domingo, enero 25, 2015

EL PODEROSO ACEQUIERO

 
EL PODEROSO ACEQUIERO
= El Sr. Ricardo, la Señora que le cuidaba y su conductor realizábamos uno de los viajes que tanto gustaban al Jefe encontrándonos en aquellos momentos en Castellón, haciendo tiempo para  la hora de comer que habíamos de disfrutar en el "Restaurante Falomir, situado en el Puerto.
¡Que buena temperatura disfrutamos hoy!  -djo Lura-
= ¡Qué diferencia de clima con otras Comunidades que conforman España! -Respondió el Señor Ricardo-
- Por no ahondar en otras diferencias, que son tantas que darían para hablar  hasta no sabemos cuando y de las personas que las poblamos, que somos el resultado de las invasiones de Íberos, Celtas, Fenicios, Griegos, Cartagineses, Romanos, Bárbaros…con sus ideas, culturas, conquistas, guerras, sumisiones, armisticios… Somos pues el subproducto de las uniones de toda esa amalgama de personas.
= Tanto que nos une y tanto que nos separa. ¿Cree usted que eso es malo?
- Pues según  se quiera  mirar. Los hombres tenemos la virtud o el defecto de adaptarnos a las situaciones fáciles y difíciles. Me explicaré:
Cuando vivíamos en la ley del palo y la zanahoria, (entiéndase por la dictadura del General Franco) a callar mandaban, aceptando la zanahoria por temor al palo. Y Cuando el Caudillo murió parecía que nos quedaba la zanahoria y había desaparecido el palo, pero resultaba que había unos señores de uniforme que seguían guardando el palo o mejor dicho el sable, avisando de ello en el intento de "Golpe de Estado del 23 f". En esta situación apareció la prudencia diciendo: Vamos a ponernos de acuerdo para conseguir una constitución de mínimos que nos proporcione más poder del que teníamos, que era poco, sin disgustar a los del palo, perdón a los del sable.
El Tomás  se nos pone trascendente y eso para mí es aburrimiento –dijo Laura-
= No se preocupe que también se han de comentar estas cosas. ¿Sabe usted que, en Cataluña y Las Vascongadas no están conformes con la cuota de dinero y de mando que ellos administran? Así lo publican los diarios. Y sus dirigentes lo recuerdan cada vez que tienen oportunidad, diciendo que necesitan más autonomía y más recursos para mejorar los servicios que prestan a los ciudadanos.
- Esto me recuerda una historia que se contaba como verdadera allá por La Alpujarra de Granada  (España) aunque para mi sólo se trataba de un ingenioso cuento.
= Pues ya que lo recuerda ¿porqué no nos lo cuenta?
- Es un cuento un poco largo y sobre todo a Laura le aburrirá un poco.
Un cuento no tiene porqué ser aburrido, lo que debería producir en nosotros es sueño porque la mayoría de los cuentos se hicieron para hacer dormir a los niños –contestó la Laura-
- Pues allá voy y si resulta aburrido o largo lo dejamos sin terminar ya que no se trata de algo necesario. El cuento comienza así:
En una población de La Alpujarra granadina había una comunidad de regantes que se habían dado o le habían impuesto, una norma de conducta que consistía en que lo tocante al agua de riego decidía un hombre poderoso, llamado "el Acequiero", armado con una escopeta de caza, al que todos respetaban, unos por conveniencia y otros por miedo.
Sucedió que se presentó un invierno muy lluvioso seguido de una primavera con más de lo mismo, lo cual era bueno porque proporcionaba abundante reserva de agua en forma de nieve sobre las cumbres de Sierra Nevada, pero también tenía su parte negativa al provocar corrimientos de tierras que destruían las acequias y caminos.
Antes de que llegara la época de riegos se repararon los destrozos lo mejor que se pudo, pero el poderoso Acequiero no paraba de repetir aquel año se sembrara lo mínimo necesario, porque las acequia como consecuencia de los corrimientos de tierras no garantizaba el transporte del agua acostumbrada.
Sucedió que el Acequiero sufrió una enfermedad de flebitis que en poco tiempo lo mandó al cementerio. Y provisionalmente contrataron a otro acequiero, un hombre moderado que se escuchaba a todos, pero le faltaba energía y respaldo para hacer cumplir lo que creía necesario.
Así unos le decían:
Se han de aprovechar los buenos años de agua para sembrar todos los campos y conseguir las cosechas que necesitamos y merecemos.
El nuevo acequiero avisaba a todos con buenas palabras:
La acequia no podrá aguantar llevando tanta agua, pero los labradores insistían:
Necesitamos más agua para regar o ¿es mejor que se deslice río abajo hasta perderse en la mar?
Viendo el cariz que tomaban las cosas se reunieron los caciques del pueblo que resultaron ser los que sustentaban desde la sombra la fuerza del fallecido Acequiero, el cual les compensaba permitiendo que las fincas de su propiedad, que eran las mejores, dispusieran de más agua de riego que las demás.
El acuerdo fue enviar una pareja de la guardia civil con el aviso que si no cesaba la presión sobre el acequiero, aquel sería sustituido por otro armado y apoyado por los guardias del uniforme verde como garantes del orden y buenas costumbres.
El resultado fue que los labradores que de buena fe pedían más y más agua para sus fincas se dijeron.
Vamos a respetar este acequiero y conformarnos con el agua que él nos de y al mismo tiempo ayudarle ha hacer una distribución de mínimos para no enfurecer a la guardia civil.
