sábado, octubre 29, 2011

CUARTO GRUPO DE POESÍA (Tomás Martín Cifuentes)

NECIO ORGULLO

Sólo el necio es orgulloso
De tener lo que no tiene,
De saber lo que no sabe,
De poder lo que no puede.

Pues se hincha como un globo
Y se exhibe como un pavo;
Aparenta remolacha
Siendo en realidad un nabo.

Si alabar lo que se tiene
No es cosa bien valorada;
Presumir de lo que falta
Será acción muy detectada.

Querer brillar como el oro
Siendo sólo calderilla.
Es como pintar de blanco
El negro de una morcilla.

Y quien quiere aparentar
Más de lo que en realidad es
Querrá ventaja obtener
De lo que aparenta ser.

Y aunque el comercio moderno
Cuida la parte exterior
La gente sigue esperando
Lo bueno del interior.


LA AMISTAD

La verdadera amistad
Es también comprensión
Segura de su lealtad
no necesita el perdón.

El amigo es compañía
Ayuda, apoyo y sostén;
Lo tienes en la alegría
y en las tristeza también.

Entiende tus desaciertos,
Y goza con tu victoria
Está en los malos momentos
Y en los momentos de gloria.

¿Y quien nos da los amigos?
El mundo y la sociedad;
Servicio y bien sus activos
Que mantendrá la bondad.

El amigo es un bastón
Donde poder apoyarse;
Sin convertirse en tostón
Y estando dispuesto a darte.

Todo el que siembre amistad
Que no persiga ganancias;
Sea fiel a la honestidad
En todas sus circunstancias.

Y si afloran coincidencias
La amistad se fortalece
Y no valen ocurrencias
Para quien no la merece.

El amor y la amistad
Son muy buena compañía;
impregnan fraternidad
y destilan armonía.

Amigos de la niñez
Por siempre perdurarán
Y en los años de vejez
Recuerdos te contarán.

FELICIDAD ES LA VIRTUD

La felicidad humana
No reside en las pasiones
Que nos llevan al desorden.
Está en la paz interior
Que da la medida y orden.

Haciendo hasta lo agradable
Por los dictados del bien.
Y gozando en la bondad
Y viviendo lo sencillo,
Y huyendo de la maldad.

Los valores afectivos
Son mejor que las razones
Qué sólo razones son.
Ni siquiera son verdades
Ni tampoco inspiración.

La felicidad se siente,
no se razona y define;
no es un premio a la virtud,
ni consuelo al sentimiento,
sino la propia virtud.

Se da la vida por la bolsa,
La bolsa por la vanidad.
Y se corre tras de cosas
Que la publicidad ofrece
Con ofertas engañosas.

Aquel que fija sus ojos
Sólo en lo que más brilla
Y actúa sin moderación,
Mira un eclipse de sol
Sin ninguna protección.

Sin querer ver no se ve,
Pero tampoco mirando
Se ve la verdad encubierta
Que se esconde en las personas
Y en el barniz de una puerta.

Quien no sufre tampoco goza
Y tampoco siente calor
Aquel que no siente frío.
Y si no hay puente se moja
Quien quiere cruzar el río.

Y al vanidoso acontece
Lo que sucede al avaro:
Toma los medios por fines
Y olvidadizo de éstos
Ve peces en los delfines.


LA FELICIDAD

¿Ustedes conocen a alguien
que no quiera ser feliz
y quiera ser desgraciado?
Pues parece que no existe,
O, aun no se ha encontrado.

Y se da la paradoja
que queriendo ser dichoso
Y anhelando ser feliz,
Sean las propias acciones
Las que hagan infeliz.

Porque se olvida a veces
Poner esfuerzo y constancia
En lo que es razonable;
Quizá deseando aquello
que resulta inalcanzable.


Y el no saber posponer
El disfrute de las cosas
En algunas situaciones;
Hacen al ser vulnerable
Ante vicios y pasiones.

Para aligerar la carga
De tensiones y frustraciones
Y sin miedo caminar;
Desprenderse del orgullo
Y aprender a perdonar.

La felicidad puede estar
En querer y ser querido
Que no falte lo esenciar;
Pero sin correr detrás
De lo imposible alcanzar.

Y una vida ordenada
Con serenidad y buen juicio;
Empatía, ecuanimidad,
amor, libertad y Justicia:
semilla es de felicidad.

También bienestar produce
Cumplir normas de civismo,
La compasión del Budismo
Y estimar y hacer el bien
Que propone el Cristianismo.

Ser feliz es querer serlo
Y querer que otros lo sean
Creyendo que es posible;
Con sencillez y humildad
y actitud comprensible.

Y un secreto de la dicha
Es dar sin esperar nada
y no aferrarse a las cosas
que tienen que marchitarse,
como sucede a las rosas.

EL AGRADECIMIENTO

Quiero ser agradecido
por nacer y por crecer;
por tener padres cercanos,
por lo mucho que me dieron
otras personas y hermanos.

Por disfrutar con el sol,
del fuego y de su calor;
la luz de un amanecer,
la sombra de los nogales
y de un bello atardecer.

Por los dones recibidos,
por los pensamientos buenos;
por el cuerpo y por el alma,
por disponer de sentidos
y por lo vivido en calma.

Por que me hablaron de Díos,
por el derecho a nacer,
por aprender que los otros
tienen también sus derechos
igualito que nosotros.

Por saber de Jesucristo
que lo mejor es amar
y que se ha de perdonar
el daño que nos hicieron
y en lo malo ni pensar.

Por poder ir a la escuela,
por guardar cabras y vacas;
por patear las montañas,
ver las flores en el campo
y madurar las castañas.

Por tener la mejor esposa,
la bendición de unos hijos
que han sido valorados
y por cumplir obligaciones
siguen siendo respetados.

Por los lugares que quiero:
Pampaneira, (Sierra Nevada),
Sitges que ofrece descanso,
lo bello de Barcelona
que para el mundo es encanto.

Por querer y ser feliz,
por trabajar en equipo
juntando capacidades,
ya que talentos unidos
allanan dificultades.

LA TIERRA
A fuerza de repetirse
Los fenómenos naturales
Terminan siendo normales
Quiera o no quiera admitirse.

