miércoles, mayo 20, 2015

ENSEÑANZA DE PADRES Y MAESTROS (En la Alpujarra de los años 50 del siglo XX)


En la  Alpujarra de  Granada (España)
En los pueblos de la Alpujarra Media y Alta de los años 50, con la penuria de haber vivido la Guerra Civil y padeciendo sus secuelas, se enseñaba a los niños y adolescentes, por parte de los padres la manera de prepararse para un futuro mejor, valiéndose para ello de refranes, dichos, fábulas y cuentos con sus correspondientes moralejas.

También los maestros y maestras incidían en las mismas cosas, utilizando las fábulas con moralejas que venían en los libros de texto a los pocos alumnos que asistían a clase, ya que la mayoría habían de ayudar a la economía familiar guardando cabras o vacas, buscando hierbas para los conejos y colaborando en el cuidado de sus hermanos más pequeños.

Se destacaba como la obligación número uno: mantener una unión fuerte dentro del grupo familiar, resaltando las ventajas que ello proporcionaba sin olvidar el respeto, cariño y ayuda entre sus miembros, sabiendo que aunque la sociedad reconocía la autoridad del marido y padre, la esposa era fundamental y por tanto sus opiniones se deberían tener en cuenta atendiendo al refrán que dice”si tu mujer te pide que te tires por un tajo, pídele a Dios que sea bajo” y que era justo reconocer que la mujer fomentaba y mantenía la unidad del hogar y de ella se esperaba comprensión por lo que se decía: “en casa del doliente ten la mujer por pariente”.
También insistía la enseñanza en la importancia de los temas económicos, sobre todo en época de pobreza, recordando que “Quien madruga Dios le ayuda” y "quien temprano se levanta en su fortuna adelanta”, procurando llegar a tiempo a los sitios porque “quien llega tarde ni oye misa ni come carne”. Dando gran importancia al ahorro, aunque fuesen cantidades pequeñas ya que, ”un grano no hace granero, pero ayuda a su compañero” y no gastar más de lo que pudieran permitirse, porque ”donde se saca y no se mete el fin se le ve” pensando que "quien guarda haya” y dando importancia al trabajo en la juventud para tener suficiente en la vida y guardar para la vejez, recordando el dicho de ”el que de joven no trabaja de viejo duerme en la paja” y como ya hemos dicho no darse excesivos caprichos porque, "el que de joven se come los pollos a la vejez caga las plumas” y como no se podía pensar en las pensiones de jubilación, se había de trabajar mientras podían y que en las faenas diarias se debían utilizar las vestimentas más inferiores porque “el que luce entre las ollas no luce entre las señoras” y ajustar los gastos a los ingresos, por aquello de “no estirar el brazo más que la manga” y “la pierna más que la sábana”, porque gastando más de lo que se dispone obliga a contraer deudas, lo que es igual a “vendimiar antes que las uvas maduren” y con las deudas llegan los problemas porque “ donde no hay harina todo se vuelve mohína” y a “perro flaco todo son pulgas”. Se enseñaba que se debían mantener buenas relaciones con los vecinos, ya que al tenerlos cerca podían ser una ayuda en caso de necesidad, pero también fuente de problemas y conflictos si se mantenía con ellos una mala relación, sabiendo que de lo que tenemos cerca siempre nos salpica algo. Así que ayudar y desear el bien a los vecinos porque “el que desea mal para su vecino el suyo viene de camino”. Observando cuanto les sucedía por aquello de “si las barbas de tu vecino ves pelar pon las tuyas a remojar”; sabiendo que las amistades excesivas se pueden hacer empalagosas y por tanto “cada uno en su casa y Díos en la de todos”, sin intervenir demasiado en las cosas de los demás, a no ser que sea muy necesario o nos lo soliciten, atendiendo al dicho que recuerda: “agua que no has de beber déjala correr“ y si nos toca relacionarnos con personas o ambientes conflictivos, habrá que utilizar la inteligencia y buen oficio recordando que “a palabras necias oídos sordos”, evitando, en lo posible, las cosas que puedan empeorar las situaciones y nunca fomentar discordias porque, ”quien siembra vientos recoge tempestades”, tratando de solventar las diferencias con razonamientos lógicos y sencillos, sin olvidar el dicho de, “quien pleito ganó sin camisa se quedó” y procurando mostrar el correspondiente agradecimiento por el bien que nos llegue, ya que “es de bien nacidos ser agradecidos”. Sin olvidar que hay a las que no conviene acercarse como recuerda la fábula:

Junté yo buenas manzanas,
con otras ya enmohecidas.
No mejoré las podridas
y se pudrieron las sanas.
Que a un malo le pase así
si se une a un bueno, se yo.
Mejorarse el malo no
y el bueno empeorarse si.
Desconozco el autor

La salud era otra de las cosas que se había de proteger, y no malgastar las energías sabiendo que “el que lava la cabeza a un burro negro pierde el agua y pierde el tiempo” y no es bueno a la hora de ahorrar, “tirar la harina y guardar la ceniza” sin olvidar que siempre habrá cosas que no podremos modificar como pretender que amanezca antes a fuerza de madrugar y para no llevarse sorpresas no esperar demasiado de los demás, sabiendo que, ”tiene el mozo más fiel el que se sirve él” y no hablar de los defectos de los otros como aquella sartén que decía a la alcuza ”apártate me tiznas”.