Se  hizo un nuevo reglamento del agua que les permitió compartir el agua que la acequia podía transportar. Aquel reglamento permitió la distribución los recursos hídricos de manera tranquila muchos años años. En aquel periodo de tiempo se cambió varias veces de acequiero, pero eso sí, escogiendo entre los que solicitaban el cargo, por medio de una votación realizada en la plaza de pueblo.
Como todo marchaba tan bien y la riqueza y el progreso se instalaron en el pueblo, no paraban de llegar personas de otros lugares a instalarse allí y, aunque la Guardia Civil, que ya no gastaba su tiempo amenazando al acequiero de turno, se esforzaba en impedir la entrada de los que seguían llegando, lo cierto era que cada vez había más personas para trabajar los campos y, aunque muchos de los llegados no conseguían un trabajo justamente remunerado y una vivienda digna, se conformaban pensando que aquello era mejor que lo que habían dejado.
Todo iba tan bien que las fincas y las cortijadas tenían cada vez más poder. Se les aconsejaba, aunque no se les imponían lo más conveniente a sembrar, se les compensaba incluso por dejar algunos campos en barbecho para evitar los excedentes y poder así mantener unos precios políticamente correctos. Hasta se hacían seguros contra las heladas, sequías y otras plagas. Había establecido un mecanismo por el cual los que disponían de las tierras más fértiles habían de aportar mayor cantidad a un fondo de solidaridad, cuya distribución había de favorecer a los que ocupaban las tierras menos productivas. Todos podían decir lo que creían conveniente sin temor a represalias. Aquello era demasiado bueno para ser real, pero lo era. Aunque claro, la abundancia también cansa y los dueños de las mejores fincas empezaron a decir que ellos pagaban demasiado. Que si los cortijeros del sur eran unos vagos. Que se habían de cambiar las normas por otras más justas. Algunas cortijadas a través de su representante pedían más poder para decidir lo que les convenía o no les convenía sembrar y repetían una y otra vez: El acequiero no distribuye el agua con justicia. Nosotros pagamos más de lo que recibimos del fondo de solidaridad. Hemos de tener más autonomía.
Las múltiples reuniones para pactar nuevos sistemas de distribución de poder y aportaciones al fondo común no conseguían acuerdo alguno. Y en otros asuntos también había discrepancias. Mientras unos proponían que se había de prescindir de la Guardia Civil, otros proponían legalizar las patrullas de agricultores porque a una familia le habían robado un caballo.
Como era tan difícil conseguir acuerdos, las cortijadas más ricas decidieron declararse independientes y no respetar las decisiones de las autoridades del pueblo ni de la Hermandad de Labradores, dejando de  pagar los tributos y las aportaciones al fondo de solidaridad. El disgusto generalizado se instaló en el pueblo y los vecinos empezaron por dejar de hablarse para más adelante comenzar a insultarse. Proliferaban los populistas que soliviantaban a la gente. Los más poderosos nombraron patrullas para su defensa y obligaban al acequiero a recargar de agua la acequia con el consiguiente peligro de quiebras y roturas. Y en tanto ¿Qué hacían los que les había tocado perder con la nueva situación? El nerviosismo se iba instalando en ellos, discutían acaloradamente en las tabernas y hacían pequeños sabotajes.
La situación terminó por hacerse insostenible, raro era el día que no hubiera peleas. El médico del pueblo se hizo especialista en la cura de golpes y magulladuras, hasta que un desgraciado y luctuoso hecho complicó  más las cosas. Se trataba de la muerte de un muchacho en una discusión de celos por una guapa joven a la que muchos deseaban. Le siguió una paliza a varios de los jóvenes que, se decía, habían apoyado al agresor que permanecía a buen recaudo en la cárcel del pueblo.
Con este desgraciado hecho se instaló un clima de violencia  llegando hasta la quema de cosechas, pero el peor de todos los males fue la rotura de la acequia una noche del mes de julio. La voladura fue tal que se tardaron dos semanas en reparar los destrozos, tiempo suficiente, en verano, para deteriorar las cosechas.
Pues no sabía yo que el Tomás fuera también contador de cuentos –dijo Laura-
= Yo espero y deseo que en España, en este País como dicen los que no quieren pronunciar su nombre, no suceda nunca lo del cuento que nos ha contado Tomás.
El Tomás sabe muchas cosas ¿verdad? -dijo Laura-
= Tomás sabe lo que sabe y cada uno sabemos lo que hemos aprendido, aunque no es suficiente saber si no entendemos lo que dicen los otros.
Según usted yo sólo se cocinar.
= Pues claro que cocina muy bien. Y ¿eso es malo?
No es que sea malo, pero me gustaría dejar de ser la tonta de los fogones.
= Bueno dejémoslo aquí y marchemos a tomarnos la comida que nos espera que habéis de saber que se trata de: Gambas cocidas y a la plancha cuantas se quiera, después berenjenas rellenas, arroz a la banda, bebida y frutas variadas.
Y ¿Quien se come todo eso? -dijo Laura-
= Esas  son las cosas que nos van a poner por 4.000 pesetas cada uno, pero no tenemos la obligación de comerlo todo.
Otra vez me toma por tonta como siempre.
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