Y que está en gestación
Lo que este planeta encierra
Y cuando tiembla la tierra
Lo acompaña destrucción.

Las placas y su presión
Dan lugar a terremotos
Y también a maremotos
Que crean devastación.

Afloran otras materias
por las fuerzas convergentes
se crean islas, continentes,
destrucción, dolor, miserias…

Así fueron diseñadas
Y tras años de transición,
La vida hizo aparición
Y después colonizadas.

Y se someten las cosas
Aprovechando bondades,
Venciendo adversidades
Con producciones cuantiosas.

Luego excesos y delirios,
Con fuego y contaminación
Modifica la situación
Y se crean desequilibrios.


Y, aumentan los tornados
Con vientos descomunales,
Que en los tiempos actuales
dejan países devastados.

Y las lluvias torrenciales
(quizá por calentamientos)
Producen desbordamientos
E inundaciones fluviales.

Y se producen granizos
En lugar y tiempo anormales
Y, quizá dañando frutales
La atmósfera manda avisos.

Hay poderes destructivos
Que los propios hombres crean
Y unos con otros pelean
Como grandes enemigos.

Y empeora el medio ambiente,
Sube la contaminación.
Difícil la solución
A ese gran inconveniente.







EL TINAO DE PACA


Lo que es rústica belleza
nadie lo puede negar,
pero se ha de resaltar
 la hermosura y grandeza.


Y por eso es tan famoso
el gran tinao de Paca,
su estructura se destaca
y plantas lo hacen hermoso.

¿Se sabe por qué  es vistoso?
porque lo adornan las flores,
que riega con sus sudores
mujer de porte hacendoso.

Que es señora agradable
y una madre generosa.
Fue también buena esposa
y es vecina respetable.

De animales protectora
y una cristiana ejemplar.
Si se trata de ayudar
la encuentras a toda hora.

Y su sonrisa admirable
a todos les hace bien,
y acciones también
son algo muy estimable.



GRANADA

Excelencias de Granada
que estáis en tantas cosas,
en las canciones hermosas
y el perfume de las rosas.

En tantos intelectuales
que de manera sencilla,
glosaron la maravilla
de esta bellísima Villa.

Cofradía del Avellano
de insignes componentes,
donde estuvieron presentes
intelectos excelentes.

Fue grande en medicina
y dio insignes escritores,
excepcionales pintores
y cantantes, los mejores.

¿Y que decir de la Alhambra
que musulmanes dejaron?
Que en La Alpujarra lloraron
porque nunca la olvidaron.


A VECES HAY RAZONES

Unas vacas que pastaban
escasa hierba de un prado,
veían como a ambos lados
los forrajes abundaban.

Y no podían entender
que vaqueros inflexibles,
decretaran incomibles
yerbajos de tan buen ver.

E intentaban a oleadas
de lo prohibido comer,
y habían de retroceder
por garrotes y pedradas.

Si ellas supieran razones
que conocían los vaqueros,
le habrían sido llevaderos
los días de privaciones.

Y es que los forrajes tiernos
secados y empaquetados,
serían almacenados
para los duros inviernos.



ENTRE EL SER Y EL HACER

Tu actual situación
es un cúmulo de cosas,
con sus espinas y rosas
y algo de preparación.

Y aunque dirijas a gente
y tomes grandes decisiones,
que existen limitaciones
habrás de tener presente.

Y por arriba que estés
nunca llegarás al Cielo,
si cuando miras al suelo
te horroriza lo que ves.

Sabios e investigadores
en sus continuas sesiones,
olvidan obligaciones
con hijos, padres y amores.

Por tanto sé inteligente
y duda de lo imaginario,
descubre lo prioritario
y sé con ello consecuente.

Sabiendo que los objetivos
que con insistencia persiguen,
a veces no se consiguen
aunque sean atractivos.

EL CÍRCULO DEL 99

EL CÍRCULO DEL 99
Había Una vez un rey muy triste que tenía un sirviente y éste sirviente era muy feliz. El rey estaba como loco. No conseguía explicarse cómo el paje estaba feliz viviendo de prestado, vistiéndose con ropa usada y alimentándose con los restos de comida de los cortesanos.
Cuando se calmó, llamó al más sabio de sus asesores y le contó lo que sucedía para preguntarle después.
-¿Porqué él es feliz?
Majestad, lo que sucede es que él está fuera del círculo.
-¿Fuera del círculo?
Así es.
-¿Y eso le hace feliz?
No. Majestad, eso lo que no le hace es infeliz.
-A ver si entiendo. ¿Estar en el círculo hace infeliz?
Así es, y él no está.
-¿Y cómo salió?
Nunca entró.
-¿Qué círculo es ese?
El círculo del 99
-Verdaderamente no entiendo nada.
La única manera de que lo entienda ha de ser mostrárselo con hechos.
-¿Cómo?
Haciendo entrar al paje en el círculo.
-Eso, obliguémosle a entrar.
No hace falta, su Majestad. Si le damos la oportunidad, entrará solito, solito.
-¿Pero él no se dará cuenta de que eso es su infelicidad?
Sí. Se dará cuenta.
-Entonces no entrará.
No lo podrá evitar.
-¿Dices que él se dará cuenta de la infelicidad que le causará entrar en ese círculo y, a pesar de ello, entrará en él?
Tal cual Majestad. ¿Está dispuesto a perder un excelente sirviente para poder entender la estructura del círculo?
-Sí.
Bien, esta noche le pasaré a buscar Majestad. Debe tener preparada una bolsa de cuero con 99 monedas de oro; ni una más, ni una menos, 99!!!
-¿Qué más? ¿Llevo a los guardias por si acaso?
Nada más que la bolsa de cuero. Majestad, hasta la noche.
-Hasta la noche.
Así fue. Esa noche, el sabio pasó a buscar al rey. Juntos se desplazaron hasta los patios del palacio y se ocultaron cerca de la casa del paje. Allí esperaron hasta el alba. Cuando dentro de la casa se encendió la primera vela, el hombre sabio cogió la bolsa y le pinchó un papel que decía: “ESTE TESORO ES TUYO. ES EL PREMIO POR SER UN BUEN HOMBRE. DISFRUTALOY NO CUENTES A NADIE COMO LO HAS ENCONTRADO”y lo dejó en la puerta del sirviente.
El sirviente, cuando se disponía a salir, vio la bolsa, la sacudió y al escuchar el sonido metálico se estremeció, apretó la bolsa contra el pecho, miró hacia todos lados y volvió a entrar en su casa.

