compartían entre la señora Joaquina y su hija Juanita.
Cuando Pedrito regresaba volvía al colegio con su hermana. Y la madre cuidaba de los animales domésticos mientras guisaba la cena.
Se ha de saber que en
aquella casa no se tomaba la cena hasta que todos eran presentes disfrutando de
cena y compañía. Y terminada, los meses del frío invierno, se
calentaban alrededor del fuego de la chimenea y en los meses de, salían a la terraza para disfrutar de la suave brisa de la noche y
en aquella armonía les llegaba el sueño a los niños que sus padres
acompañaban a la cama y contaban los cuentos que se venían repitiendo
generación tras generación para continuar los padres un poco más tiempo
hablando de sus cosas y disfrutando de la felicidad que compartían.
La armonía de la familia
era tan visible que fue propuesta como modelo a seguir por la concejalía
de familia. Todo iba bien hasta que un día la madre se puso enferma y
hubo de ser trasladada en ambulancia a un
hospital de Granada.
El señor Enrique la
acompañó durante el traslado y la primera semana de hospitalización, pero como
los médicos le informaron que tendría que permanecer mucho tiempo hospitalizada,
regresó al pueblo donde habían quedado los niños a expensas de lo que les
hiciera una de las vecinas, y porque también los cultivos reclamaban su
presencia.
La enfermedad de la
señora Joaquina se fue alargando meses y meses en los que el Sr. Enrique se
desplazaba para visitarla, llevando algunas de las veces a Pedrito y Juanita
para que vieran a su madre y que ella pudiera verlos a ellos. Tanto duró la
enfermedad de la Sra. Joaquina que terminó por llevársela a los Reinos de Los
Cielos y, por lo cual, Pedrito y Juanita
se quedaron sin su madre y el señor Enrique sin esposa.
Aquella señora se fue
ganándose a su marido, pero no pudo congraciarse nunca con los niños que
seguían muy tristes recordando a su verdadera madre.
La madrastra decía a su
marido que los niños se portaban muy mal
y que si no los
castigaba lo tendría que hacer ella para que no fueran unos salvajes que ella
no podría resistir obligarían a
marcharse.
Su marido le contestaba
que tuviera paciencia hasta que fuesen más grandecitos y dejaran de pensar en
su verdadera madre.
- Su madre soy yo -
respondió la madrastra– poniéndose muy furiosa.
Desde aquel día la
madrastra pensaba como deshacerse de ellos o, al menos del chico al que le
había tomado manía. Y, un día que la niña había de ir a una revisión médica,
pidió a una de las vecinas que la acompañara, mientras ella preparaba la comida
para su marido.
Y así, aprovechando la
ausencia de la niña, la mala madrastra mató a Pedrito, lo troceó y frió para
meterlo después en una orza con aceite.
Cuando la niña regresó,
la madrastra, la envió a llevar la comida a su padre, comida que había sido
preparada con tajadas de aquella orza.
Juanita preguntó por su hermano y la madrastra le contestó que
había ido por agua a la fuente de la felicidad que estaba a 20 leguas de
distancia, cosa que entristeció más a Juanita que no paraba de llorar. Cuando
el Sr. Enrique regresó del campo también preguntó por Pedrito y la contestación
fue la misma: ha ido a buscar agua a la fuente de la felicidad y tardaría unos
días en regresar porque está a más de veinte leguas.
El Sr. Enrique que no
había oído nunca hablar de aquella fuente no estaba del todo conforme con la
explicación de su esposa pero ella lo convenció con buenas palabras. Cuando
pasaron los tres los primeros días de la desaparición de Pedrito en el pueblo
no se hablaba de otra cosa, mientras el Sr. Enrique continuaba haciendo su
trabajo en el campo al que juanita le llevaba la comida, casi siempre de
aquella orza.
Llegó un día que Sr. enrique
quería ir a buscar a Pedrito, pero nunca conseguía que la Madrastra le
informara donde estaba la fuente de la
felicidad ni el camino por donde se llegaba a ella.
La madrastra insistía que no se preocupara porque en la fuente
mágica había grandes colas de gente para llenar de su agua. Y que le había
puesto comida suficiente para todo el tiempo.
Mientras tanto, juanita
había de llevar todos los días la comida a su padre en aquella cesta, pero le
preocupaba que siempre fuera comida sacada de aquella orza. Aunque la acción determinante
fue escuchar, por el camino, una voz que
decía: - No comas de esa comida que es el resultado de un crimen.
La niña llegó hasta
donde estaba su padre y le entregó la cesta con la merienda; negándose a comer
con la excusa de que no tenía hambre, mientras se dedicaba a recoger los huesos
que su padre tiraba.
El Sr. Joaquín
preguntaba por su hijo pero la madrastra criminal siempre encontraba alguna
excusa para tranquilizarle sin desvelar lo sucedido. En tanto Juanita visitaba
el lugar donde iba enterrado los restos de su hermano hasta que un día se llevó
una gran alegría al encontrar a Pedrito llevando una cesta de peras en sus
manos. Con inmensa alegría Pedrito y Juanita se acercaron a su padre que dijo a Pedrito: Dame peras. Pero el le contestó.
No que me comites.
Cuando regresaron a la casa, la madrastra también le pedía
peras, pero Pedrito le contestaba: No que me matates. Pero cuando Juanita le
preguntó si a ella le daría peras le contestó con un abrazo diciendo: Para ti son todas, porque me
sembrates, me cuidates y me regates y eres mi querida hermana.
Cuando en el
pueblo se enterarn de lo sucedido la querían apalear pero el Alcalde consiguió calmar los ánimos llamando a la guardia Civil que detuvo a la madrastra y la trasladaron a la cárcel hasta el día del juicio que la condenó a tantos años entre rejas que no la volvieron a ver jamás.
Nota: Este cuento me lo contaban mis hermanas cuando yo era pequeñito.
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