viernes, enero 23, 2015

LA GALLINITA NEGRA (Cuento de mi niñez)



LA GALLINITA NEGRA
 
En el pueblo más escondido de La Alpujarra granadina vivía una gallina hacendosa, que con esfuerzo y tesón criaba una quincena de polluelos, a los que sacaba todos los días a buscar comida y  enseñarles los campos cercanos y sus peligros que comportaba el mundo.

De aquella manera los polluelos crecían y crecían al tiempo que aprendían los lugares donde había las mejores semillas y agua fresca donde beber. Tanto la "Gallinita Negra" (que  era el nombre de la madre) como los polluelos vivían días felices mientras crecían y crecían hasta hacerse tan grandes como su propia madre y algunos  hasta más. Aunque había uno, que lo que le faltaba de crecimiento lo había ganado en astucia y sabiduría. Era el  pequeñín.

Tan grades estaban los polluelos que, la Gallinita, pensó que ya era hora de dejarlos solos para que demostrarán si cuanto les había enseñado les servía para  su futuro.

Pensado y hecho. La gallinita comunicó a sus hijos que había de marchar al pueblo vecino para realizar unos asuntos y que ellos se habían de quedar solos y así lo hizo una mañana temprano.

Cuando los polluelos se quedaron solos empezaron a comentar entre ellos que iban a hacer durante la ausencia de su madre, llegando al acuerdo que seguirían haciendo lo mismo que venían repitiendo junto a ella. Todos estaban de acuerdo, menos el pequeñín que repetía que fuera de casa había peligros y que no debían salir hasta que su madre volviera. 