Él, que no había tocado una de esas monedas, tenía hoy una cantidad de ellas para él. El paje las tocaba y amontonaba, hacía pilas de monedas: una pila de diez, dos pilas de diez, tres pilas, cuatro, cinco, seis… mientras sumaba 10, 20, 30, 40, 50, 60… hasta que formó la última pila: 9 monedas!!!.Su mirada recorrió la mesa primero, buscando una moneda más. Luego el piso y finalmente la bolsa. “No puede ser”, pensó. ¡Me robaron! gritó. Me robaron, malditos!!. 99 monedas. ¡Es mucho dinero!, pensó. Pero me falta una moneda. Noventa y nueve no es un número completo. Cien es un número completo, pero noventa y nueve no.

El rey y su asesor miraban la escena por la ventana. La cara del paje ya no era la misma, estaba con el ceño fruncido y los rasgos tiesos, los ojos se le habían vuelto pequeños y arrugados y la boca mostraba un horrible rictus, por el que se asomaban sus dientes. El sirviente guardó las monedas en la bolsa, la escondió entre la leña y se sentó a hacer cálculos. ¿Cuánto tiempo tendré que ahorrar para comprar la moneda número cien?. Todo el tiempo hablaba solo, en voz alta. Estaba dispuesto a trabajar duro para conseguirla. Después quizás no necesitaría trabajar más. Con cien monedas sería un hombre rico. Con cien monedas se puede vivir tranquilo. Sacó el cálculo.
Si trabajaba y ahorraba su salario y algún dinero extra que recibiera, en 11 ó 12 años juntaría lo necesario. Quizás pudiera pedirle a su esposa que buscara trabajo en el pueblo por un tiempo. Él mismo, después de terminada su tarea en palacio a las cinco de la tarde, podría trabajar hasta la noche. Sacó las cuentas sumando esas extras, en siete u ocho años reuniría el dinero. Y así siguió durante horas haciendo cálculos.

El rey y el sabio volvieron al palacio.
El paje había entrado en el círculo del 99.
Durante los siguientes meses, el sirviente siguió sus planes como se le ocurrieron aquella noche.
Una mañana, el paje entró en la alcoba real golpeando las puertas, refunfuñando y de malas pulgas.
- ¿Qué te pasa?- preguntó el re de buen modo.
Nada me pasa, nada me pasa.
-.Antes reías y cantabas todo el día.
Hago mi trabajo, ¿no? ¿Qué querría su Alteza, que fuera su bufón y su juglar también?

El mal humor y el nerviosismo, del sirviente, proporcionó argumentos al rey para ordenar su despido ya que no le resultaba agradable un sirviente con mal humor.

Siempre nos falta algo para estar completos, y pensamos que sólo completos se puede gozar de lo que se tiene. La felicidad deberá esperar a que completemos lo que nos falta. Y como siempre nos falta algo, la idea retoma el comienzo y nunca se puede gozar de la vida.
Pero ¿que pasaría si nos diéramos cuenta, así de golpe, que nuestras 99 monedas son el son el cien por cien del tesoro, que no nos falta nada, que nadie se quedó con lo nuestro, que nada tiene de más redondo cien que noventa y nueve, que ésta es una trampa, una zanahoria puesta frente a nosotros para que seamos estúpidos, para que estemos todo el día dale que te pego, cansados, malhumorados, infelices o resignados?
¡Cuantas cosas cambiarían si pudiéramos disfrutar de de lo que tenemos tal como está.
Porque ACEPTAR es una cosa y RESIGNARSE es otra. Pero eso es parte de otro cuento.
(Adaptación libre de un antiguo cuento popular)

