lunes, febrero 09, 2015

PEDRITO Y JUANITA (Cuento de mi niñez)

 
 
PEDRITO Y JUANITA
En el pueblo más escondido de la Alpujarra de Granada (España)
 vivía una familia formada por el
señor Enrique, su esposa Joaquina
 y dos hijos, Pedrito el niño y Juanita su hermana.
Todos las mañanas el padre marchaba a realizar las faenas del campo en un cortijo cercano, un poco más tarde los hermanos se iban a la escuela y la madre se quedaba haciendo las faenas de la casa. Y cuando los niños regresaban del colegio, su madre, tenía preparada la comida, una parte en una cesta para que Pedrito la llevara y compartiera con su padre y la demás la compartían entre la señora Joaquina y su hija Juanita. Cuando Pedrito regresaba volvía al colegio con su hermana. Y la madre cuidaba de los animales domésticos mientras guisaba  la cena.
 
Se ha de saber que en aquella casa no se tomaba la cena hasta que todos eran presentes disfrutando de cena y compañía. Y terminada,  los meses del frío invierno, se calentaban alrededor del fuego de la chimenea y en los meses de, salían a la terraza para disfrutar de la suave brisa de la noche y en aquella armonía  les llegaba el sueño a los niños que sus padres acompañaban a la cama y contaban los cuentos que se venían repitiendo generación tras generación para continuar los padres un poco más tiempo hablando de sus cosas y disfrutando de la felicidad que compartían.
La armonía de la familia era tan visible que fue propuesta como modelo a seguir por la concejalía de familia. Todo iba bien hasta que un día la madre se puso enferma y hubo de ser trasladada en ambulancia a un  hospital de Granada.
El señor Enrique la acompañó durante el traslado y la primera semana de hospitalización, pero como los médicos le informaron que tendría que permanecer mucho tiempo hospitalizada, regresó al pueblo donde habían quedado los niños a expensas de lo que les hiciera una de las vecinas, y porque también los cultivos reclamaban su presencia.
La enfermedad de la señora Joaquina se fue alargando meses y meses en los que el Sr. Enrique se desplazaba para visitarla, llevando algunas de las veces a Pedrito y Juanita para que vieran a su madre y que ella pudiera verlos a ellos. Tanto duró la enfermedad de la Sra. Joaquina que terminó por llevársela a los Reinos de Los Cielos  y, por lo cual, Pedrito y Juanita se quedaron sin su madre y el señor Enrique sin esposa.
 A partir de aquel hecho la tristeza se apoderó de aquella familia y todo iba de mal en peor. Los vecinos les decían que el padre se tendría que volver a casar y darle otra madre a aquellos niños que tan tristes estaban. El hombre contestaba que recordaba mucho a su esposa y no podría compartir su vida con otra persona, pero al cabo del tiempo empezó a visitar una señora  viuda  con la que pasaba bastante tiempo y hacia que los chicos se sintieran más solos.
 Un día el Sr. Enrique insinuó a sus hijos que se quería  casar con aquella mujer para que ellos estuvieran mejor atendidos y acompañados. A los chicos no les agradó la idea  porque seguían pensando en su madre. Aunque al fin, el padre, se casó y les trajo, no una madre sino,  una madrastra.
Aquella señora se fue ganándose a su marido, pero no pudo congraciarse nunca con los niños que seguían muy tristes recordando a su verdadera madre.
La madrastra decía a su marido que los niños se portaban muy mal  y que si  no  los  castigaba lo tendría que hacer ella para que no fueran  unos salvajes que  ella  no  podría resistir obligarían  a marcharse.
 
Su marido le contestaba que tuviera paciencia hasta que fuesen más grandecitos y dejaran de pensar en su verdadera madre.
- Su madre soy yo - respondió la madrastra– poniéndose muy furiosa.
 
Desde aquel día la madrastra pensaba como deshacerse de ellos o, al menos del chico al que le había tomado manía. Y, un día que la niña había de ir a una revisión médica, pidió a una de las vecinas que la acompañara, mientras ella preparaba la comida para su marido.
 
Y así, aprovechando la ausencia de la niña, la mala madrastra mató a Pedrito, lo troceó y frió para meterlo después  en una orza con aceite.
 
Cuando la niña regresó, la madrastra, la envió a llevar la comida a su padre, comida que había sido preparada con tajadas de aquella orza.
 
Juanita preguntó  por su hermano y la madrastra le contestó que había ido por agua a la fuente de la felicidad que estaba a 20 leguas de distancia, cosa que entristeció más a Juanita que no paraba de llorar. Cuando el Sr. Enrique regresó del campo también preguntó por Pedrito y la contestación fue la misma: ha ido a buscar agua a la fuente de la felicidad y tardaría unos días en regresar porque está a más de veinte leguas.
 
El Sr. Enrique que no había oído nunca hablar de aquella fuente no estaba del todo conforme con la explicación de su esposa pero ella lo convenció con buenas palabras. Cuando pasaron los tres los primeros días de la desaparición de Pedrito en el pueblo no se hablaba de otra cosa, mientras el Sr. Enrique continuaba haciendo su trabajo en el campo al que juanita le llevaba la comida, casi siempre de aquella orza.
 
Llegó un día que Sr. enrique quería ir a buscar a Pedrito, pero nunca conseguía que la Madrastra le informara donde estaba la fuente de la  felicidad ni el camino por donde se llegaba a ella.
 
La madrastra insistía  que no se preocupara porque en la fuente mágica había grandes colas de gente para llenar de su agua. Y que le había puesto comida suficiente para todo el tiempo.
 
Mientras tanto, juanita había de llevar todos los días la comida a su padre en aquella cesta, pero le preocupaba que siempre fuera comida sacada de aquella orza. Aunque la acción determinante fue escuchar, por el camino, una voz  que  decía: - No comas de esa comida que es el resultado de un crimen.
La niña llegó hasta donde estaba su padre y le entregó la cesta con la merienda; negándose a comer con la excusa de que no tenía hambre, mientras se dedicaba a recoger los huesos que su padre tiraba.
 El padre le preguntaba que para que cogía los huesos y ella le contestaba  que eran para el perro. Cuando su papá terminó de comer, ella recogió todo lo que sobró y, aprovechando que su padre se tomó un sueñecito, lo enterró en el tronco de un peral y guardó secreto sobre lo que había hecho y oído.
El Sr. Joaquín preguntaba por su hijo pero la madrastra criminal siempre encontraba alguna excusa para tranquilizarle sin desvelar lo sucedido. En tanto Juanita visitaba el lugar donde iba enterrado los restos de su hermano hasta que un día se llevó una gran alegría al encontrar a Pedrito llevando una cesta de peras en sus manos. Con inmensa alegría Pedrito y Juanita se acercaron a su padre que  dijo a Pedrito: Dame peras. Pero  el le contestó. No que me comites.
 
 Cuando regresaron a la casa, la madrastra también le pedía peras, pero Pedrito le contestaba: No que me matates. Pero cuando Juanita le preguntó si a ella le daría peras le contestó con un abrazo  diciendo: Para ti son todas, porque me sembrates, me cuidates y me regates y eres mi querida hermana.
 
 Cuando en el pueblo se enterarn de lo sucedido la querían apalear pero el Alcalde consiguió calmar los ánimos llamando a la guardia Civil que detuvo  a la madrastra y la trasladaron a la cárcel hasta el día del juicio que la condenó a tantos años entre rejas que  no la volvieron a ver jamás. 
 
Nota: Este cuento me lo contaban mis hermanas cuando yo era pequeñito.

 

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