Lo cierto fue que los catorce restantes no le hicieron  caso  dirigieron al campo mientras el pequeño se quedaba en casa  con la puerta bien cerrada.

Cuando la Gallinita volvió de un encuentro con su amigo, el gallo más apuesto de toda La Alpujarra, encontró al  pequeñín en casa aburrido y lleno de miedo.

Con preocupación, la Gallina, preguntaba al pequeñín que le contó que sus  hermanos habían salido y llevaban dos días sin regresar.

 Madre e hijo salieron a buscarlos  y, por desgracia, solo encontraron muchas plumas esparcidas por el campo.

Madre e hijo regresaron a casa muy tristes, llorando y lamentándose por la mala suerte que habían tenido los demás polluelos.

A partir de aquel día, Madre e hijo, siguieron viviendo juntos hasta que llegó el tiempo que ambos acordaron que el pequeñín, que ya no lo era tanto, se fuera a vivir en su propia casa.

La Gallinita Negra no sabía  lo que le había sucedido a sus hijos, pero pensaba que podía haber sido obra de la zorra y no se equivocaba lo más mínimo, ya que la astuta zorra los había matado, comidos algunos y enterrados otros para comerlos más adelante.

Tiempo después, cuando a la zorra se le había acabado la comida, empezó a pensar en secuestrar a la Gallinita  y comérsela entre ella y sus zorrendos.

La idea era difícil de realizar porque la Gallinita permanecía en  cosa todos los días, sin salir para nada gastando de las provisiones que tenía almacenadas.

Pero la astuta zorra seguía merodeando por los alrededores de la casa con la intención de cogerla y llevarla  hasta donde esperaban sus zorrendos para darse un buen  festín.

Tanto pensaba la zorra en poder dar caza a la gallinita que se quedó más delgado que una rama de leña seca.

Todos los días al salir decía a sus pequeños que pusieran a hervir un caldero de agua para desplumar a la Gallina pero, día tras día, regresaba con el saco vacío y la desilusión de tota la familia se hacía cada vez más grande.

Pero mira por donde un día que la gallinita se sintió obligada por la necesidad a ir a por leña y, por las prisas, cometió el descuido  más grande de toda su vida. Se olvidó de  cerrar  la puerta con llave, cosa que aprovechó la astuta zorra para meterse en la casa.

¡Éste es el día!–se dijo la zorra-

La zorra entró en la casa de la Gallinita y subió por las escaleras buscando un sitio donde esconderse para sorprender a la Gallinita cuando regresara.

Se metió bajo la mesa pero le asomaba el jopo. Se metió bajo la cama pero se encontraba muy incómoda tan estirada.

Al fin decidió espera amagada detrás de la puerta. En aquella posición tampoco se  encontraba bien pero el botín merecía la pena sufrir.

En aquella situación, la zorra se sentía incómoda e inquieta, y conforme pasaban las horas, la tensión y los nervios la iban atenazando de tal manera que llegaba a pensar que la Gallinita no regresaría nunca.

Tanta era la tensión a que era sometida  que llegó a pensar si sería mejor salir a buscarla y cogerla donde estuviera.

 Eran momentos difíciles para una zorra que llevaba tantos días y hasta semanas persiguiendo a  Gallinita.  Era para la zorra una cuestión de orgullo porque en el monte podía haber cogido lirones, ratillas, culebras y otros de los muchos animalillos que vivían entre los matorrales. Pero había de coger a la Gallina Negra. Finalmente decidió esperar y esperar. Pero agazapada detrás de la puerta se sentía intranquila,  inquieta, incómoda por lo que decidió buscar otro sitio donde esconderse.

Su nuevo emplazamiento fue  debajo de la mesa que antes había desechado por ser pequeño pero no había mucho donde elegir. Así que se metió bajo la mesa y para que no le asomara el jopo se lo sujetaba con los dientes.

Era una posición  muy  incómoda. Pero había que resistir y esperar.