PERDICIÓN POR AMBICIÓN



PERDICIÓN POR ANVICIÓN
En un pueblo de La Alpujarra vivían dos hermanos con sus esposas e hijos y, aunque uno de ellos era pobre y el otro muy rico, ambos eran medianamente felices y mantenían cierta convivencia, a pesar del escollo que representaba la diferencia de bienes materiales entre una familia y otra.
Un día el hermano pobre, llamado José al que todos llamaban Pepe, se marchó muy temprano al monte cercano para traer leña como de costumbre, pero al ver que cada día le costaba más tiempo reunir la cantidad necesaria para cargar el borrico, decidió alejarse monte adentro buscando mejores árboles en los que cortar. Sucedió que estando en plena faena oyó unos ruidos que le llamaron la atención y por un impulso incontrolado dejó de golpear con el hacha y quedó en el silencio más absoluto. Agudizando la vista y el oído se percató que se trataba de varias personas que conversaban entre ellas mientras caminaban. La curiosidad y temor le hicieron agacharse para observar cuanto le fuera posible de aquellas personas que resultaron ser hombres que caminaban por el bosque, pero cual fue su sorpresa al verlos pararse todos junto a una roca y pronunciar las palabras:“ábrase la puerta de la cueva siniestra” y no solo eso, sino que la puerta se abrió y uno tras otro se adentraron por la cueva en total doce hombres que pudo contar uno a uno.
El leñador quedó pensativo y dándole vueltas empezó a relacionar aquellos hombres con la leyenda de los ladrones que abrían la puerta de una cueva con las palabras mágicas “Ábrete sésamo”. Estos son doce hombres y algunos iban armados. Lo mejor será marcharme con el borrico para casa antes de que salgan. ¿Pero sin leña? ¿Qué les diré cuando llegue? Tengo que quedarme, pero ¿Qué hago ahora? Cortar leña no puedo porque si me oyen puedo correr peligro y marcharme sin leña tampoco es buena cosa. Lo mejor será esperar aquí escondido hasta ver si vuelven a salir. Así lo hizo y tras esperar un buen rato volvió a divisar a los mismos hombres que salían de la cueva comentando entre ellos que sería mejor quedarse alguno para vigilar, respondiendo el que parecía ser el jefe, que no era necesario pues por este lugar nunca vienen otras personas que no seamos nosotros y, además no conocerían las palabras que utilizamos para abrir la puerta. Al tiempo que marchaban, el señor Pepe los fue contando hasta el último que hacía el número doce. Pasado un tiempo sin saber que hacer se le ocurrió acercarse a la puerta de la cueva pensando para sí ¿que habrá dentro? Como me gustaría saberlo. El hombre recordó que no había quedado ninguno para vigilar, por lo que decidió pronunciar las palabras que les había oído a ellos. Allá voy. Haber que pasa y, a continuación dijo: “Ábrase la puerta de la cueva siniestra”
La puerta se abrió y, por el hueco se adentró caminando muy despacio, ya que el miedo le agarrotaba las piernas y casi no le permitía andar. Mirando una tras otra las galerías pudo comprobar que, en una de ellas, había muchos tesoros y gran cantidad de monedas de oro que le dejó perplejo. En este instante se le vino la idea de acabar con su pobreza llevándose monedas de las que allí se almacenaban, aunque a continuación razonaba que tendría que robarlas y él era muy pobre pero no ladrón. ¿Qué hago? Si me llevo unas poquitas no es muy grave. Ya que ¡tienen tantas! Además aquí se ve perfectamente que los que las traen aquí son ladrones. Solo ver las cosas que hay: pistolas, disfraces y mucho oro. En el pueblo se dice: “ladrón que roba a otro ladrón tiene cien años de perdón! Sin pensarlo más cogió un costal lleno de monedas y lo cargó sobre el borrico sin intentar siquiera cerrar la puerta de la cueva, marchándose lo más rápido que pudo.
Llegado a su casa comentó a su esposa lo sucedido, la cual daba saltos de alegría, ordenando a su hija que fuera a la casa del hermano de su padre –llamado Juan – para que les prestase una medida para saber la cantidad de monedas que había traído su padre. La niña fue corriendo a casa de su tío y le pidió una cuartilla prestada.
El señor Juan le preguntó: ¿que vais a medir con la cuartilla?
Dineros –le contestó la sobrina-
¿Dineros? Bien sabemos todos que en tu casa no hay dineros.
Que es verdad. Son monedas que ha traído mi padre.
Bueno, bueno, llévate la cuartilla pero quiero que la devuelvas lo antes posible,
La niña cogió la cuartilla y marchó corriendo para su casa, donde sus padres que le esperaban con impaciencia procedieron a medir las monedas, mientras oía decir a su madre:
¡Somos ricos! ¡Que alegría!
El padre dijo a la niña y a su esposa que no debían comentar lo que les había sucedido hasta que el tiempo fuera pasando, pues podía llegar a oídos de los bandoleros que seguro estarían furiosos y, no solo vendrían a recuperar el dinero sino que tomaría represalias sobre ellos.
Yo no diré nada –dijo la esposa- aunque me costará bastante tener tanto dinero y no hacer uso de el y, ni siquiera contárselo a mis vecinas.
Yo tampoco diré nada –afirmó la niña- pero con todo este dinero seremos ricos como el tío Juan. Verdad papa.
Claro que somos ricos y más que el tío Juan –le confirmó la madre-
De todos modos cuanto menos hablemos de es mejor –dijo su padre- y ahora ves a devolver la cuartilla al tío Juan y darle las gracias.
La niña llevó la cuartilla a su tío y le dijo:
Aquí tiene la cuartilla y muchas gracias.
Cuando la chica hubo marchado, Adelina, la esposa del tío Juan le preguntó a su marido:
¿Para qué quería la cuartilla tu hermano?
Me ha dicho la niña que para medir dineros.
¿Para medir dineros? Para medir piojos quizás. Pero al situar la cuartilla en su sitio comprobó que en una junta había una moneda incrustada por lo que dijo a su marido:
¿Para que dijo tu sobrina que querían la cuartilla?
Para medir dineros –contestó su marido-
Pues mira que moneda hay aquí –al tiempo que le enseñaba una moneda de oro.
El señor Juan, dijo a su esposa que olvidara todo aquello y que bien sabían la suerte de su hermano Pepe, siempre sumido en la pobreza, pero la señora no paraba de darle vueltas hasta que consiguió que su marido fuera a casa de su hermano.
Aunque el hermano Pepe no era partidario de comentar sobre las monedas, al final terminó confiando a su hermano lo que el pretendía fuera un secreto.