Otra de las cualidades que se deberían cultivar era la persistencia en los objetivos seleccionados, ya que la falta de constancia impide la consecución de buenos resultados como sucedió a la mona de la fábula siguiente:

Subió una mona a un nogal
y cogiendo una nuez verde,
en la cáscara la muerde
lo que le supo muy mal.
La arrojó el animal
y se quedó sin comer.
Así suele suceder
a quien su empresa abandona,
que haya como la mona
al principio que vencer.
Féliz María de Samaniego

También se resaltaba lo beneficioso de una voluntad firme para no dejarse seducir por los halagos o buenas palabras como al cocodrilo de la fábula:

Bebiendo un perro en el Nilo,
al mismo tiempo corría.
Bebe quieto le decía,
un taimado cocodrilo.

Le dijo el pero prudente.
dañoso es beber y andar,
Pero ¿es sano el esperar?
a que me claves el diente.

Oh! Que docto perro viejo
yo venero tu sentir.
En eso de no seguir,
del enemigo el consejo.
Férliz María de Samaniego

También se decía que sería bueno reflexionar, antes de decidir, sobre aquellas cosas que nos presentaran demasiado favorables o llamativas por si escondían algo similar al queso que se ofrecía en las ratoneras, la comida en los cepos...como en la fábula de:

A un panal de rica miel,
dos mil moscas acudieron
que por golosas murieron
presas de patas en él.
Otras dentro de un pastel
entierran su golosina.
Así se bien se examinan
los humanos corazones,
perecen en las prisiones
del vicio que les domina.
Versión de Féliz María de Samaniego

Pues visto el resultado de aquellas moscas, se insistía en la conveniencia de no dejarse llevar por una primera impresión deslumbrante de las cosas, sin asegurarse que se trataba de una visión verdadera y no algo que lo aparentaba, como ocurrió a la paloma de la fábula:

Un pozo pintado vio
una paloma sedienta,
a el se tiró tan violenta,
que contra la taba dio.
Del golpe al suelo cayó
y allí muere de contado.
De su apetito guiado,
por no consultar el juicio,
así vuela al precipicio,
el hombre desenfrenado.
Féliz María de Samaniego

El respeto a la propiedad de otros formaba también parte de la tradición y las leyes, pero también se reforzaba con la reflexión de un niño frente a un árbol cargado de apetitosas frutas que no le pertenecían:
 
¡Que linda en la rama
la fruta se ve!
Si lanzo una piedra
tendrá que caer.

No es mío este huerto
no es mío lo sé:
más yo de esa fruta
quisiera comer.

Mi padre está lejos,
mamá no me ve,
no hay otros niños...
¿quién lo ha de saber?
más no, no me atrevo;
yo no sé por qué;
parece que siempre unos ojos me ven...

Papá no querría
besarme otra vez,
mamá lloraría
de pena también.

Mis buenos maestros
dirían tal vez:
“¡qué niño tan malo,
no jueguen con él!”.

No quiero, no quiero;
yo nunca he de hacer
sino lo que haría
si todos me ven.

Llegando a mi casa
caricias tendré,
abrazos y besos,
y frutas también.
J. A.Márquez (Colombiano)

Otra de las cosas que se habían de tener presentes era la forma de actuar en cada momento y circunstancias, sabiendo distinguir entre aquello que se ha de realizar inmediatamente y las cosas que pueden esperar. Precisamente por pararse a razonar cuando deberían correr, perdieron su vida los perros de la fábula:

Por entre unas matas,
seguido de perros,
no diré corría,
volaba un conejo.

De su madriguera
salió un compañero
y le dijo: «Tente
amigo, ¿qué es esto?».

«¿Qué ha de ser?», responde;
«sin aliento llego...;
dos pícaros galgos
me vienen siguiendo».

«Sí», replica el otro,
«por allí los veo,
pero no son galgos».
«¿Pues qué son?» «Podencos».

«¿Qué? ¿podencos dices?
Sí, como mi abuelo.
Galgos y muy galgos;
bien vistos los tengo».

«Son podencos, vaya,
que no entiendes de eso».
«Son galgos, te digo».
«Digo que podencos».

En esta disputa
llegando los perros,
pillan descuidados
a mis dos conejos.

Los que por cuestiones
de poco momento
dejan lo que importa,
llévense este ejemplo.
Tomás de Iriarte
 
Formaba parte de las enseñanzas que los bienes deberían estar agrupados con los de otros propietarios, atendiendo a lo de:”casa en barrio y viña en pago” porque ello haría más fácil su protección y era conveniente tenerlos cerca, ya que “el ojo del amo engorda el caballo” y “hacienda que no veis para que lo queréis”.
El aprendizaje de las obligaciones era importante para no cometer errores por ignorancia, y evitar las consecuencias que nos recuerda:”el que tontamente peca tontamente se condena”. Porque los efectos de una acción que produce daños, para el que recibe esos daños es igual si los hechos se produjeron intencionadamente o fueron causados de manera fortuita

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