Ya  no debe de tardar en regresar.

 Y no se equivocan la astuta zorra, ya que la gallinita, contenta y feliz,  regresaba con una buena gavilla de leña ajena a lo que su enemiga estaba tramando.

Así que llegó el momento fatídico en que la Gallinita subía las escaleras de su  casa cuando sintió el zarpazo de la zorra sobre ella, aunque reaccionó volando hasta el colgador. Una percha antigua robusta y fuerte desde donde miraba a su enemiga con ojos de incredulidad.

¿Cómo era posible lo que estaban viendo sus ojos? Su mayor enemiga estaba allí. En su propia casa.

Mientras la Gallinita se sorprendía, la zorra pensaba como hacerla bajar de la percha  donde estaba encaramada

 Pensando y pensando se le ocurrió la idea de marear a la Gallinita para que terminara cayendo de aquella percha.

Así que, ¡manos a la obra! por lo que empezó a dar vueltas y vueltas, como si quisiera cogerse la cola con la boca, hasta que la Gallinita cayó sin remedio donde la zorra la metió en un saco que cargo a sus espaldas para dirigirse a donde esperaban sus zorrendos.

La Gallinita que ya se había despertado del mareo, lloraba y lloraba sin parar. Tanto fue lo que lloró la Gallinita Negra que lleno 10 pañuelos de lágrimas.

La zorra que iba contento y seguro se paró a descansar  y hasta se permitió alejarse del saco para beber agua en una fuente del bosque.

En aquel  momento que la Gallinita se acordó que tenía unas tijeras en el bolsillo del delantar con la que abrió una raja en el saco por donde salió y en un periquete compensó la falta de peso con unas piedras que metió dentro del saco.

La zorra volvió y continuó el camino hasta su madriguera donde esperaba los pequeños con el agua hirviendo donde su madre vació el contenido del saco que hizo salpicar sobre ellos el agua hirviendo de tal manera que les produjo tantas quemaduras que le impidieron volver a pensar en la Gallina, la cual vivió en adelante tranquila y feliz y volviendo a la cría de otra pandilla de polluelos.

Y colorín, colorao. Este cuento se ha acabao.
 
 P.D. el cuento de la Gallinita Negra lo aprendí cuando era muy  pequeño, contado por mis dos hermanas que ayudaron a nuestra madre en mis cuidados, ya  que ellas tenía  más de 20 años cuando nací.
 