Juan quedó maravillado del hallazgo de su hermano para a continuación proponerle ir ambos a por otra carga de monedas.
Pepe se puso muy serio y le dijo:
Eso ni lo pienses y además te pido que no digas a nadie lo que te acabo de contar. Es un asunto muy peligroso pues los bandoleros no son gente que se les pueda engañar fácilmente y si se enteran que he sido yo, mi vida correría peligro de verdad. Así que tú no sabes nada de esto. El hermano Juan le dijo:
De acuerdo de acuerdo, yo me olvido de esto y te deseo que con el oro que has traído viváis mucho mejor de ahora en adelante. Yo vuelvo para mi casa y todo olvidado.
Cuando Juan regresó a su casa informó a su esposa lo sucedido a su hermano y la promesa hecha de no decir nada del asunto.
Adelina no quedó muy conforme con la promesa de su marido mientras se movía de un lado para otro diciendo:
Yo no entiendo como vamos a encajar que la familia de tu hermano, sean más ricos que nosotros. Yo de pensarlo ya me estoy poniendo nerviosa.
Durante todo el día, la señora, estuvo dale que te pego:
Tienes que ir a casa de tu hermano y si no quiere acompañarte –ya sabemos que ellos nunca valieron para nada y así les ha ido-Que te informe donde están esas minas de oro y tu vas a por una buena carga. Pues buena soy yo para aguantar a esa pobre enriquecida de tu cuñada.
Y fiel a aquel refrán que dice. “Si tu mujer te pide que te tires por un tajo, pídele a Díos que sea bajo” Juan marchó a casa de su hermano para hacer lo que su esposa le pedía.
Así el rico señor Juan, después de pasar por casa de su hermano para que le contase el lugar exacto de la cueva, así como las palabras mágicas, el cual le insistió mucho que contase todos los ladrones que habían de ser doce y que tuviera mucho cuidado, se dirigió hacia al lugar amparándose en la oscuridad de la noche. Así llegó frente a la puerta de la cueva y, haciendo el menor ruido, llevó el caballo a la distancia que creyó conveniente y lo ocultó entre los árboles, para volver y situarse en un montículo alejado desde donde divisaba la entrada sin ser visto. Allí pasó casi toda la noche sin percibir ninguna señal de los ladrones, hasta que a la madrugada empezaron a salir, uno tras otro, los doce hombres que su hermano le había dicho. Una vez que los ladrones se alejaron, esperó un poco más por si alguno se volvía por alguna causa, el señor Juan, se acercó a la puerta de la cueva y pronunció la extraña frase –“Ábrase la puerta de la cueva siniestra” La puerta se abrió y el rico señor Juan entró y buscó hasta encontrar las monedas que le había comentado su hermano.
Miraba y miraba con tanta admiración que no se decidía a cogerlas, en el instante que uno de los bandoleros había regresado y lo estaba mirando sin decirle nada. Unos segundos después el ladrón le dijo:
No has tenido bastante con llevarte tanto dinero que vuelves a llevarte lo que no es tuyo.
Yo no me he llevado nada y solo quería unas monedas para colección.
Sabes una cosa que lo que más me molesta es un mentiroso. A los ladrones los tolero pero no a los mentirosos.
Así que te voy a sujetar con unas cuerdas hasta que vengan mis compañeros que tendrán muchas ganas de verte. ¡Que lástima que seas un mentiroso! Como ladrón podías quedarte con nosotros.
Sepa usted que yo no soy ladrón. Yo soy una persona bien posicionada y no quiero ser ladrón.
Cuando volvieron los demás ladrones le dieron una buena paliza para que les informara donde estaba el oro que la había robado. Pero Juan fue valiente y no traicionó a su hermano.
Los bandidos no le permitieron marchar durante todo el día y por la noche hicieron que le acompañara hasta su casa, la cual registraron buscando las monedas que les habían desaparecido. Como no las encontraron decidieron llevarse todo cuanto encontraron de valor; ya fueran joyas, relojes o dinero que, esta familia de ricos tenía mucho.
Cuando se marcharon Adelina insultaba al señor Juan, tratándole de tonto, inútil y cuantas cosas malas salían de su boca rabiosa recordándole que se habían quedado en la miseria por su culpa.
A partir de este día las cosas cambiaron entre los hermanos pues el Pepe vivía a lo grande mientras el hermano Juan y su familia pasaban penurias por haber querido tener más de lo que necesitaban.

LA CIGARRA Y LA HORMIGA




LA CIGARRA Y LA HORMIGA



Era un verano muy caluroso y, como suele suceder cuando el calor aprieta, por los cortijos del cerro las cigarras disfrutaban cantando y cantando al sol que es su ocupación favorita, poniéndose cada día más negras y divirtiéndose con sus conciertos de canto, aunque algunos dicen que a quien divierten es en realidad es al pasajero, no faltando los que discrepan de tal afirmación argumentando que su canto molesta antes que produce placer. No nos vamos a enredar en descubrir cual de las afirmaciones es más o menos cierta, pero lo que no admite discusión es que las cigarras pasan el día cantando y hasta algunas horas en aquellas noches que nosotros no podemos dormir por el exceso de calor.
Había un arbusto en el que cantaba una cigarra llamada Alegría y, justo debajo de éste una colonia de hormigas habían cavado un hormiguero para almacenar toda clase de alimentos para los días de invierno.
Alegría en su canto y diversión se reía del esfuerzo de las hormigas diciendo:
Que vida más dura la de estas hormigas. Siempre caminar y caminar y, casi siempre, cargadas.
Las hormigas seguían su trabajo, no sabemos si divertidas con el canto de la cigarra o quizá aburridas por la repetición del mismo, pero satisfechas a pesar del esfuerzo al comprobar como su almacén se iba llenando de sabrosas semillas. Así pasaron todo el verano y parte del otoño hasta que la temperatura comenzó a descender, el viento a soplar y unos nubarrones amenazaban con lluvia. Las previsoras hormigas se metieron en el hormiguero para resguardarse de la climatología adversa, sabiendo que tenían abundante comida para todo el invierno.
Las cigarras desorientadas volaban de un lado para otro sin saber que hacer. Alegría se acordó de las hormigas que veía trabajar mientras ella cantaba.
Lo mejor será pedirles consejo asomándome a su hormiguero, lo que hizo enseguida preguntándoles:
Vosotras que sois tan listas decirme ¿que debo hacer para soportar el mal tiempo que se avecina?
Se asomó a la entrada del hormiguero la portavoz de ellas para decirle:
Es tarde para pedir consejos y, como no cabes en nuestro hormiguero y tampoco te serviría nuestra comida, debes emprender el vuelo hacia tierras más templadas inmediatamente.
La cigarra de nuestro cuento, se marchó volando hacia la costa pero no pudo llegar a su destino, porque un viento huracanado acompañado de granizos, la lanzó contra el suelo donde pereció.
La historia de las hormigas y las cigarras nos enseña a ser previsores y trabajar con el pensamiento en el futuro, renunciando, muchas veces, al bienestar inmediato y posponer la el disfrute y la satisfacción siempre que sea necesario en bien de los días venideros tanto, para nosotros como para otros seres que se puedan beneficiar de nuestra correcta actuación.

