
LA UNION HACE LA FUERZA
Un padre reunió a sus hijos para celebrar una fiesta y, conversar de las cosas que les unían y también de las que les separaban.
Durante la conversación aparecieron más las discrepancias que los acuerdos, lo que hizo que la esposa y madre se sintiera muy triste y con ganas de llorar.
El padre tomó la palabra para decirles:
Habéis de saber que, aunque no se puede estar de acuerdo en todo, conviene aumentar y mantener las cosas que nos unen a toda la familia y ayudarnos los unos a los otros, sabiendo que encontraremos dificultades en el caminar por la vida y realizar cada uno las obligaciones que nos correspondan como ciudadanos y componentes de nuevas familias y otros colectivos a los que os vayáis incorporando.
¿Qué hemos de hacer? - preguntó el chico más pequeño.
Procurar ser personas coherentes, responsables y respetuosos con los demás, pero también defensores de vuestros derechos y convicciones, respetando las tradiciones heredadas y defendiendo lo bueno que nos enseñe la vida y las personas con quien nos toque relacionarnos y compartir nuestro tiempo o nuestras cosas.
Como los hijos no entendían bien lo que se les explicaba o no les parecía necesario llevarlo a la práctica, el padre decidió hacerles una demostración que fuese convincente para lo que pidió a uno de los hijos que fuera al almacén de la leña y se trajera una gavilla de sarmientos.
El hijo le obedeció sin saber lo que su padre pretendía hacer, volviendo con los sarmientos ante la extrañeza de todos.
El padre cogió la gavilla de sarmientos y, haciendo todo el esfuerzo que le era posible, trataba de romperlos hecho que resultaba del todo imposible, mientras escuchaba a sus hijos decir:
Eso es un disparate.
El padre se sentó e invitó a los hijos que hicieran lo mismo que había hecho él para probar si alguno era capaz de romper el conjunto de sarmientos agrupados.
Uno de ellos lo intentó, más por obediencia que por convencimiento, sin conseguirlo claro está, mientras los demás coincidían en que aquello era imposible de realizar y no entendían como su padre que era una persona normal les pedía que hicieran lo imposible.
Al cerciorarse, el padre de, que sus hijos sabían que los débiles sarmientos se hacían fuertes al permanecer en gavillas, cortó las ataduras que los mantenían agrupados y les dijo:
Romper los sarmientos uno a uno.
Esto es muy fácil- dijeron todos-
El padre aprovecho el momento para comentarles:
Si vosotros os mantenían unidos, como los sarmientos en gavilla, seréis fuertes y podréis afrontar los retos que os propongáis, venciendo las dificultades que se os presenten, pero si os dejáis llevar por las discrepancias y perdéis la unión entre vosotros, la fuerza se debilitará y vuestra capacidad se hará pequeña.
Los hijos quedaron convencidos y prometieron a sus padres que permanecerían unidos, aunque las divergencias y dificultades se lo pusieran difícil, cosa que agradeció también la mamá abrazándolos a todos y mostrando una cariñosa sonrisa.
Un padre reunió a sus hijos para celebrar una fiesta y, conversar de las cosas que les unían y también de las que les separaban.
Durante la conversación aparecieron más las discrepancias que los acuerdos, lo que hizo que la esposa y madre se sintiera muy triste y con ganas de llorar.
El padre tomó la palabra para decirles:
Habéis de saber que, aunque no se puede estar de acuerdo en todo, conviene aumentar y mantener las cosas que nos unen a toda la familia y ayudarnos los unos a los otros, sabiendo que encontraremos dificultades en el caminar por la vida y realizar cada uno las obligaciones que nos correspondan como ciudadanos y componentes de nuevas familias y otros colectivos a los que os vayáis incorporando.
¿Qué hemos de hacer? - preguntó el chico más pequeño.
Procurar ser personas coherentes, responsables y respetuosos con los demás, pero también defensores de vuestros derechos y convicciones, respetando las tradiciones heredadas y defendiendo lo bueno que nos enseñe la vida y las personas con quien nos toque relacionarnos y compartir nuestro tiempo o nuestras cosas.
Como los hijos no entendían bien lo que se les explicaba o no les parecía necesario llevarlo a la práctica, el padre decidió hacerles una demostración que fuese convincente para lo que pidió a uno de los hijos que fuera al almacén de la leña y se trajera una gavilla de sarmientos.
El hijo le obedeció sin saber lo que su padre pretendía hacer, volviendo con los sarmientos ante la extrañeza de todos.
El padre cogió la gavilla de sarmientos y, haciendo todo el esfuerzo que le era posible, trataba de romperlos hecho que resultaba del todo imposible, mientras escuchaba a sus hijos decir:
Eso es un disparate.
El padre se sentó e invitó a los hijos que hicieran lo mismo que había hecho él para probar si alguno era capaz de romper el conjunto de sarmientos agrupados.
Uno de ellos lo intentó, más por obediencia que por convencimiento, sin conseguirlo claro está, mientras los demás coincidían en que aquello era imposible de realizar y no entendían como su padre que era una persona normal les pedía que hicieran lo imposible.
Al cerciorarse, el padre de, que sus hijos sabían que los débiles sarmientos se hacían fuertes al permanecer en gavillas, cortó las ataduras que los mantenían agrupados y les dijo:
Romper los sarmientos uno a uno.
Esto es muy fácil- dijeron todos-
El padre aprovecho el momento para comentarles:
Si vosotros os mantenían unidos, como los sarmientos en gavilla, seréis fuertes y podréis afrontar los retos que os propongáis, venciendo las dificultades que se os presenten, pero si os dejáis llevar por las discrepancias y perdéis la unión entre vosotros, la fuerza se debilitará y vuestra capacidad se hará pequeña.
Los hijos quedaron convencidos y prometieron a sus padres que permanecerían unidos, aunque las divergencias y dificultades se lo pusieran difícil, cosa que agradeció también la mamá abrazándolos a todos y mostrando una cariñosa sonrisa.
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