sábado, enero 17, 2015

ESPERIENCIA ESPECIAL EN MANRESA


ESPERIENCIA ESPECIAL REALIZADA EN MANRESA (Barcelona España)
El año 1987, el que les escribe y un compañero llamado Jaime Marcé Vandellós, realizamos un trabajo programado por La Empresa donde prestábamos nuestro servicio “Comercial Tempo SA” que consistía en visitar (en la población de Manresa) casi la totalidad de centros de enseñanza; preescolar, educación general básica, institutos de enseñanza media y formación profesional (unos de enseñanza pública y otros de enseñanza privada).
El conversar con directores, jefes de estudios, profesores, secretarias, conserjes y alumnos me permitió conocer algunas de las problemáticas que arrastraba la enseñanza en aquellos años, según mi modesto criterio, y que tenían  diferencias según la influencia de los hechos siguientes: enseñanza pública, enseñanza privada, filiación política y religiosa de los profesores e intervención de las asociaciones de padres de alumnos, con sus correspondientes peculiaridades.
En la enseñanza privada, con marcada orientación cívico-religiosa-católica, en su mayoría se seguía enseñando (además de las materias generales) según mi apreciación: orden, disciplina, respeto y obediencia. El número de alumnos por clase en los centros privados era inferior, lo que debería redundar   en un mejor aprovechamiento de las lecciones. También se producía, sin proponérselo, una selección de los alumnos, porque en aquellos colegios (si no estaban concertados) se había de pagar, por lo que accedían los hijos de quienes  disponían de recursos económicos y, de todos es sabido, que en el pasado sólo accedían a la enseñanza media y superior quienes podían permitírselo, y por ello ser descendiente de estas familias lleva consigo  más tradición de estudios  y conocimiento de las ventajas de una buena preparación académica. En estos centros, en aquellos años, tenía poca incidencia las asociaciones de padre de alumnos y sí bastante influencia la opinión y decisiones de la dirección. En algunos centros de enseñanza pública, la pugna entre diferentes puntos de vista de los profesores, impedía realizar la degustación alegando, entre otras cosas,  que fomentaba el consumismo. Parece, por tanto, que  en estos centros los profesores, las asociaciones de padres de alumnos y otras instancias tienen algo a decir en las decisiones que se han de tomar. Lo que parecía evidente, por entonces, era que la enseñanza pública estaba masificada, sobre todo, en los centros situados en las barriadas exteriores, donde anteriormente habían tenido déficit de plazas escolares, y los  alumnos procedían de familias obreras menos favorecidas económicamente y aquello llevaba consigo, que sus padres no les pudieran transmitir sus experiencias en este campo. La reacción de los alumnos, al encontrar en el patio de recreo un tenderete donde (se  les  obsequiaba con una botella de refresco  gratis), es casi la misma en todos los casos, pero en algunos colegios públicos, se hacía de manera  más informal y los alumnos  se agolpaban cerca del kiosco, lo  cual  les hacía más laboriosa la elección  entre sabores diferentes y,  en otro aspecto,  costaba más conseguir que depositaran las botellas de vidrio vacías sus cajas correspondientes para evitar roturas de las mismas y prevenir posibles daños con los trozos  de cristal. Quiero hacer constar que los contactos para obtener los permisos y planificar las fechas y horas se hacía en los despachos conversando con directores, jefes de estudios y sus secretarias y  la realización,  observación y charla con algunos profesores y alumnos se hacía en el patio, por lo que mis opiniones no debe sobrepasar  del comportamiento de unos alumnos  en semilibertad durante el recreo y en un día anormal, para ellos por nuestra intervención.
La acción que la Empresa había diseñado y planificado  trataba de situar un mostrador con abundante publicidad  en el patio del colegio, en tiempo de recreo, y obsequiar a cada  alumno y profesor con una botella de TriNaranjus,  bien presentada y fresca,  a cambio de un vale, que previamente les habíamos hecho llegar a través de la persona con quien se había concertado la acción, quedando en su poder un folleto con explicaciones del producto y una parte recortable para que les hicieran un descuento en los supermercados y bodegas por la compra de botellas de Trina del tamaño familiar. Nuestro trabajo pretendía averiguar en que porcentaje se aumentaban las ventas con una acción realizada en todos los colegios de Manresa que nos fuera posible.
Como conclusión: parece ser que la enseñanza privada es más completa, pero gracias a la enseñanza pública la totalidad de aspirantes a una plaza escolar pueden recibir enseñanza y así conseguir, para el mañana, una sociedad más preparada y capacitada para afrontar los retos que se vallan presentando

FUENTE AGRIA DE PÓRTUGOS (Granada)



EN EL PUEBLO ALPUJARREÑO DE PÓRTUGOS HAY UNA FUENTE FERRUGINOSA CON SABOR PICANTE A LA QUE MUCHAS PERSONAS ACUDEN A BEBER Y LLENAR RECIPIENTES PARA LLEVAR.











 


 
QUÍ SE PUEDE VER EL MANANTIAL CON SUS CUATRO CAÑOS QUE, LOS ESPERTOS DICEN QUE CADA UNO DE ELLOS TIENE DIFERENTE INTENSIDAD DE SABOR.


EN ESTA OTRA FOTOGRAFÍA SE PUEDE VER EL COLORIDO QUE PRODUCE EL AGUA AL DESPARRAMARSE POR LAS PAREDES DEL BARRANCO.


OTRO SUGESTIVA FOTO
OTRA MARAVILLA DE LA NATURALEZA

EN ESTA OTRA SE PUEDE VER COMO LOS COMPONENTES QUE EL AGUA LLEVA CONSIGO PRODUCE MARAVILLOSOS CUADROS.