LA SERPIENTE DESAGRADECIDA














Era el mes de enero de hace muchísimos años, un vecino de Pampaneira dijo a su esposa: mañana he de desplazarse a Orgiva para comprar unas cosas y hacerme las pruebas del un traje que encargamos en la sastrería para las fiestas de San Blas. Por este motivo esta noche me iré a la cama antes que de costumbre, cosa que, no solo hizo él, sino que le acompañó su esposa.
Al día siguiente, cuando apenas iba amaneciendo, la señora abrió una de las ventanas para ver como se presentaba el día, comprobando que estaba todo cubierto de nieve, tanto las calles como los terrados de las viviendas. Se volvió enseguida para informar a su marido y, recomendarle que aplazara el viaje para mejor ocasión.
El hombre se levantó de la cama, miró desde la ventana la situación del tiempo y dijo a su esposa:
He de hacer hoy ese viaje, porque después no habrá tiempo disponible y tu bien sabes que es necesario. Así mientras yo me arreglo termina de poner la comida en las alforjas y, también me llevaré una manta para protegerme del frío. Y tú quédate tranquila porque los dos sabemos que voy hacia zona más templada y cuanto más camine dirección a Órgiva la temperatura aumentará y por consiguiente la nieve dejará de existir.
Bueno haz lo que quieras pero ten cuidado – contestó su esposa-
El campesino salió de su casa con las alforjas al hombro e inició el recorrido por el camino real y al pasar por la era de la venta le sorprendió ver estirada en el suelo inmóvil una serpiente de las más grandes que había visto nunca. La miró con interés y le pareció anormal que no se fuera corriendo, (que es lo que suelen hacer siempre estos animales cuando ven a alguno de la especie humana) Se aproximó más a ella y efectivamente. No corría porque estaba muy afectada por el frío que había soportado durante la noche. El hombre se encontró con una situación inesperada y de la que no sabía reaccionar. ¿Que hago? Si la dejo aquí posiblemente morirá y si la auxilio perderé un tiempo que necesito para el viaje. La tocó con sus manos y efectivamente: estaba heladísima. Lo mejor será ponerla dentro de las alforjas y abrigarla con la manta. Así lo hizo y, llevando la serpiente entre las alforjas y la manta caminaba a prisa con el fin de quitarse el frío y llegar a paraje más templado lo antes posible, pero la verdad era que no necesitó llegar muy lejos para quitarse el frío de encima. Entre el peso de la serpiente y el abrigo de la manta le pusieron poco menos que sudando en medio de aquel ambiente invernal. La serpiente también se le notaba un poquito menos helada y él se sentía confortado realizando una buena acción al tiempo que hacía el viaje.
Cuando caminaba por el paraje de los llanos se notaba que la temperatura era más benigna y la serpiente comenzaba a realizar algunos movimientos, señal inequívoca que las alforjas y la manta estaban produciendo el efecto deseado.
Pasado el pueblo de Carataunas, siempre dirección a Orgiva, la serpiente ya se sentía con la temperatura suficiente en para dejar de depender de su benefactor y, sin más preámbulos salió de las alforjas y se plantó delante de él reclamando comida, que según ella, era lo que en aquel momento necesitaba.
Nuestro hombre, sorprendido por la actitud exigente del animal, intentó darle alguna de las cosas que llevaba para su merienda pero la serpiente le contestó que aquella comida no era de su agrado y que necesitaba algún animalillo vivo, bien una rata, un conejo o cosa por el estilo.
El hombre preocupado decía:
Yo no dispongo de estos animales, así que lo mejor es que tú los busque por estos campos.
La desagradecida serpiente le repetía:
Yo necesito comida ya, y si no me la proporcionas tendré que comerte a ti.
El hombre, que había realizado un esfuerzo considerable llevando sobre sus hombros la pesada serpiente, empezó a preocuparse de verdad por las amenazas de un animal al que había salvado la vida. Atribulado y sin saber que hacer, vio como se les acercaba un zorro que regresaba de sus correrías nocturnas y no se le ocurrió otra cosa que reclamar su atención diciendo: señor zorro, venga, venga por favor.
El zorro se aproximó poco a poco hasta situarse junto a la desigual pareja y les preguntó:
¿Que sucede? ¿Necesitan de mi ayuda?
Escuche señor zorro –dijo el hombre- yo he librado a esta serpiente de morir y como pago me amenaza con comerme si no le facilito la comida que dice necesitar y yo, no es que no quiera dársela, es que no la tengo.
Haber, esto se tiene que estudiar con detenimiento. El zorro se colocó las gafas muy lentamente, haciendo cada movimiento con un ritual que dejó sorprendidos tanto a la serpiente como al hombre para decir al fin:
Miren ustedes, se han de reconstruir los hechos, para lo cual se ha de poner la serpiente como estaba cuando este hombre la vio por primera vez.
La serpiente se tumbó en el suelo, quedando inmóvil y cerrando los ojos, -momento que aprovechó el zorro para decir con voz potente-
Lo mejor será que yo me de un banquetazo con este desagradecido animal, ya que la noche no me ha sido muy propicia en la búsqueda de comida.
Al escuchar la serpiente las palabras del zorro salió corriendo a tal velocidad que un instante la perdieron de vista.
El hombre, liberado de las amenazas del animal a quien había salvado la vida, hizo patente su agradecimiento al zorro y le recompensó compartiendo con el la comida que llevaba en sus alforjas.

