EL CABALLO VOLADOR
Una familia con el sobrenombre de “Amapola” tenía una
borrica cansada por los muchas cargas pasadas por sus lomos y los años que
también pesaban.
Por lo que los hijos mayores de la
familia pedían a su padre, un día si y otro también, que comprara un animal de
carga mejor, ya que la borrica no podía cumplir con las necesidades de transporte
de la familia.
Con ese fin, el padre y los dos hijos mayores se
desplazaron a la feria ganadera que se celebraba en pueblo cercano. Y cual fue la sorpresa del
resto de la familia al verlos regresar con la misma burra y un potro blanco al
que subieron al pequeño de la familia.
No era el mulo
que deseaban, pero conforme
pasaban los días la presencia del potro,
al que llamaban “Nevado”, se hacía normal
y, aunque respetaban las recomendaciones del vendedor de no cargarlo hasta que pasaran seis meses, todos los días
subían sobre sus lomos a Sergio, el pequeño de la familia.
El contacto de Sergio sobre la piel de Nevado hizo que se creara entre ambos una corriente de simpatía y amistad.
Unos tres meses después, Roque “El Curro”, un hombre muy
entendido en animales de carga, les dijo que había llegado el tiempo de
esterilizar al potro, ya que si no se hacía, con el tiempo, podía convertirse
en un animal peligroso.
A ninguno de los miembros de la familia le sentó
bien la recomendación y advertencia de Roque el Curro, pero el padre, como
cabeza de familia, concertó el día en que el propio Curro había de practicar a Nevado una dolorosa operación.
Cuando llegó el día, el Curro y el señor Nicanor
se quedaron solos con el joven caballo y después de inmovilizarlo con cuerdas especiales y torniquetes: Roque el
Curro comenzó a rajar la piel de Nevado sin ningún tipo de
anestesia, por lo que el potro se retorcía de dolor cuanto le permitían las
ataduras ha que lo habían sometido.
Terminada la operación le regaron el lugar
desgarrado con alcohol puro que producía tanto dolor a Nevado que terminó por
marearse. Tiempo que aprovecharon, el Curro y Nicanor, para quitarle las
ataduras y dejarlo solo en el corral, a pesar de que seguía perdiendo sangre
por entre los puntos de sutura.
La noche siguiente, el joven caballo lo pasó tan
mal que al día siguiente no probó bocado de la comida que le pusieron en el
pesebre.
El pequeño Sergio se sintió muy triste cuando comprobó que ni siquiera abría los ojos por
lo que se dedicó a acariciarle con sus manitas hasta conseguir que abriera los ojos para mirarle. Tanto tiempo
se quedó acompañando a Nevado que su madre le dijo que que no volviera a
entrar solo en el corral. Pero la noche siguiente, cuando los demás estaban
dormidos, se levantó de la cama sin hacer ruido tomo una manta de su cama y se
la puso por encima a Nevado y se tumbó junto a el donde se quedó dormido con
tan mala suerte que su padre lo encontró en aquella situación a los primeros
rayos de luz del día.
El revuelo que se formó en la familia fue tal que
su madre le llegó a decir que si lo volvían a ver en el corar venderían un
caballo que tantos problemas les estaba creando.
Enterado el curandero del pueblo que Nevado se
encontraba tan mal, se ofreció aplicarle sus poderes para que pudiera curarse,
aunque su ritual que consistía en regarle la parte infectada con un agua especial, no mejoró al joven
caballo.
En aquella situación Sergio tubo una visión que le
ordenaba llevar a su amigo Nevado a la Montaña Mágica y aplicarle sobre la
operación infectada el veneno de la serpiente ciega.
¿Pero cómo
iba a llevar él, a un caballo enfermo hasta donde no había logrado llegar nadie?
Era imposible.
Así que tendría que resignarse a la muerte de su
amigo Nevado.
La noche siguiente se despertó a media noche y la
preocupación no le permitía volverse a dormir. Y, harto de dar vueltas en la
cama, se levantó y bajó a la planta baja
de la casa, donde se encontraba su amigo enfermo tumbado, sobre sus propios
excrementos, con los ojos cerrados.
Todo presagiaba un desenlace fatal más pronto que
tarde, pero al pasar la mano sobre la la piel de su amigo notó algo anormal que
le sugirió encender un candil de aceite para mirarlo.
Y cual fue su sorpresa al comprobar que a Nevado le
habían brotado sobre sus espaldas unas
alas que no paraban de crecer. Y no solo eso, sino que abría los ojos, se levantaba del suelo y comenzaba a agitar
las alas como si quisiera volar.
A Sergio se le aclaró la mente y pensó que, si Nevado podía volar, llegarían a la
Montaña Mágica.
Sin pensarlo dos veces subió a la vivienda, se
vistió lo más rápido que pudo, cogió la llave de la puerta, puso el ronzal a su
amigo y salieron a la calle donde Sergio montó sobre el joven caballo que inició el
vuelo hacia la Montaña Mágica.
Una vez allí comenzaron a buscar la serpiente
ciega que les había de dar el veneno que curaría a potro.
No fue tarea fácil hasta que encontraron al castor
leñador que les informó que la serpiente ciega
estaba en la cueva del lagarto contento, a unas cien leguas de distancia que con las alas de Nevado batiendo a pleno rendimiento llegaron
muy pronto, donde el lagarto les informó que la serpiente ciega y así permanecería durante las tres próximas semanas.
estaba en la cueva del lagarto contento, a unas cien leguas de distancia que con las alas de Nevado batiendo a pleno rendimiento llegaron
muy pronto, donde el lagarto les informó que la serpiente ciega y así permanecería durante las tres próximas semanas.
Con la ayuda del lagarto y una liebre que pasaba
por allí, Sergio sacó gran cantidad de veneno a la serpiente ciega y se la
dieron a beber a Nevado que enseguida recobró la salud y relinchaba de
contento. Un viejo mago, director del territorio donde se encontraban, pidió a
Sergio que se quedaran a vivir con ellos. El niño generoso y valiente le pidió
al Mago
tiempo para pensarlo, pero cuando descubrieron que allí vivían manadas
de caballos voladores y otros niños y niñas guapísimos, Sergio y su amigo Nevado se quedaron a vivir para siempre donde vivieron felices y contentos.
Y con el caballo Nevado, este cuento se ha acabado.
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