AL AMPARO DE LA FUENTE Y EL EXPECTÁCULO DE COLOR, JUNTO A LA ERMITA DE LA VIRGEN DEL ROSARIO, SE HA MONTADO UNA SERIE DE PUESTOS DE VENTA DE OBJETOS ARTESANOS Y DE SATISFACCIÓN AL VIAJERO.

EL PASTORCILLO EMBUSTERO

 
 
 
LAS MENTIRAS TIENEN LAS PATAS MUY CORTAS.
 
Una familia tenía un rebaño de ovejas, las cuales llevaba el tío Ginés, padre de
 
familia, todos los días a pastar por extensas praderas, mientras su esposa se quedaba en casa atendiendo a los hijos y realizando las tareas del hogar.
Una mañana, pasada la hora que el pastor tenía costumbre de levantarse de la cama, su esposa le recordaba que tenía preparado el desayuno y la merienda en las alforjas, pero al no recibir contestación de su marido se acercó a la cama y tras pasarle la mano por la frente comprobó que tenía una fiebre muy alta.
El hecho le produjo una gran preocupación por lo que se dirigió a la casa del médico para comentarle la situación, el cual la acompañó a su casa diagnosticando para su marido una gripe como padecían bastantes personas del pueblo.
Mientras el médico explicaba a la esposa que había de ponerle paños humedecidos  sobre la frente para rebajar la fiebre, hacerle ingerir abundantes líquidos y administrarle unas pastillas que habría de adquirir en la botica, el pastor se incorporó en la cama diciendo:
¿Que hora es? Tengo que llevar las ovejas a los prados.
Replicándole el doctor:
Hoy no te moverás de la cama. Otra persona tendrá que ocuparse del ganado.
- ¿Quien? dijo su esposa.
- Yo lo haré, dijo el mayor de los hijos, aunque sólo tenía ocho años.
- Tú eres muy pequeño para llevar el rebaño, respondieron al tiempo sus padres y también el médico.
Pero el niño insistía:
- Yo ya he ido con el papa varios días y conozco perfectamente lo que he de hacer. Anda mamá déjame ir.
La señora, presionada por la enfermedad de su marido y la insistencia de su hijo accedió a que fuese con las ovejas las que ella ayudó a llevar hasta la salida del pueblo donde lo dejó solo después de darle un beso muy fuerte e insistirle que tuviera mucho cuidado, y en caso de ver el lobo que pidiera ayuda a los vecinos.
A lo que contestó el pequeño.
- No te preocupes mamá. Todo saldrá bien y las ovejas estarán bien cuidadas.
El niño dirigió las ovejas hasta las praderas con mucha ilusión y bastante desconocimiento de lo que representaba hacerse cargo durante todo un día de una manada de ovejas y, una vez llegado a los pastizales, las ovejas comían y él se lo pasaba en grande, unas veces revolcándose sobre la hierba y otras contemplando la belleza del paisaje y el azulado del cielo, lo cual le despertó un gran apetito por lo que se puso a comer de lo que su mamá había metido en las alforjas, que en principio eran para su padre.
Comió y comió hasta que no podía más. Después se tumbó a la sombra de un espino y pronto comenzó a sentir cierta soñolencia, pero enseguida recordó que no podía dejarse vencer. ¡Soy un pastor de verdad y tengo que vigilar! Puede venir el lobo. Pero conforme pasaba el tiempo al pastorcillo le asediaba el aburrimiento.
- ¡Que fastidio! repetía una y otra vez. ¡Guardar ovejas no es tan divertido! Además la vida de pastor será para quien le guste y a mi no me gusta nada. ¿Como podré hacer para que la tarde no se me haga tan larga? Debe haber alguna manera de divertirse. ¿Que hago? Aconsejarme ovejitas mías. Podría gritar que viene el lobo y así ver como responden los vecinos en caso de necesidad. Pero el lobo no viene. Es una mentira. No. No puedo hacerlo. Pero esto es muy aburrido. Tampoco es tan malo distraerse un poco y hasta puede que no sea una mentira, ya que el lobo puede venir ahora mismo por detrás de esas montañas. Me gustaría saber que hacen los vecinos en el caso que el lobo viniese de verdad. Podría gastarles una broma. Muchos de mis amigos se divierten haciendo bromas y no pasa nada. La vida no debería obligar a ser tan serio. Voy a intentarlo a ver que pasa.