LA TORTUGA Y LA LIEBRE

LA TORTUGA Y LA LIEBRE
En la época de la cosecha, se reunían los animales para celebrar una fiesta, que ellos llamaban de la abundancia, por la mucha comida de que disponían.
En la fiesta se hacían competiciones: de canto entre perdices, codornices, urogallos…; excavación de madrigueras entre conejos; corte de troncos entre castores y otras muchas competiciones que sería largo de contar.
La reunión de animales transcurría de lo más normal, mientras unos relataban como habían pasado el año otros presentaban a las crías que por primera vez asistían a la fiesta.
Casi al atardecer se presentó una tortuga arrastrándose con su lento caminar a la que preguntaron:
¿Tú que sabes hacer?
¿Andar mucho -contestó-
¿Andar mucho? Pero si andas muy despacio. Mira a la hora que llegas cuando nosotros estamos aquí desde el amanecer –le dijeron varios al mismo tiempo-
Yo os digo que ando mucho y para demostrarlo estoy dispuesta a realizar una carrera larga contra cualquiera de vosotros.
- Al escuchar estas palabras muchos se reían del atrevimiento pero la tortuga, en vez de callarse, dijo:
Haber señora liebre que tanto orgullo tienes. ¿Serías capaz de hacer una carrera conmigo?
Esto no tiene sentido -contestó la liebre- yo llegaría antes que tu, con las patas atadas.
Hablar cuesta poco. Solo son palabras - respondió la tortuga- ¿Quieres o no quieres competir conmigo?
- Como la mayoría de los allí presentes se lo pidieron la liebre aceptó.
En ese momento tomó la palabra el presidente del jurado diciendo:
La carrera será hasta la viña de los sarmientos largos y se designa de árbitro a la paloma veloz para que vigile desde el aire que no se cometa ninguna irregularidad. El que regrese primero con una muestra de uvas de las que todos conocemos será la ganadora y, la prueba empieza ya.
La liebre salió corriendo tan velozmente que un momento después miró para atrás y ni siquiera veía la tortuga, lo que le hizo pensar: Esto no es una competición, esto es una tontería. Me sentaré un poquito en la sombra de esta higuera para darle algo de emoción, aunque de todos modos eso no será posible. La liebre en principio se sentó, después se estiró sobre el suelo, donde se sentía tan bien que empezó a sentir algo de sueño. ¡Que bien se está aquí! -se dijo para si- pero cuidado no he de dormirme que estoy en competición ¿en competición he dicho? Que broma. Disputando una carrera a una tortuga. Esto debe ser un sueño. Con toda tranquilidad puedo descansar y hasta dormir, pues en dos saltos adelantaré y pasaré a esa tortuga inocente.
La veloz, orgullosa y confiada liebre se quedó dormida, mientras su competidora andaba y andaba sin parar hasta llegar al lugar señalado para coger las uvas y regresar.
Tanta era la confianza de la liebre que cuando despertó se dijo: no tengas prisa veloz que en unos cuantos saltos alcanzaré y adelantare a esa tortuga.
Tanto tiempo había perdido la liebre que cuando comenzó a correr –eso si más rápida que el viento- no pudo dar alcance a la constante tortuga que, lenta pero sin pausa, llegaba al final del recorrido ante la sorpresa de cuantos allí estaban.
Unos segundos después llegó la liebre malhumorada por el tremendo fracaso a que le había llevado su orgullo y exceso de confianza.
Mientras la tortuga recibía los honores de rigor, la liebre se mostraba como una mala perdedora, diciendo que la victoria no era justa porque ella había estado durmiendo y la paloma árbitro no le había despertado como era su obligación.
La paloma con mucha parsimonia informó que la carrera se había desarrollado de forma correcta, por tanto nada que objetar a la justa victoria de la tortuga, ya que su misión como árbitro consistía en que los contrincantes no tomasen ningún atajo y cogieran las uvas de la viña indicada.
Esto nos recuerda que el exceso de confianza, necesaria por otra parte, puede llevarnos al fracaso si no nos sabemos controlar.

MAS VALEN MAÑAS QUE FUERZAS




MAS VALEN MAÑAS QUE FUERZAS
Dos mirlos recorrían unos campos de olivos buscando aceitunas, pero éstas eran escasas por lo que tardaron largo tiempo en llenar sus buches.
Las horas transcurridas, las arrugadas y resecas aceitunas que habían tragado, unido al intenso calor que hacía, les producía una sed intensa, por lo que uno de ellos dijo: Tengo mucha sed y no tenemos agua.
Pues yo siento lo mismo -dijo el otro- y estoy seguro que si no logramos beber no podré regresar a la alameda.
Podríamos buscar agua antes de regresar-apuntó el primero-
Me parece bien -contestó el otro- y, para encontrarla más pronto iremos uno por cada lado.

Así lo hicieron, quedando de acuerdo que el que hallase primero el deseado líquido avisaría al otro para compartirlo y regresar juntos después.
Uno de ellos se dirigió al cortijo más próximo, se paró sobre una de las cornisas y empezó a mirar los recipientes que había en el patio y, como desde allí no podía ver el contenido de los diferentes recipientes decidió mirarlos uno por uno revoloteando sobre ellos comprobando que en un jarrón había agua suficiente
Pero estaba tan baja que no podía llegar con su pico por mucho que lo intentaba. El esfuerzo que realizaba para intentar llegar hasta el agua le dejaba cada vez más exhausto. En uno de los intentos se volcó el jarrón, con tan mala fortuna que cayó sobre él dejándole herido de un ala y, no solo eso, también el agua se derramó y en el instante fue absorbida por en suelo.
El mirlo se sintió morir: sin agua para beber, incapacitado para volar y con un cansancio y una sed que ni siquiera le permitía pedir auxilio.
En tanto el otro sediento pájaro recorría, uno tras otro, todos los cortijos que había por aquellos campos hasta que su constancia lo premió viendo agua en un caserío abandonado, aunque con la dificultad de que el agua estaba en un pequeño cántaro y su pico no podía llegar hasta ella. Y mientras pensaba como hacerlo, y gritaba a su compañero para que viniera a ayudar y disfrutar del preciado líquido, se le ocurrió una idea genial: introducir dentro del cántaro, una tras otra, las piedrecillas que encontraba por allí.
Así comenzó a trabajar con entusiasmo y, se fue animando al comprobar que el agua subía cada vez que aumentaba el volumen de las piedras dentro del cántaro, hasta que le permitió beber todo cuanto necesitaba. Después de descansar un poco volvió a llamar con insistencia a su compañero, obteniendo una débil respuesta que apenas pudo entender, por lo que decidió regresar al lugar donde se separaron y decirle que ya tenían agua para los dos. Así lo hizo y conforme se acercaba iba llamando a su compañero de aventuras, oyendo por fin una respuesta clara que decía:
Estoy aquí. Ven a socorrerme.
Al escuchar la solicitud de ayuda, el buen mirlo dio tal impulso al movimiento de sus alas que, le permitió plantarse junto al compañero en poquísimo tiempo. Al llegar junto a él le vio tendido en el suelo, sediento y sin poder volar.
¿Que te ha pasado? Te he llamado muchas veces.
Es que se me volcó el jarrón y me cayó encima derramándose el agua, y aquí me tienes sediento y sin poder moverme.
No te preocupes. Ya tenemos agua para beber.
El buen compañero le ayudó a llegar hasta el botijo y, después de saciarse y descansar un poco, se puso sobre sus alas al mirlo lesionado hasta regresar a la alameda donde convivían felices junto a los demás componentes de la banda –
El mirlo bueno se sentía feliz por haber regresado con el compañero herido y recibir el aplauso de los componentes de la banda.

LA UNIÓN HACE LA FUERZA





LA UNION HACE LA FUERZA
Un padre reunió a sus hijos para celebrar una fiesta y, conversar de las cosas que les unían y también de las que les separaban.
Durante la conversación aparecieron más las discrepancias que los acuerdos, lo que hizo que la esposa y madre se sintiera muy triste y con ganas de llorar.
El padre tomó la palabra para decirles:
Habéis de saber que, aunque no se puede estar de acuerdo en todo, conviene aumentar y mantener las cosas que nos unen a toda la familia y ayudarnos los unos a los otros, sabiendo que encontraremos dificultades en el caminar por la vida y realizar cada uno las obligaciones que nos correspondan como ciudadanos y componentes de nuevas familias y otros colectivos a los que os vayáis incorporando.
¿Qué hemos de hacer? - preguntó el chico más pequeño.
Procurar ser personas coherentes, responsables y respetuosos con los demás, pero también defensores de vuestros derechos y convicciones, respetando las tradiciones heredadas y defendiendo lo bueno que nos enseñe la vida y las personas con quien nos toque relacionarnos y compartir nuestro tiempo o nuestras cosas.
Como los hijos no entendían bien lo que se les explicaba o no les parecía necesario llevarlo a la práctica, el padre decidió hacerles una demostración que fuese convincente para lo que pidió a uno de los hijos que fuera al almacén de la leña y se trajera una gavilla de sarmientos.
El hijo le obedeció sin saber lo que su padre pretendía hacer, volviendo con los sarmientos ante la extrañeza de todos.
El padre cogió la gavilla de sarmientos y, haciendo todo el esfuerzo que le era posible, trataba de romperlos hecho que resultaba del todo imposible, mientras escuchaba a sus hijos decir:
Eso es un disparate.
El padre se sentó e invitó a los hijos que hicieran lo mismo que había hecho él para probar si alguno era capaz de romper el conjunto de sarmientos agrupados.
Uno de ellos lo intentó, más por obediencia que por convencimiento, sin conseguirlo claro está, mientras los demás coincidían en que aquello era imposible de realizar y no entendían como su padre que era una persona normal les pedía que hicieran lo imposible.
Al cerciorarse, el padre de, que sus hijos sabían que los débiles sarmientos se hacían fuertes al permanecer en gavillas, cortó las ataduras que los mantenían agrupados y les dijo:
Romper los sarmientos uno a uno.
Esto es muy fácil- dijeron todos-
El padre aprovecho el momento para comentarles:
Si vosotros os mantenían unidos, como los sarmientos en gavilla, seréis fuertes y podréis afrontar los retos que os propongáis, venciendo las dificultades que se os presenten, pero si os dejáis llevar por las discrepancias y perdéis la unión entre vosotros, la fuerza se debilitará y vuestra capacidad se hará pequeña.
Los hijos quedaron convencidos y prometieron a sus padres que permanecerían unidos, aunque las divergencias y dificultades se lo pusieran difícil, cosa que agradeció también la mamá abrazándolos a todos y mostrando una cariñosa sonrisa.

CONTENTAR A TODOS ES IMPOSIBLE





EL PADRE, EL HIJO Y EL ASNO


Un hombre y su hijo menor habían de realizar un viaje llevando consigo un borrico al que al iniciar el mismo subió el pequeño.
Era un día en que la belleza del paisaje resaltada por lo amarillentos rayos de un día soleado y todo ello había generado entre padre he hijo un clima de optimismo y bienestar unos arrieros a los que les oyeron dec ir:
Fijaros como son los chicos de hoy. Mientras él va montado en el asno su pobre padre tiene que ir andando.
Los jóvenes de hoy son muy comodones - decían otros-
Padre he hijo, después de escuchar a los arrieros, decidieron que sería mejor que el chico se bajara del jumento y en su lugar se subiera el padre para así evitar las críticas de cuantos se cruzaran en su camino. Así lo hicieron pero poco tiempo después oían a otros decir. Vaya padre. Él montado en el borrico y el niño andando.
Con el fin de ahorrarse las críticas decidieron subirse los dos sobre el asno, cosa que hicieron al alejarse de los que hacían tales comentarios, en el intento de de evitar comentarios negativos sobre su forma de actual.
Se equivocaron al pensarlo, porque al cruzar el próximo pueblo escuchaban a los vecinos comentar desde sus balcones:
Veis lo mismos que nosotros.
Y tanto que si - respondían otros -. Dos personas sobre ese desgraciado burro. ¡Ya no hay respeto por los animales!
Donde vamos a llegar decían otros.
Entre tantas críticas adversas una señora se atrevió a sugerir:
En vez de ir los dos sobre el jumento, tendríais que llevarlo vosotros a él sobre vuestros hombros.
Una vez pasado el pueblo se bajaron del borrico y se sentaron sobre unas piedras al lado del camino atolondrados y sin saber que hacer y, aunque la recomendación de la señora les parecía descabellada, no encontrando una solución que pudiese satisfacer a todos, no descartaban realizarla si fuera posible.
Reanudaron el camino los dos a pié, uno delante y otro detrás del animal, el cual mostraba un aparente cansancio que les hacia pensar que quizás tendría razón la señora.
Al cabo de cierto tiempo, atormentados por las dudas que les habían causado tantos comentarios en contra, decidieron la difícil acción de ponerse el borrico sobre sus hombros para lo que comenzaron a inmovilizarlo sobre un palo con unas cuerdas. La fuerte resistencia del animal, que no entendía las maniobras de sus dueños, les jugó una mala pasada que terminó siendo perjudicial para ellos y su borrico. Así en el intento por ponérselo a los hombros y los esfuerzos del pobre asno por liberarse éste rodó por un despeñadero hasta el cauce de un río en el que se ahogó sin remedio.
Padre he hijo se quedaron muy tristes y desconsolados al comprobar el resultado tan catastrófico a que habían llegado por querer complacer a todos.
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