El pastorcillo se subió en un montículo alto y comenzó a gritar:
- El lobo. Que viene el lobo; Ayuda. Que viene el lobo.
Todos cuantos le oyeron corrían armados con palos y hachas para defender al pastorcillo y sus ovejas del temido lobo; y cual fue su sorpresa al comprobar que todo había sido una broma de mal gusto.
Se habían llevado una gran decepción por lo que, recriminando al pastorcillo las mentirosas peticiones de ayuda, regresaron a reanudar las faenas que habían abandonado para atender sus falsos requerimientos, insistiendo que no querían volver a ser objeto de ningún tipo de burla nunca más.
Después de lo que podía haber sido un ensayo sobre una posible aparición del lobo, si no fuera por el monumental enfado de los vecinos engañados, al pastorcillo se le hacía la tarde cada vez más larga y le parecía que nunca llegaría la hora de regresar.
En cuanto a las ovejas seguían la misma rutina de otros días que no era otra que llenar su barriga, sin percatarse del incidente provocado. No así el pastorcillo al que la tarde se le hacía interminable y nunca llegaba el tiempo de regresar, mientras se decía:
¡Que gana tenía yo de guardar las ovejas! ¡Esto es cosa de mi padre! De todos modos no estaba nada mal ver a los que vinieron a enfrentarse al lobo. Tampoco lo hicieron por mí. Ellos quieren librarse del fiero animal. Quisiera saber cuantos lo harían si el lobo viniese de verdad y sólo lo sabré gritando como antes. Vamos allá: El lobo. Que viene el lobo. Y repetía una y otra vez: ¡Auxilio! ¡Que viene el lobo!
De esta manera gritaba y gritaba hasta que llegaron bastantes vecinos, aunque menos que en la primera vez, los cuales se disgustaron muchísimo al comprobar que habían sido engañados por segunda vez.
Al final de la tarde, cuando el aburrido pastorcillo se disponía a regresar con las ovejas llegó el lobo de verdad y al chico le invadió un miedo tan grande que casi no podía gritar, pero haciendo un esfuerzo empezó a llamar a cuantos pudieran oírle:
- ¡Auxilio! ¡Ayuda! Que el lobo está aquí. Que es de verdad. Que se come mis ovejas. Que peligra mi vida. Vengan buena gente. Pero nadie le hizo caso por creer que era otra broma de las suyas.
Y mientras gritaba y gritaba el lobo había llegado y las ovejas corrían despavoridas, despeñándose unas y siendo degolladas otras, mientras el desafortunado pastorcillo corría y corría hasta llegar a casa llorando y repitiendo:
- Ha llegado el lobo. Mama, mama, que desgracia. Las ovejas no se donde están.
Su madre lo abrazó fuertemente y no hacía otra cosa que llorar. Los sollozos de ambos llegaron a donde el padre permanecía en la cama y no es necesario recordar el dolor y la ruina que había llegado a aquella familia.
En cuantos se enteraron del triste suceso se reforzó la creencia de que las mentiras suelen acarrear malas consecuencias.

lunes, enero 12, 2015

SITGES TERCERA PARTE

 
 
Como mis lectores  saben,  parte de mi vida la he pasado y la paso en Sitges (Cataluña. España)  que es una Villa magnífica, Extraordinaria, Bella con unas playas estupendas, unas construcciones, monumentos para disfrutar con su presencia, calles donde pasear, comprar, visitar galerías de Arte... Tiene  Hoteles para todos los gustos y economías. Pues bien, En Sitges he vivido días de tranquilidad y de diversión y, me porque me gusta cuanto veo he realizado muchas fotografías con tranquilidad y sosiego.
Aquí van algunas de ellas.